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Capital Humano

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Mi último error, mi mejor maestro

Los errores pueden ser vistos como fracasos dolorosos que impactan la autoestima y atrofian la confianza; en ocasiones nos llevan a un extremo de cuestionar nuestra valía. Pero con el tiempo podemos verlos como oportunidades invaluables de aprendizaje.

Foto: Especial

Foto: EspecialShutterstock

No sé si les pasa a ustedes, pero –aunque me cuesta mucho aceptarlo– no me gusta equivocarme.

Y no importa en qué. Si es en lo personal o en lo laboral, me incomoda esa sensación de incompetencia al cometer un error. Y en la medida en la que me hago más adulta y (supuestamente) más “madura”, me pesa aún más esa extraña sensación de darme cuenta que algo que hice no salió bien.

Últimamente, por azares de la vida, me he puesto a reflexionar sobre la actitud que tomamos las personas ante las inevitables consecuencias de nuestras fallas.

¿Será que a medida que uno crece se vuelve más susceptible a la crítica? ¿Será que el tiempo nos hace menos resilientes? O, ¿será que cuando eres un adulto responsable o un profesional consagrado la sociedad es más dura ante los errores y menos tolerante al error?

Sea cual sea la respuesta, la realidad es que los errores son una constante en la vida de los humanos, nadie se salva de alguna vez de tener que admitir un error y tener que decir: “Perdón, me equivoqué”.

Los errores pueden ser vistos como fracasos dolorosos que impactan la autoestima y atrofian la confianza. Nos hacen cuestionar nuestras decisiones y hasta nuestras capacidades. En ocasiones nos llevan a un extremo de cuestionar nuestra valía. Y tal vez con menos emoción y pasando un tiempo, también podemos verlos como oportunidades invaluables de aprendizaje... como maestros.

Cada error siempre implica una lección, sólo hay que saberla escuchar para que nos guíe hacia una versión mejorada de nosotros mismos. Los errores nos obligan a confrontar nuestras debilidades y trabajar en ellas, a adaptarnos y evolucionar.

Y no se diga en el ámbito profesional, ahí los errores adquieren una dimensión adicional. No sólo afectan el desempeño y la reputación, también pueden influir en el bienestar de otros, especialmente cuando ocupamos roles de liderazgo.

Errores que impactan a otros

Para mí, que tengo la responsabilidad del manejo de un área de Recursos Humanos, los errores no son sólo individuales, sino que también pueden repercutir en el ambiente laboral, la cultura organizacional y la satisfacción de los empleados. En Recursos Humanos, los errores pueden ser especialmente sensibles, ya que decisiones erróneas pueden afectar a personas y sus carreras de manera significativa. Hay que estar más pendiente de ello.

Y es paradójico porque en el mismo ámbito laboral, también se reconoce que los errores son una parte inevitable del crecimiento. En lugar de ser temidos o castigados, deben ser vistos como oportunidades para el desarrollo tanto individual como colectivo. Fomentar una cultura de seguridad psicológica donde se pueda hablar abiertamente de los errores y aprender de ellos es crucial para crear un entorno de trabajo saludable y dinámico.

Los errores nos enseñan sobre resiliencia, empatía y la importancia de un enfoque humano en la gestión de personas.

Y es por lo anterior que, como en muchas cosas en la vida, lo que más importa además de reparar el daño, si es que hubo alguno, es la actitud que uno toma ante el error cometido. Porque claro, hay de errores a errores y aquí la frecuencia es la clave para definir la tolerancia.

Pues como decía Albert Camus –famoso filósofo existencialista– “la vida es la suma de todos tus errores”

Entre las reacciones negativas más comunes se encuentran la negación, donde la persona rechaza admitir que ha cometido un error, y la culpa, que puede llevar a una parálisis emocional y una pérdida de confianza en uno mismo. Estas actitudes suelen estar acompañadas de un proceso psicológico de autodefensa, donde el ego busca protegerse del daño a la autoestima.

Por otro lado, una reacción positiva es la aceptación del error, seguida por la disposición a aprender de él. Este enfoque implica un proceso de reflexión y autoevaluación, donde la persona analiza las causas y consecuencias del error para evitar su repetición en el futuro.

En el mejor de los casos, además de la aceptación, algunas personas adoptan una actitud proactiva, buscando soluciones y tomando medidas correctivas inmediatas. Este tipo de respuesta no sólo favorece el crecimiento personal y profesional, sino que también fortalece la resiliencia y la capacidad de afrontar desafíos.

Los errores, por dolorosos que sean, nos enseñan lecciones que el éxito rara vez puede ofrecer. Nos recuerdan nuestra humanidad y nos instan a ser mejores, no sólo por nosotros mismos, sino también por aquéllos a quienes impactamos con nuestras acciones. Son, definitivamente, los mejores maestros.

Directora de Gestión de Talento en Prosa. Experta en transformación organizacional, cultural y de gestión del cambio con 20 años de experiencia en Recursos Humanos. Le apasiona el desarrollo profesional de las personas; promueve su bienestar y felicidad en el lugar de trabajo.

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