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Arte e Ideas

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En Bellas Artes, el relato de la revolución impresionista

Con un total de 45 obras de artistas como Claude Monet, Edgar Degas, Vincent van Gogh o Paul Gauguin, las salas Nacional y Diego Rivera muestran varias pinturas que un día no fueron bien recibidas, pero que después provocaron una transformación de vanguardias.

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El origen de las exhibiciones de arte a las que hoy en día cualquier persona puede ingresar por el costo de un boleto, es producto de una revolución y, para ésta, de un acto de rebeldía en el siglo XIX.

Se inventaron en 1874, en París, por la no tan bienvenida irrupción de los pintores impresionistas. Antes de ellos, todo era muy diferente. Las exposiciones se realizaban en los salones de arte para los que había jurados sumamente estrictos y conservadores.

Cuando se escucha sobre la corriente artística del impresionismo se piensa en artistas famosos, que gozaban de todo el privilegio y el reconocimiento de la sociedad parisina de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Pero esto está muy alejado de la realidad. Los ahora llamados impresionistas estaban marginados y, por esto, desde sus prácticamente nulos privilegios revolucionaron la manera en la que se asimilaba el arte en Europa.

Así arranca la historia bien trazada que nos cuenta el Museo del Palacio de Bellas Artes a través de la exposición La revolución impresionista: de Monet a Matisse del Museo de Arte de Dallas, que exhibe 45 piezas de 26 artistas en las Salas Nacional y Diego Rivera, entre ellos, Claude Monet, Camille Pisarro, Edgar Degas y Paul Signac, así como otros pintores que tuvieron en el Impresionismo un fundamento para generar pequeñas revoluciones modernistas, pintores como Vicent van Gogh, Henri Matisse, Paul Gauguin y Edvard Munch.

Todas las piezas, provenientes de la colección Museo de Arte de Dallas, permanecerán exhibidas para el público desde este 25 de marzo y hasta el 27 de julio. Previamente a la gran apertura, la jefa de curaduría e investigación del museo texano, Nicole R. Myers, ofreció un recorrido con las claves para la apreciación de este relato pictórico.

“Estos artistas compartían las mismas inquietudes estéticas, estaban interesados en los temas de la modernidad (la evolución tecnológica del sigo XX), pero también querían dar la espalda a la manera convencional de cómo se asimilaba una pintura ejecutada de acuerdo con la Academia de Bellas Artes en Francia. En 1874, su estilo era demasiado controvertido, muy radical. En realidad, era demasiado innovador para ser apoyado por el Estado que operaba la Academia de Arte. Pero un joven artista en París tenía que lograr que se exhibiera su obra y así pasar por la prensa y encontrar la clientela, que los coleccionistas compraran su obra para poder mantenerse”, explicó

Pero, ¿cuál era la diferencia pictórica?

En una época en la que una obra al óleo ejecutada en su totalidad era aquella que prácticamente imitaba la realidad y trataba de minimizar el trazo personalizado del autor, un trabajo impresionista se consideraba generalmente inacabado. Así inicia la narración histórica de este movimiento artístico que sigue cautivando al público, con un par de obras que dan muestra de la irrupción propuesta por este grupo de artistas rebeldes, fuera de la norma. Se trata de los óleos sobre tela Le pont Neuf (1871), de Monet, y Place du Théâtre Français (1897), de Pisarro.

En su obra, Monet, entonces de unos 30 años, reprodujo la bulliciosa vida citadina de la capital francesa, con la gente caminando sobre la calle dibujada apenas con pinceladas, lo mismo que los carruajes y un bote surcando el Sena mientras despide el vapor que le impulsa. Detrás, los edificios parisinos apenas sugeridos por el pintor. Es una escena lejos del naturalismo imperante, pero sugiere la realidad con maestría.

Algo similar sucede con la obra de Pisarro, quien pintó la escena de la Place du Théâtre Français desde la perspectiva en su habitación del Grand Hótel du Louvre, con personas y carruajes que apenas y se distinguen entre la bruma de la ciudad. Esta obra, así como muchas otras de la época, es el ejemplo perfecto de aquellas a las que se les catalogó como simples bocetos e insuficientes para los estándares académicos.

¿Qué más provocó el impresionismo?

La exposición se divide en cuatro núcleos: Rebeldes con causa, Notas de campo, Efectos secundarios y Para siempre. Hacia los últimos dos núcleos, la exhibición muestra los trabajos de artistas que a partir del Impresionismo encontraron otras maneras de expresar el arte, vías totalmente divorciadas de los cánones estéticos predominantes y el juicio condenatorio de las instituciones conservadoras. Estas vías sentaron las bases incluso para otras corrientes herederas, como el cubismo y el fauvismo.

El impresionismo permitió que otros rompieran las normas con decisiones pitóricas, como la separación de los colores dentro de las escenas, que comenzaran a experimentar con la abstracción. El resto, es historia trascendental del siglo XX.

“Mi esperanza es motivar en el público un espíritu no condescendiente con el arte, porque el arte que nos es familiar hoy, que es popular, no significa que siempre lo fue. Pero éste sigue siendo un reto. Así como esta revolución que los artistas comenzaron en los años 1870, sigue habiendo nuevas experimentaciones, ensayos y visiones sobre el arte”, concluyó la curadora de la muestra.

Gráfico EE

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