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Sobreviviendo el sueño americano
La instalación de González Iñárritu busca hacernos partícipes de la experiencia de los migrantes al cruzar la frontera hacia Estados Unidos.
El sol del desierto de Arizona ha descendido por completo, al igual que la temperatura. Nuestros pies descalzos sienten sin pudor la arena, que es lo suficientemente fría como para calar. Poco a poco, el silencio y le semi oscuridad se van llenando de siluetas fantasmales y angustiantes voces en español: Son los migrantes que cruzan el desierto de Arizona para cumplir el sueño americano, migrantes que han perdido a uno o dos miembros, migrantes muertos de miedo pues el riesgo aumenta a cada paso que dan.
Lo anterior es una probadita de la experiencia virtual que la instalación Carne y arena de Alejandro González Iñárritu nos ofrece; una pieza que podrá ser apreciada por el público a partir del 18 de septiembre, en la que el cineasta utilizó tecnología de punta para crear una cinta de realidad virtual, con la que intenta hacernos partícipes de la experiencia de los migrantes al cruzar la frontera y así generar empatía. ¿Cómo lo hace? Borrando la barrera entre los personajes y el espectador, de tal manera que los visitantes pueden formar parte de la instalación.
Iñárritu definió Carne y arena, que realizó en colaboración con el fotógrafo Emmanuel Lubezki, como una experiencia artística y humanista por medio de la cual también hace un homenaje a los migrantes africanos y europeos, a quienes también se ha acercado, pues descubrió que, en diversas partes del mundo, las historias eran las mismas: Los mismos problemas y tragedias . Para el cineasta, la instalación aborda la condición humana sin la visión de dualidad en la que sólo hay buenos y malos, sin nacionalismos. En ese sentido, aborda realidades complejas más allá de los territorios .
La instalación, que se exhibirá en el Centro Cultural Universitario, está dividida en cuatro partes. Primero, entramos a un cuarto oscuro donde encontramos un display con el texto introductorio a la pieza, escrito por el mismo Iñárritu. Acto seguido, entramos a un cuarto enorme, sin ventanas, totalmente iluminado, donde hallamos diversas bancas y varios pares de zapatos debajo de ellas. En una de las paredes tenemos dos compartimentos de metal en donde deberemos colocar nuestros zapatos y calcetines, al lado hay una pequeña puerta; se nos dice que, al ser capturados, los migrantes son despejados de sus zapatos, mismos que prácticamente nunca vuelven a recuperar. Los zapatos que vemos ahí pertenecieron a varios migrantes y fueron recuperados de botes de basura o en el mismo desierto de Arizona.
Cuando colocamos nuestros zapatos en el locker de metal, debemos sentarnos y esperar a que suene una alarma para poder abrir la puerta y pasar a un bodegón oscuro, cuyo piso está cubierto de arena. Una luz rojiza a fondo apenas ilumina la habitación para que podamos llegar al centro del lugar, donde dos personas nos colocarán una mochila y un casco de realidad virtual.
Cuando comienza la cinta, el bodegón se transforma en el desierto. En medio de la penumbra escuchamos las voces de angustia, y las siluetas que van acercándose con rapidez. Con el frío y la sensación de estar prácticamente en otro lugar, se experimenta una sensación de adrenalina, la cual se agrava conforme nos descubre la migra, quienes inmediatamente nos comienzan a someter y a apuntar con sus rifles. Por momentos, uno no sabe si es mero espectador o parte de los migrantes, y es que la experiencia nos permite casi casi fusionarnos con los personajes que se aparecen para que experimentemos su punto de vista, o bien podemos ser un simple espectador, hasta que uno de los agentes nos ve
La experiencia dura 6 minutos, pero es realmente alucinante: una trampa cognitiva para nuestro cerebro. Quizá, algo semejante a lo que experimentaron los primeros espectadores del film de los hermanos Lumière, La llegada del tren.
Al salir, entramos a otro cuarto en donde recogemos nuestros zapatos y esperamos de nuevo a que una alarma nos diga que ya podemos irnos, pero aun nos encontramos con más: en un pasillo oscuro tenemos, a nuestra izquierda, pedazos de la cerca que alguna vez estuvo en la frontera con Arizona, pedazos que originalmente servían como plataforma de aterrizaje de helicópteros y que luego formaron parte de dicho mucho, el cual el día de hoy es de concreto.
A nuestra derecha, nos topamos con varias fotografías digitales de personas de carne y hueso, los migrantes que sirvieron a Iñárritu para recrear su historia, algunos de los cuales participaron en el film. En estas pantallas se nos cuenta su terrible historia de viaje y sobrevivencia, ya sea saliendo de nuestro país o bien desde algún punto de centro américa.
Los organizadores de Carne y arena nos dicen que no es un trabajo apto para todo el público, pues la experiencia puede resultar perturbadora. Está prohibido el ingreso a menores de 15 años y no está recomendada para personas con claustrofobia, afecciones cardiacas, antecedentes de convulsiones, epilepsia o sensibilidad a las luces intermitentes. Los visitantes tendrán que dejar sus bolsos, mochilas y dispositivos electrónicos en el guardarropa antes de entrar a la instalación.
Los interesados podrán asistir a Carne y arena a partir del 18 de septiembre. Los boletos estarán a la venta cada lunes en las taquillas del Centro Cultural a partir de las 9 de la mañana o en el sitio web www.carneyarenatlatelolco.com.
Cada persona podrá comprar máximo dos entradas y no será posible adquirir pases con anticipación para fechas posteriores a la semana en curso.
@faustoponce