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Teatro Juárez, el refugio de fantasmas
Inaugurado el 27 de octubre de 1903, el Teatro Juárez de Guanajuato es cuidado por Don Leo, hombre de edad avanzada quien jura que en ese recinto hay fantasmas y espantan.
Levantado en el predio donde siglos antes fue edificado el primer convento de franciscanos descalzos o dieguinos, e inaugurado el 27 de octubre de 1903, el Teatro Juárez de Guanajuato es cuidado por Don Leo, hombre de edad avanzada quien jura que en ese recinto hay fantasmas y espantan.
Don Leo lleva en ese puesto la friolera de 35 años. Su humilde aspecto es el de un decano buena gente; habla pausadamente pero con gran seguridad, es modesto en su forma de vestir, pero sus prendas están limpias.
Antes yo no lo creía, pero el tiempo me ha convencido de que, en efecto, aquí hay fantasmas que espantan .
De pronto, su rostro y su voz se tornaron adustos al iniciar la narración de origen sobrenatural y extraordinario. Una vez yo venía del foro hacia la salida que da a la Sala Principal y observé a una persona delante de mí. Me detuve en una alacena donde guardo mis cosas y en un abrir y cerrar de ojos ya no vi a esa persona .
Tras comentar lo anterior y con la voz temblorosa, Don Leo recordó que se asomó por detrás del telón principal y no observó a nadie. Se me hizo raro que tampoco hiciera ruido alguno, bajé del escenario y pregunté a mis compañeros si alguno de ellos había estado en el foro, pero ninguno había subido ni vio a persona alguna .
Esa persona que se esfumó en el aire es recordada por el vigilante del teatro como alguien absolutamente normal, vestido a la vieja usanza de quienes trabajan tras bambalinas en el Juárez. Parecía un compañero como cualquiera de nosotros. Lo vi por primera vez hace 12 años y todavía, de vez en cuando, lo vuelvo a mirar .
Otra realidad que pudiera parecer ficción, de no ser por la seriedad que siempre lo ha caracterizado, es la que Don Leo contó con los ojos bien abiertos. A veces por la tarde, cuando ya trabajé todo el santo día, me siento en el foyer para descansar unos minutos, nada más unos minutitos ( ) y es cuando llega ese extraño aroma .
Según el entrevistado, sucede cuando el teatro está vacío, cuando no hay función y todo permanece en aparente calma. De repente me llega un olor como a flores, es vientecillo con cierta fuerza que no logró explicar, porque estando puertas y ventanas cerradas, corre de un lado esparciendo un olor a flores, creo, de muerto .
En otra ocasión, prosiguió el viejo Don Leo, en sus relatos para Notimex, estaba en las varas contrapesadas de la maquinaria teatral calibrando unas varas con la ayuda de otro compañero. Entonces, mi camarada de faena me hizo ver que una vara no quería ajustarse, que le daba mucho trabajo para poder calibrarla .
Al proseguir con su crónica, Don Leo aseveró convencido: A la hora en que él echó las piernas hacia abajo, para quedar sentado en las varas, escuchamos que abajo, sobre el escenario, alguien se quejó con un alarido desgarrador, como si le hubieran provocado un intenso dolor. Alguien gritaba con un gran sufrimiento .
El cuidador del inmueble centenario juró y perjuró que cuando ambos bajaron de las varas contrapesadas corrieron a ver si alguien estaba herido, si alguno de sus compañeros había sido lesionado con la involuntaria caída de alguna herramienta o algo así, sin embargo, añadió, abajo todo era normal y nadie escuchó nada .
Turbado por los vívidos recuerdos, el custodio del Teatro Juárez suplicó ya no hablar del tema. Quienes estaban junto a él, con una mirada que imploraba la comprensión del reportero, solicitaron lo mismo. Le llevó unos minutos a Don Leo recobrar la normalidad y ya con otro ánimo, habló sobre el hermoso edificio.
Celebró que en octubre próximo vaya a cumplir 111 años de existencia y que en ese tiempo haya pasado de ser una clara referencia urbana, que en sus albores respondió a la necesidad de la burguesía porfiriana de verse y ser vista en un auto convencimiento de prosperidad y paz social, a fuente de cultura para todo mundo.
A pesar del inexorable paso del tiempo, el Teatro Juárez se mantiene funcional, vigente y fastuoso. Lo anterior no es, sin embargo, gratuito. Obreros, técnicos y otros especialistas se encargan de mantenerlo así permanentemente , dice Don Leo, quien sostiene haber pasado esos 35 años de su vida con gusto y trabajando.
Una mirada al pasado indica que la construcción del Teatro Juárez inició en 1873, bajo los auspicios del general Florencio Antillón, en los terrenos ocupados originalmente por el antiguo convento de San Diego de Alcalá, desmantelado en 1861 tras la desamortización de los bienes eclesiásticos promovida por Juárez.
La serena monumentalidad clasicista de que hace alarde el Teatro Juárez en su espléndido pórtico, así como las eclécticas soluciones de sus interiores espacios complementarios, fue vista en los inicios como una intrusión arquitectónica en el entramado urbano de la población, más no por ello deja de ser una belleza real.
A lo largo de los 31 años y pico que duró su construcción, sobresalió el nombre del arquitecto Antonio Rivas Mercado, quien realizó estudios en la Escuela de Bellas Artes, en París, y fue autor de importantes obras durante el Porfiriato, entre las que destaca la Columna de la Independencia, en la noble Ciudad de México.
Desde entonces resplandece el eclecticismo que puede entenderse a través de una afortunada yuxtaposición de estilos que van desde el depurado neoclásico de su fachada hasta la fantástica recreación mozárabe de su sala, sin dejar de lado la influencia francesa evidente en su elegante foyer de cubierta de acero y cristal.
Don Leo pide ir por partes. El proyecto original del pórtico de acceso fue del arquitecto José María Noriega, de estilo clasicista, que metafóricamente sería el reflejo de la opulencia guanajuatense durante la presidencia del oaxaqueño Porfirio Díaz, pero luego fue modificado, como se ve hoy, por el arquitecto Rivas Mercado .
Describe: Se llega al acceso por una escalinata flanqueada por grandes faroles y esculturas de bronce que representan a dos leones sedentes, obras del afamado escultor porfiriano Jesús Contreras. Destaca un generoso entablamento cuyo friso decorado con guirnaldas ostenta en su parte central la leyenda ´Teatro Juárez .
El vestíbulo es un bellísimo espacio conformado por 12 columnas dispuestas en cuatro grupos que sostienen una cubierta resuelta por una interesante estructura de acero y cristal que sin duda constituyó una proeza constructiva para su tiempo. La calidad y elegancia de los materiales le dan una personalidad única , subrayó.
El Teatro Juárez cuenta con una cantina que constituye un espacio que merece ser apreciado por la belleza y calidad de su diseño. Es sin duda una de las obras de ebanistería mejor logradas con que cuenta el inmueble. Su mobiliario de madera labrada incluye barra, contra-barra, estantería y alacenas articuladas , añadió.
La escalera de honor es una estructura realizada totalmente en acero por la que se accede al salón foyer y sus espacios complementarios. Destacan en el área de los descansos dos espléndidas esculturas de mármol que representan alegorías de la danza y la música, y una enorme pintura con el escudo de armas de Guanajuato.
De ahí, uno pasa a la sala de espectáculos cuya belleza responde a su decoración basada en uno de los estilos historicistas denominado Neomudéjar, mismo que en el momento de construcción del teatro fue ampliamente empleado en México con el nombre de arte árabe; la planta de la sala responde al estilo de herradura , dijo.
El foyer o salón de recepciones está en la planta alta, sobre el vestíbulo. Llama la atención su piso de fierro y cristal que no es otro que la cubierta del vestíbulo de la planta baja. Su mobiliario procede de la misma casa de muebles parisina que los correspondientes al salón tocador usado por las pudientes señoras porfirianas.
Entre sus valores tiene el ser testimonio de las etapas históricas durante las que fue construido. Al tiempo que testimonia la búsqueda de caminos arquitectónicos nuevos y el uso de materiales modernos, el Teatro atendió, como hasta ahora, la vocación de ser escenario de las más elevadas manifestaciones culturales del país.