10 razones por las que las dietas no funcionan y solo nos frustran

En México, donde más del 75% de los adultos enfrenta problemas de sobrepeso u obesidad, las dietas se han convertido en una especie de "cura mágica" que promete resolver, en semanas, problemas de salud y autoestima acumulados durante años... no solo del inicio de año. Sin embargo, la realidad dista mucho de cumplir esas expectativas.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2023), gran parte de los mexicanos que intentan perder peso recurren a dietas restrictivas y poco sostenibles, mientras enfrentan un entorno repleto de alimentos ultraprocesados y desinformación nutricional, lo que lleva a que el 80% de las personas que pierden peso con dietas lo recuperan en los siguientes tres a cinco años.

¿Por qué sucede esto? Las dietas fallan porque están diseñadas para generar resultados rápidos, no duraderos. Además, refuerzan una relación tóxica con la comida, fomentan expectativas irreales y rara vez se ajustan a las necesidades culturales y económicas del individuo. Es por eso que aquí te presentamos 10 razones por las que las dietas no funcionan y perpetúan un ciclo de frustración.

1. Son temporales, no transformadoras

Las dietas se ven como una solución de emergencia, con una fecha de inicio y fin. Esto fomenta la idea de que los hábitos saludables son sacrificios temporales, no un cambio permanente. Según la ENSANUT, en México, la mayoría de las personas abandona las dietas antes de los dos meses, lo que limita la posibilidad de consolidar hábitos sostenibles.

2. El efecto rebote es la regla, no la excepción

El 80% de quienes pierden peso con dietas lo recuperan, e incluso ganan más, en pocos años. Ana Luzón Ruiz, nutricionista y chef, explica que "las dietas rápidas adelgazan a expensas de líquidos y masa muscular, no de grasa. Esto ralentiza el metabolismo, lo que facilita recuperar el peso perdido".

3. Promueven una relación tóxica con la comida

Etiquetar alimentos como “prohibidos” crea culpa y ansiedad. En México, esto es especialmente problemático porque se demonizan alimentos básicos como el maíz o las tortillas, mientras se normaliza el consumo de ultraprocesados. Luzón señala: "La solución no es comer menos, sino comer mejor".

4. Ignoran el contexto cultural y económico

Las dietas populares tienden a eliminar alimentos tradicionales como frijoles o aguacates, que son asequibles y nutritivos. Además, fomentan el consumo de productos "light" o "detox", inaccesibles para muchas personas en México. Según datos de CONEVAL, más del 40% de los hogares mexicanos enfrenta dificultades para acceder a alimentos frescos.

5. Se enfocan en calorías, no en calidad

Reducir calorías sin prestar atención a la calidad de los alimentos perpetúa el problema. En México, donde los ultraprocesados son una opción barata y disponible, priorizar alimentos frescos y de origen local, como el nopal y los chiles, es una mejor estrategia.

6. No consideran el sedentarismo

La ENSANUT revela que más del 50% de los mexicanos no realiza actividad física regular. Las dietas suelen ignorar el rol fundamental del ejercicio en la salud y el control de peso. Luzón nos dice: "Sin un enfoque en el movimiento, el éxito de cualquier dieta es limitado".

7. Generan expectativas irreales

Promesas como "pierde 10 kilos en un mes" son comunes, pero insostenibles. Esto no solo desmotiva cuando no se alcanzan, sino que refuerza la idea de que el valor personal está ligado a un número en la báscula.

8. Dañan la salud metabólica

Las dietas restrictivas pueden llevar a desequilibrios hormonales, pérdida de masa muscular y fatiga. Según Luzón, "estas dietas rápidas alteran la microbiota intestinal, los ritmos circadianos y el metabolismo, con efectos negativos a largo plazo".

9. ¡Son aburridas!

En un país con una gastronomía tan diversa como México, las dietas que eliminan alimentos favoritos o imponen menús monótonos terminan siendo percibidas como un sacrificio, no como un cambio positivo.

10. No enseñan hábitos saludables

Las dietas suelen centrarse en el qué comer, pero no en el cómo ni el por qué. Esto limita la capacidad de las personas para tomar decisiones informadas y sostenibles. Según Luzón, "es mejor educar sobre cómo escuchar las señales de hambre y saciedad que imponer restricciones arbitrarias".

Así, las dietas no son la solución para alcanzar un peso saludable ni para mejorar la calidad de vida. En lugar de enfocarnos en estrategias rápidas y restrictivas, debemos apostar por cambios sostenibles que respeten nuestra cultura alimentaria, prioricen la calidad sobre la cantidad y promuevan una relación positiva con la comida.