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¡Adiós, Viridiana!
La primera actriz falleció este jueves a los 93 años. De dotes histriónicos notables, desde muy pequeña, Silvia Pinal se abrió paso en el mundo del teatro, el cine y la televisión. Su audacia fue fundamental para rescatar la cinta Viridiana de la destrucción que pretendió la dictadura franquista.
Silvia Pinal. ¿Hasta dónde abarcan las palabras para hacer justicia sintáctica sobre lo que esta primerísima actriz obsequió a México y al mundo?
La Pinal fue –es– una de esas personas en cuya aura se gesta la mitología. Alrededor, a través, por la intervención de Silvia Pinal se cuentan grandes anécdotas de nuestra historia cultural. Son tantos sus rostros y todos ellos son una sola, la actriz, la presentadora, la voz, el pilar, la diva del cine, el teatro y la televisión mexicana.
Esa luz se apagó este jueves a las 5:50 de la tarde en un hospital de Ciudad de México, a los 93 años, de acuerdo con TelevisaUnivisión, empresa para la que trabajó por décadas.
Su semblanza es en sí misma, sin esfuerzos, un vistazo al olimpo de la clase intelectual, empresarial, artística y política mexicana del siglo XX.
Rubén Rojo, Manolo Fábregas, Carlos Pellicer, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Luis Manuel Pelayo, Rafael Banquells, Mario Moreno “Cantinflas”, Ernesto Alonso, Emilia Guiú, Arturo de Córdova, Luis Buñuel, Diego Rivera, Emilio Azcárraga Milmo, Enrique Guzmán y Tulio Hernández. Es solamente un puñado de nombres que cruzaron definitorios caminos como maestros, amigos, confidentes, confabuladores de Silvia Pinal.
De vocación histriónica
Guaymense de nacimiento, la vida de Silvia Pinal Hidalgo (16 de septiembre de 1931) es un ramillete de mitos desde sus primeros años. Su madre, María Luisa Hidalgo Aguilar, le dio nacimiento cuando tenía 15 años, producto de la relación con el director de orquesta Moisés Pasquel, quien, sin embargo, no reconoció la paternidad. En cambio, quien asumió el cuidado y educación de la pequeña Silvia fue el periodista, militar y político Luis Pinal Blanco.
Desde muy pequeña, Silvia Pinal se interesó por el bel canto y el arte histriónico. Fue una de las egresadas distinguidas de la Escuela de Arte Teatral de Bellas Artes y en 1947 debutó profesionalmente como una shakespeariana en la obra Sueño de una noche de verano, que fue un punto sin retorno en la trayectoria estelar, por no decir estratosférica –vale la pena la hipérbole–, de Silvia.
Después vinieron obras como Los caprichos de Goya (1947), bajo la dirección de Rafael Banquells, con quien se casó a los 17 años; Fausto y Margarita (1949), Don Juan Tenorio (1950), La loca de Chaillot (1950), Anna Christie (1955), Ring ring llama el amor (1958), entre otras.
Para entonces, La Pinal empezó a trabajar en el cine, de manera natural. Trabajó en varias películas protagonizadas por otra leyenda, Pedro Infante, como La mujer que yo perdí (1949), Un rincón cerca del cielo (1952), Sí, mi vida (1953) y El inocente (1956). Se rumoraba, hasta que la actriz confirmó en su autobiografía, que Infante la pretendió.
Filmar Viridiana fue un hito
Fue a principios de la década de los 60 que Pinal, junto a su segundo marido, Gustavo Alatriste, y el cineasta aragonés Luis Buñuel –quien vivía en el exilio en México debido a la dictadura franquista en España– comenzaron a confabular para lograr la filmación de una cinta fundamental de la cinematografía universal: Viridiana, basada en la novela Halma (1895), de Benito Pérez Galdós.
Sin embargo, la puesta en marcha de la cinta no fue fácil, dado que Buñuel era considerado persona non grata para el régimen de Franco, por lo que enfrentó todas las trabas de la censura.
Cuentan los libros que la cinta fue considerada “artísticamente insuficiente”, por lo que la Junta de Productores Españoles se negó a presentarla para competencia en el Festival de Cannes de 1961. No obstante, fue el propio encuentro fílmico el que invitó el filme para incorporarse a la competencia. Cuenta la leyenda, una más de todas las que decoran la vida de La Pinal, que de España salió una copia definitiva con escenas que ninguna autoridad censora había visto.
La cinta fue presentada en el último día del festival. Su recibimiento fue tan positivo que el jurado, pese a que ya había fallado por otra cinta, se volvió a reunir para decantarse por Viridiana como ganadora de la Palma de Oro ex aequo con el filme Una larga ausencia, del francés Henri Colpi. Por cierto, entre el jurado se encontraba el actor mexicano Pedro Armendáriz.
Tras el triunfo de la cinta en Cannes, el periódico del Vaticano, L'Osservatore Romano, la calificó de “blasfema” y la dictadura franquista ordenó la destrucción de todos los negativos. La propia Silvia Pinal confesó en varias ocasiones que logró salir del país ibérico con una copia. El filme pudo exhibirse en España casi dos décadas después, una vez derrocado el régimen.
Pinal trabajó para dos cintas más de Buñuel, El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1964).