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Capital Humano

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Las 4 dimensiones que debe abordar un Sistema Nacional de Cuidados

El cuidado implica una variedad de actividades destinadas a garantizar el bienestar físico, mental y emocional de las personas, de ahí que la articulación de un sistema integral representa varios retos.

Ilustración EE: Nayelly Tenorio

Los sistemas de cuidados deben considerar una amplia gama de servicios y la participación tanto pública como privada.ILUSTRACIÓN EE: NAYELLY TENORIO

Dentro de los compromisos de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, está la creación de un Sistema Nacional de Cuidados (SNC), aunque ha dicho que su implementación tendrá que ser gradual, esto por todas interrelaciones que conlleva, ¿qué implica su creación?

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) explica que hablar de cuidado implica una variedad de actividades destinadas a garantizar el bienestar físico, mental y emocional de las personas.

Esto incluye la atención médica, tareas del hogar, apoyo a dependientes y cuidadores, y prácticas de autocuidado, este puede ser proporcionado por proveedores públicos y privados; sin embargo, en México este se ha recargado en las familias, particularmente en las mujeres.

“Un sistema de cuidado es un paraguas que organiza políticas, programas y la provisión de servicios de cuidado. Históricamente, el cuidado ha sido visto como un asunto privado, principalmente una responsabilidad de los hogares y, dentro de ellos, de las mujeres”, dice el reporte Cuidado a lo largo del ciclo de vida: Construyendo sistemas de cuidado en América Latina y el Caribe del BID.

En consecuencia, refiere el documento, el Estado asume el papel de asistir a las familias en lugar de ser un proveedor o regulador dentro del sistema de cuidado.

Pero hoy se reconoce que el cuidado debe entenderse desde una perspectiva más amplia, considerarse como un problema público y garantizarse como un derecho.

De esta manera, enfocar al cuidado como un derecho que debe garantizarse debe ser visto en varias dimensiones, porque no sólo los niños lo requieren, también requieren cuidados las personas con discapacidades, las personas mayores, así como los propios cuidadores, sean remunerados o no, señala el BID en el reporte.

La posibilidad de más mujeres en el mercado laboral 

Bajo esta visión, el BID establece que un sistema de cuidados, además del diseño y la provisión de servicios, requiere de la implementación simultánea y sincronizada de componentes regulatorios y de supervisión.

Así como la capacitación de Recursos Humanos, gestión del conocimiento y la información, acciones de comunicación para promover la corresponsabilidad social y de género en el cuidado.

El BID reitera que entre los muchos beneficios de invertir en un sistema nacional de cuidados está aumentar la participación laboral de las mujeres

Por ejemplo, la evidencia existente sugiere que aumentar el acceso a servicios de cuidado infantil impulsa el empleo femenino.

Estimaciones del Centro de Estudios Espinosa Iglesias (CEEY) refieren que la disponibilidad de servicios de cuidado puede potenciar un crecimiento de 10.3% en la participación laboral de las mujeres, con su correspondiente impacto en el desarrollo económico social y fiscal.

Y es que el hecho de que cuidado recaiga principalmente en las mujeres provoca que sacrifiquen oportunidades de crecimiento profesional y participación en actividades fuera del hogar.

Incluso esta decisión impacta en los ingresos laborales, refiere el BID, porque hay un creciente número de hogares encabezados por mujeres en la región que lleva a los hogares a la pobreza.

Las cuatro dimensiones de un sistema nacional de cuidados

Las políticas de cuidado son inherentemente intersectoriales y requieren coordinación entre los diversos actores gubernamentales, sociedad civil y entidades privadas. De acuerdo con el BID estas son las dimensiones de cuidado que debe atender un sistema integral:

1.Primera infancia

Son programas de atención para niños de 0 a 3 años, además de promover su desarrollo, también buscan facilitar el empleo materno.

Cuando una familia busca acceder a este programa las variables que determinan esta decisión son asequibilidad, ubicación, horario de funcionamiento.

La mayoría de las experiencias en América Latina evidencian que el gobierno es quien ha tomado esta dimensión en sus manos, por lo que un área de oportunidad es lograr mayor participación del sector privado en el cuidado infantil.

2. Niños en edad escolar 

Extender el horario escolar para la población de cuatro a 12 años es de las propuestas más extendidas, ya que los padres necesitan cuidado fuera de éste.

Los objetivos de la extensión de la jornada escolar son aumentar el tiempo de calidad para la enseñanza y el aprendizaje; promover entornos protegidos por periodos más largos en la escuela como una red de seguridad y proporcionar oportunidades para mitigar las desigualdades de género.

Las desigualdades de género se mitigan cuando reducen la participación de las niñas en las tareas domesticas y también al ofrecer a las madres opciones para liberar tiempo y unirse al mercado laboral en mejores condiciones.

“Los estudios muestran que, a medida que aumenta el tiempo que los niños pasan en la escuela, también aumenta la probabilidad de que las madres trabajen más horas”, refiere el BID.

3. Cuidados a largo plazo

Los servicios de cuidado a largo plazo incluyen la asistencia a personas que requieren ayuda para completar las actividades de la vida diaria, ya sean básicas como comer o bañarse o instrumentales como cocinar, hacer compras, limpiar la casa.

Con estos cuidados se protege el bienestar de las personas con necesidades de cuidado, que generalmente son mayores; y, al mismo tiempo, se apoya el bienestar de los miembros de la familia que asumen estas responsabilidades.

El cuidado a largo plazo tiene una doble dimensión de género: entre la población mayor con necesidades de cuidado, hay aproximadamente dos mujeres por cada hombre.

Además, las mujeres representan alrededor del 80% de los cuidadores remunerados o no remunerados.

En México, por ejemplo, para las mujeres, tener un padre que necesita cuidado a largo plazo reduce la posibilidad de empleo, así como el número de horas de trabajo entre aquellas que permanecen empleadas.

4. Personas con discapacidad

La discapacidad y la dependencia funcional son conceptos relacionados pero distintos. No todas las personas con discapacidad son funcionalmente dependientes, y no todas las personas que son funcionalmente dependientes tienen discapacidades, puntualiza el documento del BID.

Se estima que en América Latina las personas con discapacidad representan aproximadamente 15% de la población general, con mayor prevalencia en edades avanzadas.

Los servicios de cuidado con una perspectiva de discapacidad están en una fase mucho más emergente en la región que los servicios de cuidado para niños o personas mayores, reconoce el BID.

Para lograr un impacto máximo tanto en los cuidadores como en las personas con discapacidad, un sistema de cuidado con este enfoque debe enfatizar la transversalidad de la accesibilidad y la inclusión en el inventario de programas y servicios proporcionados por el gobierno, las ONG y el sector privado.

Finalmente, los sistemas de cuidado también buscan apoyar y articular políticas y servicios que promuevan un trabajo de cuidado digno al reconocerlos como un trabajo.

Además de redistribuir el trabajo de cuidado no remunerado de manera más equilibrada entre hombres y mujeres; reducir la responsabilidad de las mujeres en el trabajo de cuidado no remunerado, recompensar y remunerar a la fuerza laboral en estas tareas, y otorgar representación a los trabajadores de cuidado en la negociación colectiva.

Periodista especializada en temas financieros y económicos; hoy también escribe sobre empleo, carrera, políticas laborales, salud mental en el trabajo, desarrollo profesional, marca personal.

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