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¿De quién depende la salud de las mujeres?
El acceso a la salud por parte de las mujeres está sostenido en gran parte por sus redes familiares, lo que hace evidentes las desigualdades que están presentes tanto en el hogar como en el mercado laboral, y generan una condición de dependencia que va más allá de lo económico.
En México, 25 millones de mujeres dependen de algún familiar para acceder a la salud pública, mientras que para los hombres esta cifra disminuye a la mitad. El acceso a servicios de salud públicos está condicionado al estatus laboral, es decir, para recibir atención médica por medio de la seguridad social es necesario tener un empleo dentro de la formalidad.
Aunque a simple vista pareciera que son las mujeres (64%) quienes tienen más acceso a instituciones de salud públicas que los hombres (61%), no es porque ellas participen en mayor proporción en el mercado laboral formal. Al contrario, dado que enfrentan bajas tasas de participación laboral en la formalidad, las mujeres son orilladas a depender del empleo de otros familiares para asistir a consultas médicas, adquirir medicamentos o recibir atención preventiva. ¿Indignante, no?
En 2022, 68% de las mujeres con acceso a servicios de salud lo hicieron exclusivamente de manera indirecta, mientras que esta cifra disminuyó a 43% para los hombres. Desde 2018, tanto hombres como mujeres dependen cada vez menos de terceros para acceder a la salud. Sin embargo, esta tendencia no progresa al mismo ritmo para las mujeres. La brecha entre hombres y mujeres se amplió de 16 puntos porcentuales en 2018 a 25 puntos porcentuales en 2022. Entonces, mientras que los hombres dependen cada vez menos de terceros y de una forma más rápida, ¿por qué las mujeres no corren con la misma “suerte”?
Que el acceso a salud de las mujeres esté sostenido –en gran parte– por sus redes familiares no es ni azar ni suerte; más bien hace evidentes las desigualdades que están presentes tanto en el hogar como en el mercado laboral, y generan una condición de dependencia que va más allá de lo económico. Depender de otros para decidir sobre el propio bienestar, acceder a oportunidades profesionales o alcanzar metas personales, conlleva una red de interdependencias difíciles de romper.
Las redes familiares han intentado abordar lo que como país no hemos podido resolver. Enfrentar esta problemática requiere una solución integral que hasta el momento no se ha materializado en el ámbito público ni en el privado. Desligar el acceso a servicios de salud públicos del estatus laboral no puede ser el único punto de partida o la única meta en este sentido.
A medida que vamos avanzando en el camino hacia la igualdad laboral y la autonomía de las mujeres, se pondrán sobre la mesa nuevas conversaciones, pero sólo así, provocando el diálogo y señalando aquello que no funciona –y que en lo personal indigna– podremos comenzar a abordar esta problemática de manera efectiva. En este camino, es posible que más mujeres puedan acceder a sus derechos sociales sin depender de terceros.
*La autora es investigadora del IMCO (@_Paolavm_