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Arte e Ideas

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Taller Leñateros: construyendo un maravilloso mundo de papel

El colectivo editorial indígena que consiguió el reconocimiento nacional luego de 47 años de labor en favor del medio ambiente y de recuperar las tradiciones culturales de los pueblos originarios enfrenta la amenaza de ser despojados de  su sede en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

El reconocimiento nacional les llegó casi 50 años después. La editorial maya Taller Leñateros, con sede en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, ha construido un maravilloso mundo de papel, rescatando tradiciones ancestrales, como la obtención de tintes naturales, y plasmándolas con técnicas manuales de impresión en creaciones serigráficas, xilográficas, y grabados en papel y fibras naturales recicladas. Pero las joyas de su producción son sus libros, con tirajes que superan los mil ejemplares, totalmente hechos a mano, y que sorprenden porque provienen de una caja de basura o desperdicio y terminan en espléndidos ejemplares que maravillan a quienes visitan el taller.

Esta casa editorial colectiva, conformada en su mayoría por mujeres tzotziles y tzeltales, artistas, escritores, fotógrafos y poetas de los pueblos originarios de Los Altos de Chiapas, cumplirá el próximo octubre 47 años, y con el aniversario le llega el Premio Nacional de Artes y Literatura en la categoría de Artes y Tradiciones Populares, el máximo galardón que otorga el gobierno mexicano a la creación artística.

La vasta producción de Leñateros abarca libros, revistas, cuadernos, carteles, tarjetas tridimensionales, grabados, collages, papel para diferentes aplicaciones, y hasta prendas de vestir, que dan cuenta de la metamorfosis de las pilas de residuos que reciben al visitante en la casona de Flavio A. Paniagua N° 54, en el Barrio de Guadalupe de la antigua Jovel.

Hasta allá llegó El Economista. En el traspatio, mientras Javier Silverio, artista gráfico y director del taller, nos da el recorrido, Alicia menea la pasta de papel mezclada con flores de bugambilia y otras plantas en una tinaja con agua. Se escucha de fondo un reguetón de Wisin & Yandel, y Carmen exprime la pasta de cartón con la que elaborarán los forros de una publicación. Silverio monta una bicicleta que a fuerza de pedaleo mueve un molino oculto en una caja metálica capaz de triturar hojas de plátano, concha de coco, bagazo de caña, rastrojo de milpa, pita de maguey y otras fibras naturales, que servirán para fabricar papel. “Es nuestro invento”, dice orgulloso.

En otro momento, Susana vierte Nescafé en una olla con agua caliente, que luego incorpora en la batea donde nada una pulpa de cartón, que luego, en lienzos, se pondrá a secar al Sol en láminas de hojalata -grabados en relieve con un rostro indígena- para luego convertirse en la portada de Conjuros y ebriedades, cantos de mujeres mayas, su primer libro que ya va por la tercera edición y tiene el honor de ser prologado por Elena Poniatowska.

“Una conjuradora nace con el don. Desde niña arma en el suelo círculos mágicos aparecidos en sus sueños con florecitas y palitos. Habla con sus muñecas de trapo y las cura del moco invocando a Kajva/ Hermano del Trueno. Le pide que le busque un novio con caballo y milpa. En muchos conjuros se desea que el animal de uno no muera o no se enferme o no lo robe y se lo coma alguien. La cosmovisión maya indica que cada persona nace con su animal paralelo: hay quien tiene una serpiente compañera con cabeza de tijera y sabrá el arte de la costura, o un jaguar con cabeza de pajarillo silbador y será valiente, audaz y tendrá talento para la música y el canto”, se lee en interior de sus páginas.

Por el taller de sueños

En el pequeño jardín en cuyo alrededor se distribuye la casona de los Leñateros, desplanta un enorme árbol de aguacate, parece que cobija como un paraguas la labor artesanal de las mujeres que por esta temporada suelen mover sus manos con el sonido de la copiosa lluvia al fondo, o que la casa se achica bajo sus ramas, como apunta Ámbar Past, poeta y narradora nacida en Carolina del Norte, y nacionalizada en México desde 1985, quien junto con la vidente y sanadora tzotzil Maruch Méndes Péres dio origen en 1975 a este ‘Taller de Sueños’, nombre primero de este colectivo.

La labor editorial y de producción de papel del Taller Leñateros está literalmente arraigada en la tierra y se nutre del encuentro con la naturaleza. Así la describe Ámbar Past: “Entre sueños nos llegan ideas y diseños. Así es con los Leñateros: la Luna y Rayo nos regalan sueños para alumbrar el camino. Reciclamos nuestras visiones para convertirlas en arte; también reproducimos los sueños de otros, imágenes de los códices, de los sellos de barro prehispánicos, motivos de los tejidos y de la cerámica maya. De la tierra nos inspiramos: fotocopiamos el fósil de una hoja tropical, la superficie de un caracol marino (…) Retomamos técnicas de impresión manual: xilografia, cestografia, petalografa. Reinventamos el unicornio para que su cuerno pueda perforar el orificio de una cámara de cartón, según una técnica árabe del siglo XII, descubierta por el pintor Carlos Jurado, maestro y consejero ritual de los Leñateros”.

Y continúa: "En las hogueras hierven enormes ollas de totomoste, pita de maguey, tallos de gladiola, hojas de palma, trapos, enaguas viejas, huipiles reciclados, cepa de plátano para hacer papel. Hay canastas llenas de papiro, lianas, líquenes y musgo. Trituramos las fibras en un molino (…) tendemos el papel al sol y, mientras se seca, imprimimos poemas en hojas de roble y pétalos de pensamiento. Los alquimistas de la serigrafía trabajan de sol a sol, de luna a luna; transformando la luz natural en imágenes de color bugambilia. Cortamos, doblamos, costuramos, pegamos, prensamos, envolvemos. Publicamos una revista literaria, un códice rupestre conocido como La jícara, en la que aparecen traducciones de lenguas indias, testimonios, diarios de forasteros, xilografias, petroglifos y cosas raras. Y un libro de hechizos incluyendo uno para vivir muchos años…”

Los orígenes

Javier Silverio, artista zapoteco nacido en Juchitán, Oaxaca, unió su destino a los Leñateros hace muchos años, cuando Ámbar Past lo invitó a nutrir el taller con su trabajo como grabador y serigrafista. Se sabe todos los trucos de las técnicas manuales de impresión, también sobre cómo conseguir el papel marmolado, o lograr la tonalidad deseada utilizando la flor de pensamiento, que al contacto con la luz del Sol ofrece una variada paleta de tonos verdes; e incluso sabe cómo obtener mayor elasticidad y resistencia en los lienzos que los artistas plásticos demandan para sus obras.

Petra Hernandes, poeta y narradora tzotzil, habitante de un paraje de Chamula, es cofundadora e integrante de la mesa directiva, pertenece al colectivo desde que era una niña, junto con su  madre Sebastiana. Sabe costurar, encuadernar, despacha en la librería del taller, plasma sus sueños en dibujos que luego serán grabados, pero, sobre todo, recoge las voces y tradiciones de su pueblo y los transforma en poemas. Ella es coautora del libro "Conjuros y ebriedades, cantos de mujeres mayas", una antología de cantos mágicos y pinturas rituales de mujeres tzotziles de los Altos de Chiapas.

Antes de la tormenta que ese día nos mojó los pies y en compañía de un gallo llamado ‘Pancho’ que pasea por el jardín, Javier y Petra se sientan a platicar con este diario, para contarnos los orígenes de Leñateros y cómo recibieron la noticia del premio.

“El taller nació fundamentalmente con dos pilares: rescatar, reivindicar y enaltecer el arte de nuestros pueblos originarios, particularmente del pueblo maya; la Conquista intentó acabar con la cultura de nuestros pueblos, pero se recrean nuestras culturas; nuestros pueblos originarios están vivos a pesar de la Conquista, a pesar de la discriminación y el racismo, se siguen expresando culturalmente, a través de la poesía, la narrativa, el rescate de las tradiciones, la gráfica; el segundo pilar es hacer la producción del taller respetando a nuestra madre Tierra, tratando de ser consecuentes con el medio ambiente y contaminar lo menos posible, por eso se nació la idea de hacer toda la producción del taller con papel y fibras naturales reciclados”, resume Silverio.

Petra nos cuenta que ella llegó de la mano de su mamá, quien por los años 70 pertenecía a la organización textil Na’Jolobil. “Ámbar estaba también allí apoyando a las mujeres a buscar mercado, veníamos a la reunión cada 15 días desde Epalchén, y cuando no alcanzábamos el camión para regresar, Ámbar nos recibía en su casa. Yo veía que ella estaba como jugando en el agua con el papel, y yo le dije que ‘entonces yo también quería hacer’, luego cosíamos a mano unas libretitas chiquitas, y así, al día siguiente nos íbamos a nuestra casa, y ya como a los tres años se hizo el taller y yo le pedí trabajar en él, y así comencé”.

Leñatera casi por nacimiento, es ella quien explica por qué se denominan Leñateros: “Salíamos al campo a juntar hojas secas, las ramas caídas, ahí nació el nombre”.

Javier cuenta cómo al principio los miembros del taller, que llegaron a ser hasta 40 en la última década del siglo XX, tuvieron que aprender la técnica del reciclado y abrir “una escuelita de tintes naturales”, donde las mujeres como Petra, sabedoras de las propiedades de las plantas, han hecho hasta la fecha una contribución muy útil para el teñido del papel y las fibras.  Para ella eso es tan cotidiano como poner a hervir el agua. Lleva puesta una nagua de lana negra típica de Chamula, y refiere que para teñirla se requieren tres días de remojo y cocción en una mezcla de tierra negra llamada Ik’alum, que se recoge en las orillas de los ríos, y una planta que ella conoce como Ch’a te (hierba amarga).

“Nosotros intentamos rescatar esas técnicas para hacer eso mismo con el papel o con las fibras, lo mismo que para hacer el hilo con el que encuadernamos o trenzar las fibras”, completa Javier.

Sorpresa y amenaza de despojo

Esta labor de 47 años, de rescate y preservación de la cultura indígena, y de producción editorial y artística, en la que se han empeñado leñateras y leñateros, ahora compuesto por alrededor de 15 miembros permanentes, que ha sobrevivido a las crisis y al señorío de las tecnologías, recibirá el Premio Nacional de Artes y Literatura. “Es una sorpresa que nos dieron, nos quedamos sin palabras, porque varias veces metimos papeles para ayuda, y no, no salía, hasta ahora, que nos quedamos sorprendidos”, nos dice Petra.

“Tan sorprendidos, que apenas nos preguntaron ‘y qué van a hacer con el dinero’; para empezar honestamente no sabemos cuánto es (…) Nos hablaron del Fonca, nos felicitaron, nos pidieron papeles y los estamos juntando para mandarlos, pero no nos dieron mayores detalles”, secunda el director.

Es oportuno decir que el premio está dotado de 823 mil pesos, más un diploma firmado por el presidente de México, una medalla de oro y la calidad de creadores eméritos en el Sistema Nacional de Creadores.

Leñateros no cuenta con ningún tipo de subsidio, ni gubernamental ni privado, se sostiene de la venta de sus productos, y ahora que la fortuna y la justicia los ha puesto en los ojos de todo México, apelan a la buena voluntad de los amantes del arte gráfico y las letras. Porque hay otros papelitos que también se reciclan, no disueltos en agua, sino invertidos en proyectos que se convertirán en piezas de arte editorial, como la publicación de un “un libro muy hermoso que se llama “Mamá Luna, nene Sol”, que narra la cosmovisión tzotzil sobre la creación del Sol”, y que sueñan con publicar para celebrar su 50 aniversario, comparte Javier Silverio.

Destacan en su catálogo de publicaciones, todas acompañadas de arte gráfico, además de “Conjuros y ebriedades, cantos de mujeres mayas; “Diccionario del corazón”; “Bon, tintes naturales”, un manual bilingüe sobre tintes tradicionales mayas; “La jícara”, con nueve números editados en forma de códice, premiada y reconocida como ‘la revista más bella de México’; “El bosque de colores” y “Bolom Chon”, dos libros infantiles de singular belleza; y “Portal maya portátil con tres hechizos de bolsillo”, que más que un libro es una pieza de arte objeto que guarda en su interior tres diminutos volúmenes que compilan “ Hechizos de amor”, “Hechizos para matar al hombre infiel” y “Sortilegios para vivir muchos años”.

Pero no todo es miel sobre hojuelas. El Taller Leñateros libra una batalla legal para no ser despojado de su sede: la casona que compraron de buena fe hace cuatro décadas a su propietario, de acuerdo con la costumbre, honrando la palabra. Don Remigio, quien les rentaba la finca y luego se las vendió, era asiduo al taller y amigo del colectivo. “Aquí venía todos los días a tomar café”, recuerda Javier.  Al morir, sin dejar en regla las escrituras, sus familiares intentaron desalojar al colectivo. No lo consiguieron porque ganaron el juicio en dos instancias locales, pero los supuestos herederos, propietarios de otras fincas y con mucho dinero en los bolsillos, apelaron a la justicia federal, con sede en Tuxtla Gutiérrez, y lograron que un juez invalidara los dos fallos anteriores a favor del colectivo. Hoy, los merecedores del Premio Nacional de Artes y Literatura están en la cuerda floja, emplazados y amparados, esperando el apoyo de las autoridades federales y estatales (el Poder Judicial de la Federación, la Secretaría de Cultura y el Gobierno de Chiapas) para que el derecho los asista, la justicia les conceda razón, y así lograr mantener su propiedad, para seguir construyendo su maravilloso mundo de papel.

Contacto:

  • Facebook: Taller Leñateros
  • Instagram: @tallerlenateros
  • Teléfono: 967 678 5174

francisco.deanda@eleconomista.mx

kg

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Editor de Arte, Ideas y Gente en El Economista. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Filosofía Social, por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Especialista en temas de arqueología, antropología, patrimonio cultural, religiones y responsabilidad social. Colaboró anteriormente en Público-Milenio, Radio Universidad de Guadalajara y Radio Metrópoli, en Guadalajara.

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