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Arte e Ideas

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Construirán y “demolerán” un Teatro Juárez de cartón

El artista francés Olivier Grossetête instaló un taller en Guanajuato, en el marco del Cervantino, desde donde se fraguan las piezas de una enorme reproducción del edificio emblemático que luego será derribado por el público. “Es devolverle la arquitectura y el poder al pueblo”, señala.

El artista...

El artista francés Olivier Grossetête planea construir una reproducción de unos 12 metros de altura del Teatro Juárez.Foto EE: Ricardo Quiroga

Es la cancha de basquetbol techada de la Unidad Deportiva Juan José Torres Landa, a las afueras del centro de la ciudad de Guanajuato. Este espacio cerrado se ha convertido en un cuartel, un lugar de confabulación. El artista francés Olivier Grossetête (París, 1973) instaló aquí su taller de construcción efímera al que toda la gente de la región está invitada. El plan es construir una reproducción de unos 12 metros de altura del Teatro Juárez, pero hecha sin nada más que pliegos de cartón ensamblados con cinta canela.

Calza un híbrido entre huaraches de cuero café y zapatos abiertos. Esta misión requiere de cierta comodidad o libertad de movimiento para desplazarse, construir, cargar y montar grandes bloques de cartón, y tenderse sobre el suelo si es necesario.

El graduado de la École des Beaux-Arts, en la capital francesa, se apoya sobre las rodillas para asegurarse de que las piezas tengan la alineación vertical adecuada para que embonen perfectamente. Después de todo, se trata del basamento de una de las 12 columnas de tipo dórico que replicarán a aquellas monumentales que sostienen la fachada ecléctica del Teatro Juárez, emblema de esta ciudad.

El tiempo es crucial. Todo tiene que estar listo y adherido a más tardar el martes para, al próximo día, ser trasladado a la llamada oficialmente como Plaza Hidalgo, pero bautizada popularmente como Los Pastitos, una zona abierta donde la gente de la comunidad está convocada para ensamblar esta enorme pero vulnerable estructura.

Desde el año 2000, Olivier Grossetête se ha dedicado a viajar por el mundo, encabezando proyectos de construcción monumental participativa, hasta sumar más de 300 enormes edificios construidos —y luego derribados—, desde una pequeña casa de dos aguas con chimenea en los Alpes franceses en 2012, pasando por la minuciosa reproducción de una catedral en Nueva Zelanda en 2017 o de las torres neoclásicas de la Catedral de Guadalajara, en 2016, hasta enormes puentes flotantes y suspendidos en el aire en su natal Francia durante 2015.

“Es un embalaje de la arquitectura”

“La elección del Teatro Juárez es porque tiene muchas columnas y este aspecto lo vuelve muy interesante para reproducir. Ahorita precisamente lo que estamos haciendo es crear una especie de base o mecanismo para que las columnas tengan estabilidad, porque si nada más las montamos así, la estructura corre el riesgo de caer”, comenta Grossetête, de pelo alborotado y playera azul, quien accede a tomar una pausa para atender a El Economista.

Por todas partes, el artista ha hecho pegar hojas impresas con los planos generales en colores distintos según las piezas que hay que armar y dejar listas y catalogadas para su posterior montaje.

Planos

Planos de la reproducción diseñada por Grossetête. Foto EE: Ricardo Quiroga

“Hemos planeado esto con Cervantino desde hace unos ocho meses. Me hicieron la propuesta de varios inmuebles y yo me decidí por el Juárez. Era lo que más convenía porque es un edificio muy emblemático y cultural. Llevamos ya siete días de talleres con las personas de la comunidad. Durante la semana han venido muchos grupos de escuelas, pero también vienen familias. Hemos llegado a ser hasta 40 personas trabajando en el taller en un solo día. Ahora mismo somos una decena porque es fin de semana”.

Lo más importante de este trabajo es el proceso, remarca, desde el momento en que se recortan los pliegos de cartón para construir los bloques, pasando por el ensamblaje parcial, luego el general in situ y, claro, la demolición. Es la gestación y la consumación de una idea condenada a desaparecer, al menos en lo tangible.

“Lo que sucede en el proceso de creación es que lo imaginario se cruza con lo real. Al ser una construcción efímera, hace que el objeto desafíe por sí mismo la concepción de la realidad”, dice y coincide en que la arquitectura tiene un poder social evidente y es tal su capacidad impositiva que puede condicionar a la gente, para bien y para mal.

“Por ejemplo, la casa de un gobernador o de un monarca en cualquier país va a ser muy bonita, mientras que la casa de una persona común de la comunidad, tiene que ser menos agraciada. Se sabe, está establecido así socialmente. Y esto tiene un propósito. Lo mismo sucede con los edificios públicos; por ejemplo, un juzgado te impone o te puede hacer sentir culpable aunque no tengas ninguna carga de culpa. Entonces, al usar el cartón, estamos haciendo una especie de embalaje de la arquitectura. De alguna manera, esta noción, junto con la participación del público en la construcción, permiten devolverle la arquitectura y el poder al pueblo”.

Derribar un edificio es precisamente eso, la reconquista del poder público en las manos de todos. “Nosotros como comunidad, por un lado, tenemos la capacidad de soñar y a partir de ello construir nuevas realidades y, por otro, somos capaces de quitar o destruir todo aquello que nos oprime”, expresa el artista que hasta hace un momento se hincaba sobre el suelo como un pequeño comprometido con la construcción de su torre Lego.

Es, al final de cuentas, una catarsis, “y también es una manera de desacralizar el arte, el poder y la arquitectura en sí misma. Es como un juego de niños, como cuando solíamos construir algo y luego destruirlo para crear otra forma encima. Ponerle fin a las cosas es tan relevante porque solamente eso nos permite darle paso a lo nuevo. Y de alguna manera, eso es un elogio de la vida misma, porque es cíclica”.

Será elevada y luego abatida

Arte contextual, performance colectivo, construcción monumental participativa o arquitectura efímera. Todo eso puede ser este acto al que se convoca a toda la gente que desee participar el miércoles 23 de octubre en el ensamblaje de este monumento intencionalmente apócrifo del Teatro Juárez, de unos 12 metros de altura según las previsiones esquemáticas, que tan sólo tres días después, el sábado 26 de octubre, será derribado. Y sobre sus ruinas abatidas de cartón y cinta canela la gente podrá ponerse a brincar y a jugar.

Taller de construcción.

Taller de construcción.Foto: Carlos Alvar

A diferencia de la arquitectura de piedra y concreto, la construcción de esta pieza colaborativa comenzará por la parte alta del edificio, y terminará precisamente por los basamentos, de manera que la obra irá creciendo poco a poquito con la cresta por delante.

Mientras el edificio va tomando mayor altura, irá cobrando mucho más peso, y será necesaria más gente para cargar la estructura. Ahí se deberán improvisar soluciones según los requerimientos de la obra.

(Con la ayuda en traducción de Francisca Muñoz Ledo)

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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