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Ser bipolar y feliz: se puede
Hoy en día la enfermedad ya no es la condena a una vida de cambios emocionales sin control.
Me parece que debemos empezar a considerar que tienes trastorno bipolar , me dijo con toda delicadeza Diana, mi psiquiatra, hace unos siete años.
Bipolar. Sonaba a condena. Tengo trastorno bipolar. Ésta era yo, reportera veinteañera a la que le dan pavor las entrevistas y que queda postrada por días gracias a una tristeza tan súbita como inexplicable. Así que eso lo explica, pensé, estoy rota, descompuesta por dentro.
Ahora sé de sobra que no es así, pero en ese momento me asusté mucho. Para otras personas debe ser un alivio saber al fin qué les pasa, pero no fue así para mí. Luché contra el diagnóstico: no me tomaba las medicinas pensando que ese acto rebelde preservaba mi individualidad frente al estándar médico.
Varios trancazos después (problemas con gente a la que quiero, depresiones que no me dejaban trabajar ni ir a la escuela, la terrible sensación de que mi mente no estaba bajo mi control) decidí intentarlo: tres pastillitas de litio al día, un ansiolítico, un estabilizador antipsicótico y un antidepresivo: receta de campeones.
Y desde entonces mi vida mejoró. No, no es sólo la receta de campeones; han sido la terapia, la paciencia de mi familia, la comprensión de mi jefe, en fin.
Porque a diferencia de lo que dice el conocimiento popular, ser bipolar no sólo es estar triste y luego contento sin razón. No es un tipo de personalidad ni una falla de carácter.
No sólo hay trastornos, hay pacientes, dice mi psiquiatra. Con ella están de acuerdo los estudios más recientes. La literatura médica indica que el trastorno bipolar es un conjunto de síntomas que deben ser tratados con cuidado individual. Porque, aunque el trastorno corre en los genes, los factores ambientales (educación, vivencias) cambian la expresión de la enfermedad.
Alrededor de 5% de la población mundial (cifra que también se repite en México) vive con trastorno bipolar. No es una moda, no es invento de las farmacéuticas: es una enfermedad real con raíces genéticas y con repercusiones serias en la calidad de vida de las personas.
Es una enfermedad física, con bases biológicas claras , dice el doctor Humberto Nicolini, experto en la genética de los males mentales. Hay mucha ciencia que respalda su existencia .
En un futuro no tan lejano, los estudios genéticos echarán por tierra los prejuicios de los que no tienen la enfermedad, romperá el estigma que culpa al propio paciente de su dolencia (¿quién juzga a alguien por tener diabetes o cáncer?), y sobre todo hará la vida más llevadera a los enfermos: no más culpas y no más ir saltando de diagnóstico en diagnóstico.
Formas de estar loco
Pero, ¿qué es ser bipolar? De manera muy clara lo explica la doctora Yolanda Pica, psiquiatra experta en bipolaridad: Es un estado en el que la persona pasa de la exaltación, llamada manía, a momentos de depresión en los que se tiene poca energía .
Son dos tipos principales: bipolar tipo I, en el que el paciente padece manía, una euforia constante en la que pierde sentido de la realidad, comete errores de juicio (imaginen a alguien que se gasta todo su dinero en comprar un departamento que claramente no puede pagar) y puede tener estados psicóticos, o sea, alucinaciones.
Y estamos los bipolares tipo II, que sobre todo nos deprimimos, pero que también experimentamos un estado llamado hipomanía. Los hipomaniacos tenemos más energía, somos más productivos, pero también sentimos dificultad para fijar la atención e irritabilidad porque nuestros pensamientos corren tan rápido que cuesta expresarlos. Algunos también podemos tener alucinaciones leves. No mentiré: se siente uno muy bien en la hipomanía.
En general es más fácil de diagnosticar a los tipo I , dice la doctora Pica. Eso es porque los traen a consulta sus familiares en el estado de manía . Cierto es que alguien maniaco puede sentirse muy bien, así que jamás cruzará por su mente pedir ayuda.
Los tipo II son más truculentos. El bipolar II viene él mismo a terapia porque se siente deprimido. Toma más tiempo diagnosticarlo porque se le puede confundir con un deprimido unipolar , o sea, alguien que sufre de depresión común.
Existe un tipo III, más raro, que se da cuando alguien toma un antidepresivo y llega a estados maniacos por sensibilidad a la sustancia.
¿Cuál es el truco para diagnosticar el trastorno? El estudio de la vida del paciente, lo que se llama diagnóstico longitudinal. Mi psiquiatra y yo examinamos mi vida y descubrimos depresiones en repetición, como si fueran el leitmotiv de mi vida, una canción acompasada por momentos de bienestar.
¿Cuál de los tipos es peor? Depende: el tipo I comete errores de juicio que le pueden costar el trabajo, las relaciones o la vida. El tipo II, al ser más propenso a la depresión también lo es al suicidio.
Pero no me pondré dramática. Es muy importante decir que los expertos coinciden en que el trastorno no es una sola enfermedad, sino que por lo general va acompañada de otros síntomas: la ansiedad está muy presente, también las adicciones (dato curioso: sobre todo al alcohol y al tabaco) y el déficit de atención, así como un estado generalizado de inquietud. Por eso en niños y adolescentes se puede confundir con hiperactividad y el tratamiento adecuado tarda en llegar, explica la doctora.
¿Qué tan bipolar es tu familia?
Consideremos este dato: 5% de la población mexicana es bipolar. Casi 6 millones de personas: una ciudad.
Desgraciadamente, la mayoría no están diagnosticados. Pero de algún modo saben que algo no anda bien con ellos. Y muy probablemente, tampoco con su familia.
El doctor Nicolini ha hecho varios experimentos genéticos que pueden cambiar el modo en que entendemos la salud mental.
En definitiva, el trastorno bipolar corre en las familias. Así lo afirma Nicolini, después de hacer un experimento que involucró a 500 familias que incluyen a alguien diagnosticado con trastorno bipolar.
Se tiene a este miembro que tiene una forma más acusada de la bipolaridad, pero si se examina al resto de los familiares se encuentra que por ahí hay un tío alcohólico, por ejemplo, gente que tiene formas más leves del trastorno .
En mi experiencia ha sido así: mi familia está llena de gente, digamos, extraña (mi mamá me va a colgar). Algunos alcohólicos, varios deprimidos, otros que toman decisiones difíciles de justificar para una persona que está en sus cabales. Sí, me reconozco.
Lo cual también significa, siguiendo al doctor Nicolini, que la locura no está tan lejos de nadie. El trastorno bipolar es una de las enfermedades mentales más prevalentes , dice. Antes se pensaba que era una sola enfermedad y hoy sabemos que es un espectro [...] Se consideraba que la forma más conocida de la locura o de la enfermedad mental era la esquizofrenia . Ahora ese lugar lo ha tomado el trastorno bipolar.
Por eso el psicoanalista inglés Darian Leader, en su libro Estrictamente bipolar (Sexto Piso), habla de la era bipolar. Vivimos, afirma Leader, los días en que la bipolaridad está muy presente en la cultura popular y en la mente de millones de personas. El estado de bienestar que promueve la publicidad es muy cercano a la manía. Eso es: la locura se ha tornado in.
Y más cuando, confirma Nicolini, en la percepción general, hay una relación genética entre bipolaridad y creatividad. Artistas, escritores, actores y científicos famosos son bipolares. Todos queremos ser Virginia Woolf o Jack Nicholson.
No aprietes el gatillo
El doctor Ignacio Ruiz, psiquiatra e investigador, resume los varios disparadores de esta enfermedad: la herencia, claro, pero también vivencias como una agresión sexual en la infancia o vivir mucho estrés (el cortisol, la hormona del estrés, es el disparador bioquímico), vivir suicidios en la familia y de manera particular, el consumo de drogas, en especial de la mariguana.
Si hay antecedentes familiares de depresión o de trastorno bipolar, hay que tener cuidado con la cannabis , dice el doctor, sobre todo si se inicia a corta edad; su consumo se ha relacionado con estados bipolares agresivos .
Pero los genes no lo son todo. Estos gatillos, o disparadores, no sólo tienen efecto en personas con antecedentes familiares claros de bipolaridad. Inclusive pueden empujar a la enfermedad a alguien sin el peso de la herencia. Es más, según explica el doctor Ruiz, pueden causar que alguien con diagnóstico de tipo II vire al tipo I, que su enfermedad se vuelva más abrasiva.
También se agrava si se deja de tomar el tratamiento. Mientras investigaba para este reportaje, vi por casualidad en HBO el documental Boy Interrupted, en el que la cineasta Dana Perry cuenta la historia de Evan, su hijo, aquejado de trastorno bipolar tipo II desde muy pequeño. Evan se suicidó a los 15 años, justo después de abandonar la medicación, con permiso de sus padres y su psiquiatra. A uno se le hace el corazón pequeño viendo el documental: si tan sólo los adultos de su vida hubieran tenido más información, quizá Evan sería un adulto saludable y feliz.
La tan ansiada eutimia
Una pregunta que flotó en el aire mientras investigaba este texto fue si había sobrediagnóstico. ¿Andamos por ahí muchos falsos bipolares?
La pregunta tiene mucho que ver con los prejuicios que carga la enfermedad: Claro, ahora todas las personas irresponsables y volubles dirán que son bipolares , una idea que viene de la ignorancia y la falta de empatía. Nadie es bipolar por deporte.
Sin embargo, puede que sí haya sobrediagnóstico. La doctora Yolanda Pica cuenta que a su consulta han llegado personas diagnosticadas como bipolares que simplemente no lo son.
El sobrediagnóstico de los últimos años se explica por el surgimiento de los antipsicóticos atípicos , dice la doctora. Cuando surgen, hace 15 años, las farmacéuticas les hacen gran mercadotecnia y muchos médicos empezaron a recetarlos ante cualquier cambio de ánimo del paciente .
Hablemos del tratamiento. Se trata de alcanzar la ansiada, deseada eutimia: un estado de ánimo de bienestar y estabilidad.
La medicina más usada sigue siendo el litio. Desde hace décadas ha demostrado su efectividad como estabilizador del ánimo. Su inconveniente es que tiene cierto grado de toxicidad y hay que realizarse estudios de sangre periódicos.
Están los antipsicóticos atípicos como la olanzapina y la quetiapina. También tienen su lado malo: elevan la glucosa y hacen engordar.
También se recomienda tener una vida activa; el ejercicio es un estabilizador natural.
El mejor de todos y que nunca debe dejarse de lado es la terapia. Dice la doctora Raya: la psicoeducación del paciente es clave. El paciente debe conocerse a sí mismo . Esto significa que cada enfermo bipolar tiene diferentes síntomas gatillo: ¿se está durmiendo menos? Se acerca la manía. ¿Hay baja autoestima? Cuidado con la depresión.
Lo que es crucial es entender que es una enfermedad con la que se puede vivir una vida plena. Mi vida se volvió mucho mejor después de que fui diagnosticada y comencé el tratamiento. Puedo decir que he llegado a la eutimia y que por encima de todo valoro mi estabilidad mental. Todo pasa por un buen cuidado y una aceptación plena de lo que nos hace peculiares.