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Arte e Ideas

Lectura 4:00 min

Shiva, Kali y otros dioses tecnicolor

La exuberancia del misticismo indio expuesta en un centenar de pequeñas obras impresionantes.

Enhorabuena: Bollywood ha sido decodificado. Un recorrido por Visiones de la India, la exposición temporal del Museo Nacional de Antropología e Historia, es clave para entender el cine de India, ése tan raro que le sirvió de inspiración al inglés Danny Boyle para ganarse un Oscar con Slumdog Millionaire.

¿Recuerda el final de aquella película? Es el desenlace ligero y espiritual de una historia tremenda.

Un final irreal, vaporoso. Esa misma sensación de que se entra en un mundo flotante se tiene al comenzar el recorrido por Visiones de la India. Hablar del misticismo indio, de su exuberancia, es un cliché, pero todo cliché tiene su raíz de verdad y aquí está esa raíz expuesta en un centenar de pequeñas obras impresionantes.

UNA HONDA HUELLA

La exposición cubre gran parte de la historia pictórica de India y sus regiones vecinas, desde el siglo XII hasta el XIX. Obras que salieron de los libros sagrados del budismo y del hinduismo llegaron a las cortes mogoles y los salones imperiales persas; obras cuyas técnicas fueron abrazadas por hinduistas, jainistas y musulmanes; pedazos de arte que siglos después llegaron a las manos de los europeos colonialistas. Su huella es honda en la identidad del subcontinente indio.

Tan hondas que aparecen hasta en lo más pop: su cine. Si es posible ubicar el origen de la cultura popular de un país en su historia, probablemente el rastro más claro del nacimiento de la exótica industria fílmica india, el poderoso Bollywood, es su pintura religiosa. Si nunca ha visto cine indio, vaya a ahora a YouTube y empiece.

Es todo color, dramatismo, héroes e historias de amor que continúan durante varias reencarnaciones. Así son casi todas las obras en Visiones de la India.

El recorrido comienza con ilustraciones budistas que datan del siglo XII. La mayoría son pedazos de grandes manuscritos religiosos que retratan a Buda en diferentes estados de iluminación y hombres comunes adorándole. Un gran Buda azul es señal de salud y el rojo manto de los Bodhisattvas, hombres de gran espiritualidad, es señal de que el budismo tiene estilo.

Son piezas devocionales, sí, pero son muy alegres porque representan estados mentales elevados, la vida en plenitud. Y la vida, ya lo dijeron los neurocientíficos, es un carnaval.

Más discretos son los jainistas, porque sus pinturas se basan en la repetición de paneles que sugieren una racionalidad matemática y cierto recato. El jainismo surgió a la par que el budismo, pero tiene otra identidad. Sus dibujos recuerdan los íconos de la Iglesia ortodoxa. Esta sección, bella a su manera, es como un minuto de silencio.

Lo mismo podría decirse del arte persa, una filigrana discreta que sólo se aprecia completamente cuando se le ve con una lupa. Su refinamiento es tal que da pena no saber algunas palabras sagradas del Corán para decirlas en su honor… pero no, eso sería una herejía: el Corán no permite la adoración de imágenes y estas ilustraciones son de poemas populares del pasado iraní.

Ah, qué remanso de belleza y paz… Pero ahí están las piezas hinduistas y aquello se convierte en un musical. Los occidentales somos muy aburridos porque no tenemos dioses tecnicolor. Vishnu, Shiva, Kali, los sospechosos comunes del panteón hinduista se salen de las vitrinas. Seguramente, el primer cineasta de Bollywood tuvo la misma sensación y por eso los convirtió en estrellas de cine.

Todos tienen historias maravillosas (gran acierto de la exposición son los textos que cuentan las leyendas de los dioses) pero mi favorita es Mahalakshmi, también conocida como Durga. Fue creada de las esencias combinadas de todos los dioses. Como regalo de nacimiento, cada dios le dio un arma y su misión es vencer a los demonios que destruyen el universo. Mahalakshmi, mereces salir en una de Tarantino. Tarantino, vete a hacer películas a Bollywood.

Visiones ?de la India

  • Museo Nacional de Antropología e Historia
  • Martes a domingo, de 9 de la mañana a 7 de la noche.
  • Entrada: $57

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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