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Suecia, país de diseño
La revolución sucedió en Suecia y es una de puro diseño; Meyer cambió los modos de la arquitectura moderna.
Imposible no pensar en Stieg Larsson y su heroína, Lisbeth Salander. En esos libros, la tragedia es el orden impensable de Suecia. Suecia como un país diseñado para funcionar a pesar de todo.
Eso transpira la exposición Moda y diseño suecos en el Franz Mayer: no una tragedia sino un gozo por el orden, un oasis de creatividad al calor del estado de bienestar. Hace 15 años los suecos comenzaron a tomarse en serio el diseño, hoy son líderes en la materia.
La exposición, aun breve, da una cucharada de Primer Mundo. A los diseñadores suecos no les da miedo ser utilitarios al tiempo que bellos. Tomemos por ejemplo el orinal como de plata a juego con un retrete y un lavamanos que ahorran agua. Son tan bonitos que daría pena usarlos si uno va de visita.
Suecia es un país donde el papel tapiz no es obsoleto, sino un detalle de distinción. Rombos, animales, círculos: si usted quiere una casa a lo Mad Men no tiene más que voltear a los diseños de la firma Nud.
Junto con esos objetos divertidos y funcionales hay una serie de perfiles breves de diversos diseñadores. Interesante es el de Ida Klamborn, diseñadora de modas y también feminista. En sus desfiles no hay temor a gritar consignas políticas y suele conseguir a sus modelos en la calle, rompiendo con el molde criado en invernadero.
Anton Alvarez crea con su Máquina para envolver con hilo piezas que van desde el más pequeño formato hasta instalaciones textiles que ocupan toda una sala, todas unidas con un hilo especial que lleva pegamento y nada más. Bea Szenfeld comenzó como ceramista y luego dio el salto abismal a la creación de moda. Pero sus piezas no son el típico vestido prêt-à-porter sino que son extravagancias hechas en papel. Tan extravagantes que le llenaron el ojo a Lady Gaga.
La revolución del diseño sueco ha pasado por varias etapas. Primero, habilidades digitales, como las del colectivo Front, cuyos diseños son objetos influidos por dibujos logrados por computadora, después el regreso a lo natural: el rescate de la artesanía acompañada del activismo social. Moda que colinda con las artes: diseño, arte decorativo, artesanía y política.
Aunque probablemente Lisbeth Salander no los usaría, los objetos de Moda y diseño suecos son de una belleza insoslayable.
Cuando la arquitectura ?se volvió marxista
También en el Museo Franz Mayer se expone Hannes Meyer y la idea del diseño colectivo, retrospectiva del trabajo del arquitecto alemán.
Director de la Bauhaus en 1927 y 1930, como el texto de sala explica, su paso por la escuela seminal se vio oscurecido por su filiación izquierdista, específicamente marxista-stalinista.
El lema de Meyer durante su paso por la Bauhaus fue Las necesidades del pueblo en vez de las necesidades del lujo y fue fiel a él. Sus creaciones son especialmente comunitarias: conjuntos habitacionales, escuelas, teatros. Sus casas eran totalmente funcionales, en un estilo naturalista. No se imponían al paisaje, al contrario, seguían los patrones del entorno.
Junto con Hans Wittwer creó, en la década de los 20, el Palacio para la Liga de la Naciones en Ginebra, Suiza; un edificio que representara el ideal de armonía y modernidad de la institución, antecesora de la ONU. El diseño quedó en tercer lugar del certamen para crear el ?Palacio y eso le dio a ambos creadores prestigio mundial.
El arquitecto nunca trabaja solo , decía. Su obra es un trabajo cooperativo entre creador y comunidad, un equilibrio entre la libertad del capitalismo y la igualdad del comunismo: dos elementos disímbolos.
Meyer, después de su salida por la puerta de atrás de la Bauhaus, fue a Rusia y vino a México. En ambos países se le quedaron proyectos por cumplir: el infierno de la burocracia. En un aparte simpático, el texto de sala enumera a los personajes con los que Meyer congeniaba. Le gustaban Marx, Stalin, Lázaro Cárdenas. La caían mal Trotsky, Ávila Camacho y Miguel Alemán.
En la exposición hay varias fotos que documentan su paso por la Bauhaus. Son fotos cándidas, de jóvenes en ensoñación. Esa ensoñación era el ideal de Hannes Meyer, que creía en las ilusiones pero siempre esperaba traerlas a la realidad.
- Museo Franz Mayer
- Av. Hidalgo 45, Centro
- Martes a domingo, ?de 10 am a 5 pm
- Entrada: $50