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Una treintona en el Corona
El festival de rock es un encuentro pintoresco de la chaviza chilanga.
El cartel reza: “Jesus Christ is better than cannabis”. Está en la entrada del Autódromo Hermanos Rodríguez. Es del activista cristiano que anda por la ciudad difundiendo la palabra de Dios.
No sé si Jesús quiera ser comparado con la mota, lo que sí puedo decir es que el Corona Capital es un fumadero gigantesco.
El Corona Capital es el gran acontecimiento de rock en nuestra ciudad. No soy experta en festivales (de hecho había renunciado a ellos hace unos años), pero esta edición del Corona es de gran calidad.
Y aquí vamos. Hasta creen que iba a llegar a las 2 de la tarde para ver todo el cartel. Estos viejos huesos ya no están para esas. Llego a las 5 pm, a tiempo para ver a una de las bandas más recomendadas: Mogwai. Los escoceses postrockeros son geniales. Pero no es un grupo de festival. Pronto el público se aburre. “¡Tachas y muchachas!”, grita el tío de alguien queriendo armar desmadre. Fracasa. Tengo ganas de oír a Mogwai a solas en mi estudio, una botella de whisky al lado y ganas de sobrevivir el holocausto nuclear.
No sé qué decir del público. Es joven, pero creo que estamos viviendo el fin del hipster. Gracias a Jesús la gente ya no está tan obsesionada con grabar cada instante de los conciertos con su celular. La gente era “normal”. Los mismos que te hubieras encontrado en un festival hace seis años. No sé si soy millennial, porque en el stand donde dan las pulseras que lo acreditan a uno como mayor de edad para comprar alcohol me echan una mirada rápida y me dicen que no hace falta. Huesos viejos, huesos viejos.
Alcohol, así como la mota, hay para tirar y desperdiciar. El festival es una pequeña ciudad amueblada por patrocinadores. Y tiene una cultura de privilegio tremenda: si uno es tarjetahabiente de cierto banco tiene derecho a baños más limpios y a un lounge bastante aburrido.
Hechizada por PJ Harvey
Pero lo que importa es la música. A continuación una de las razones por las que compré boletos este año: Polly Jean Harvey, la invencible PJ Harvey. Qué grande, qué grande es Polly Jean. Entra con una banda de guerra al escenario y la convierte en una sinfonía postpunk. Harvey es una druidesa sin edad que arroja hechizos sobre nosotros. Me siendo honradísima de haber estado presente para verla.
Por supuesto, en un circo de cinco pistas como el Corona, ir a un acto significa perderse otro. Llegamos tarde a Cage the Elephant, pero vimos lo suficiente para darnos cuenta que dieron un showzaso. El vocalista está desnudo y le caen pedacitos de papel del cielo. El público está súper prendido: el rock es mejor que la mota.
La noche se acaba con The XX, que yo pensaba que se verían perdidos en un escenario al aire libre y la verdad es que son una bandota. Su música es hermosa. Quisiera tener mejor término, pero es de una gran belleza que conmueve. Y al mismo tiempo son una banda de festival, es decir, pueden tocar en un gran espacio lleno de miles de personas y no perderse en escena.
El acto estelar del primer día del Corona fueron los Foo Fighters, pero decidimos dejar ahí a Dave Grohl y compañía desgañitándose solos, porque ya no tenemos 20 y porque los Foo son una de las bandas más sobrevaloradas de la historia. There, lo dije. Tendré que renunciar a mi puesto en el sindicato del grunge.
Bueno, es hora de agarrar valor para lanzarme a la segunda sesión del Corona. Tengo miedo de que mis piernas me obliguen a renunciar a Green Day, a medianoche. Pero no, nada. El punk me sostendrá. Creo que voy a pedirle una fumada al vecino. Después de todo, la mota se puede equiparar a Jesucristo.