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Telenovelas venezolanas sufren crisis y están a punto de desaparecer

De ser una pujante industria durante aquellas décadas, al producir hasta 12 novelas al año, el país alcanza con suerte a realizar una.

La industria de las telenovelas venezolanas, que conquistó mercados internacionales entre 1960 y finales de la década de 1990, se encuentra ahogada por la severa crisis económica que atraviesa el país, y tras experimentar un desplome paulatino en los últimos 20 años.

De ser una pujante industria y  producir hasta 12 telenovelas al año, Venezuela alcanza hoy, con suerte, a realizar una. Algunos de sus escritores y productores atribuyen la gradual caída a la llegada al poder del fallecido presidente Hugo Chávez.

Kassandra, de la cubana Delia Fiallo; Por estas calles del venezolano Ibsen Martínez, y Las Amazonas de César Miguel Rondón, fueron algunas de las telenovelas que Venezuela vendió durante los 80 y 90 y que incluso se tradujeron a otros idiomas.

“En esa época no era sólo que tenías rating, es que la gente vivía las telenovelas”, dijo el escritor Rondón, que indicó que las superproducciones venezolanas se caracterizaban por ser irreverentes y atrevidas.

“Los colombianos venían para aprender de nosotros, los españoles aprendían de nosotros y mira la morena (ventaja) que nos sacaron”, continuó.

Para el también comunicador, que dejó de escribir telenovelas a inicios del 2000 por la censura que comenzó a aplicarse a sus proyectos, según asegura, telenovelas venezolanas exitosas como estas no se van a hacer en mucho rato.

Esta opinión también es compartida por Leonardo Padrón, creador de varias superproducciones que tuvieron éxito en el país, como Cosita Rica entre el 2003 y el 2004 y Ciudad Bendita en el 2006, quien no dudó en afirmar que el desplome de la industria “tiene nombre y apellido, y se llama Hugo Chávez”.

“Y esto no es juicio de valor, es un juicio de hecho”, defendió el escritor, un duro detractor del chavismo, al señalar que el cerco a la industria vino con la implementación de la Ley de Responsabilidad Social para Radio y Televisión, una norma establecida en el 2004, que regula el contenido de la televisión.

Padrón, creador de Amar a Muerte, que actualmente se transmite en México, señaló que la ley no fue “más que un sistema de dominación de la libertad de expresión”.

Padrón relató que mientras escribía Cosita Rica para Venevisión, una novela que estaba ligada a la realidad nacional y en la que se iban reflejando eventos que ocurrían en el país, el canal recibió llamadas del gobierno para limitar las escenas.

“Cosas incluso tan absurdas como que los personajes no hablen de la inseguridad de la ciudad. Por ejemplo, la protagonista va a salir a una fiesta a encontrarse con el protagonista de noche y la mamá le dice: mucho cuidado que la ciudad está muy insegura”, agregó, y apuntó que él nunca se censuró y dejó esta tarea al canal.

El también periodista exiliado en Miami añadió que el golpe más duro contra esta industria ocurrió con el cierre por decisión gubernamental de una de las principales casas productoras, responsable de muchos éxitos televisivos, el canal Radio Caracas Televisión (Rctv) en el 2007.

Desde ese año, el desplome de la industria se aceleró al punto de que entre el 2014 y el 2015, con el avance de la crisis económica, la competencia de Rctv, Venevisión, fue cerrando los contratos a sus escritores, entre ellos Padrón, Martin Hahn y Mónica Montañés. Entonces se producían tres telenovelas al año.

Durante el 2018, Rctv, que aún opera como casa productora para canales en el país como Televen o IVC, produjo una telenovela a duras penas y sin las inversiones que hacen industrias como México, con las que compitió Venezuela en su mejor momento, según sostuvo su vicepresidente de producciones, José Simón Escalona.

Escalona señaló que el cierre del canal fue un punto crucial para las producciones. Consideró que el desplome de la industria ocurriría de igual forma por la grave crisis económica, “porque la lógica es que se ha desplomado el país”.

Ante estas condiciones, escritores, productores, guionistas, ingenieros y actores venezolanos de larga trayectoria también pasaron a formar parte de la diáspora venezolana, hoy de 3 millones, según la ONU.

Algunos de ellos han tenido la suerte de trabajar en su área, pero otros han tenido que dedicarse a ejercer otras profesiones, y tanto Padrón, como Rondón y Escalona, no dejan de tener esperanza en que algún día, cuando cambie el gobierno, las telenovelas venezolanas vuelva a acaparar los mercados internacionales.

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