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“Soy defensor a ultranza del ejercicio de la pintura”: Roberto Rébora
El pintor jalisciense reconoce en Vlady a la figura tutelar de su trabajo artístico y defiende el valor imperecedero del arte pictórico tradicional no obstante el desarrollo tecnológico.
Las ondas nos atraviesan todo el tiempo. Todos los días, el cuerpo humano interactúa con la radiación electromagnética, partículas varias y ondas gravitatorias. Hay un universo inconmensurable e intangible de líneas que se mueven a través de nosotros y lo mapean todo a su paso.
Este fenómeno ha obsesionado al pintor jalisciense Roberto Rébora en los últimos años y es motivo de una de sus series más abundantes, Flujo Mundo, donde, desde el poder que confiere la pintura, Rébora plasma escenas varias de personajes que son atravesados por esas ondas de luz mientras se besan, mientras caminan, mientras bailan. Es como si Rébora situara su pintura en un plano intermedio entre la representación del mundo físico, totalmente figurativo, y aquel reino de la energía que tanto le obsesiona y termina por distorsionar la escena, convierte esa sugerencia de realidad en un mundo de fantasmas que parecen tan frágiles que podrían desvanecerse un segundo después. Afortunadamente, la pintura detiene el tiempo y lo trasciende. El trabajo del artista es un ejemplo claro de las cualidades inimitables del oficio pictórico y, por esto mismo, de su imperecedera razón de ser.
El mecenazgo sigue siendo relevante
Conversamos con Rébora, él desde París, donde está haciendo una residencia artística de tres años auspiciado por un grupo de mecenas que se enamoraron no sólo de su trabajo reciente sino de los pininos de juventud.
“Recibí una invitación de algunos coleccionistas. Uno de ellos residió en la Ciudad de México y conoció mi trabajo. A su regreso a Francia, me hizo esta invitación, completamente afortunada. Estoy entrando a mi tercer año de residencia y eso me ha permitido enfocarme de lleno en el desarrollo de mi trabajo”, comparte el nacido en Guadalajara en 1963.
“La carrera artística es sumamente difícil, no se pueden hacer consideraciones sobre el porvenir porque es del todo accidentada, es decir, nuestro trabajo está sujeto al desarrollo de la propia obra. En mi caso se han dado coincidencias verdaderamente afortunadas porque esta invitación sucedió por una publicación a mis 19 años, en Guadalajara: una serie de dibujos míos publicados por la editorial Cuarto Menguante. Esa reunión de dibujos la titulé ‘Si existieras, señor mecenas’ (en 1982), y más de treinta años después se dio esta oferta de mis anfitriones de garantizar las condiciones necesarias para enfocarme en mi desarrollo. Es producto de la buena fortuna”, remata Rébora a la distancia.
Aquellos dibujos eran parte de sus primeros trabajos como caricaturista para diarios de circulación nacional, precoz, a los catorce años, pero desde entonces ya decidido a incurrir de lleno en la vida artística, a pesar de su frugalidad.
“Soy un defensor a ultranza del ejercicio de la pintura”, declara. “La entiendo como un transmisor fiel de todo tiempo presente, porque esas imágenes se vuelven el cuerpo de la memoria. Es decir, no obstante el desarrollo tecnológico en el arte, un ejercicio primario por derecho, como es pintar, trasciende el tiempo, no envejece”.
Vlady, el maestro
Rébora fue uno de los pupilos del pintor y grabador ruso-mexicano Vladímir Víktorovich Kibálchich Rusakov, Vlady. De él aprendió las recetas y las mañas milenarias del oficio.
“Cuando tenía unos 20 años, venía de pasar dos años en Italia, donde me familiaricé con la tradición europea, y me topé con una exposición en el Palacio de Bellas Artes que reunía a la generación de la Ruptura. Se exponían unos cuadros monumentales de Vlady que me impresionaron tanto que necesitaba buscarlo y presentarme. Por fortuna, en esos días Vlady estaba dando una conferencia en el Museo Nacional de San Carlos. Ahí lo conocí, le presenté mi trabajo, y a las pocas semanas generosamente me invitó a ser su ayudante por unos días. Este encuentro fue determinante en mi vida porque asumí su método como un programa a desarrollar, y a eso me he dedicado toda la vida. Él tenía 66 años cuando lo conocí y se convirtió en la figura tutelar de mi desarrollo”, evoca.
¿Cuál es el método de Vlady que Rébora replica hasta la fecha?
“Es la receta de las emulsiones, de las relaciones que hay entre materiales, magros y grasos, siempre relacionados con el huevo como base. El huevo tiene una constitución acuosa y oleosa, eso permite que se relacionen el agua y el aceite que, en su conjunción, generan las capas. Es un procedimiento muy sencillo y sensible, es decir, requiere dedicación, pero es el método que se ha utilizado por centurias”, comparte.
Actualmente, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso se realiza la exposición “Vlady. Revolución y disidencia”, la más completa exhibición de trabajos del artista ruso-mexicano. Roberto Rébora ha sido invitado a participar en el programa complementario como especialista en su maestro.
Por lo pronto, el artista tapatío prepara una exposición individual a llevarse a cabo en junio próximo, en la ciudad de Tours, Francia, para mostrar el resultado de los últimos dos años de residencia en el viejo continente.