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Capital Humano

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¿Será para mí ese empleo? La inclusión inicia desde la redacción de las vacantes

Describir las habilidades requeridas sin adjetivos asociados a la masculinidad y nombrar los cargos de manera inclusiva en las ofertas de trabajo puede aumentar hasta 58% la probabilidad de que más mujeres postulen al proceso para cubrir una vacante laboral.

Foto: Especial

Foto: EspecialShuttersock

El masculino genérico impide que mujeres y personas no binarias se postulen a vacantes laborales. Utilizarlo en las ofertas de empleo propicia que ellas se queden sin acceder a dichas oportunidades, sin el desarrollo profesional y el ingreso económico, y que las empresas pierdan a grandes talentos.

Por el contrario, incorporar un lenguaje inclusivo de género aumenta 43% la probabilidad de que las mujeres soliciten el puesto, señalan las investigadoras Claudia Piras, Agustina Suaya, Ana María Diaz y Luz Magdalena Salas, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Además, tan solo por incluir un mensaje explícito de compromiso con la igualdad de oportunidades para mujeres y personas diversas en el anuncio, es 58% más probable que mujeres y 38% más probable que hombres se postulen.

“Pero lo más interesante, es que se logra atraer a más mujeres sin disuadir a que lo hagan los hombres. ¡Al contrario! También ellos optan por aplicar en mayor proporción, aunque el aumento es menor que en las mujeres (un 10%)”.

Las economistas realizaron “la primera investigación a gran escala en español sobre el impacto del lenguaje inclusivo y sin sesgos en los avisos de empleo”. Los resultados los presentan en el informe ¿A qué trabajo te postularías?, publicado en inglés.

“La forma en la que escribimos las ofertas laborales puede ser una barrera de entrada para las mujeres en sectores altamente masculinizados. Es decir, con pequeñas modificaciones podemos generar un impacto en cuantas mujeres se postulan a un empleo”, sostienen las especialistas.

Para ello es necesario cambiar la perspectiva de cómo hemos visto el mundo hasta ahora y, por lo tanto, cómo lo nombramos. Con el lenguaje podemos discriminar, reforzar y transmitir “estereotipos de género, denostando las reivindicaciones sociales y ejerciendo violencia simbólica contra las mujeres y las personas de la diversidad sexual”, señala el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).

¿Cómo redactar las vacantes de empleo?

En el estudio del BID participaron más de 5,000 personas en México, Argentina, Chile, Colombia y Perú. A cada una le mostraron versiones de anuncios ficticios para tres sectores y ocupaciones dominadas por hombres

  • Construcción: albañil y electricista
  • Manufactura: operador y supervisor de operaciones
  • TIC: programador e ingeniero

Las especialistas redactaron los anuncios con dos estrategias: una, eliminando los estereotipos de género relacionados con las habilidades laborales y usando lenguaje inclusivo. Nombraron los puestos como “supervisor/a”, y en las cualidades que se requieren las mencionaban como “organizado/a”.

También describieron las habilidades de manera más específica y con lenguaje neutro, “evitando términos que puedan ser relacionados a características masculinas. Por ejemplo, en vez de decir ‘asertivo’ el anuncio utilizó ‘que tenga la capacidad de expresar sus opiniones de forma clara y respetuosa con los demás’”.

La otra estrategia fue introducir declaraciones de la empresa contratante a favor de la inclusividad de mujeres y poblaciones diversas. Por ejemplo: Nuestro compromiso es “proporcionar igualdad de oportunidades en el empleo independiente del género, orientación sexual, situación de discapacidad, nacionalidad y edad”.

Al leer la oferta de trabajo, las personas que participaron en el experimento debían decidir si se postularían o no. “Descubrimos que el lenguaje importa, y que los hombres y las mujeres valoran la información y el lenguaje inclusivo en los anuncios de trabajo”. Pero “las mujeres son más sensibles en este sentido”, señalan las investigadoras en el reporte.

Un pequeño gran cambio

América Latina y el Caribe ha reducido las disparidades laborales de género, “pero aún va a la zaga de los avances logrados en América del Norte y Europa”.

Según datos del BID, la brecha de participación laboral en nuestra región “es de aproximadamente 22 puntos porcentuales, con una tasa de participación femenina del 48% en comparación con el 70% entre los hombres”.

En México, el 74% de los hombres tiene trabajo o se dedica a una actividad que le genera ingresos, mientras que en la misma situación está el 46% de las mujeres, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

Las causas por las que las mujeres y las personas no binarias tienen menos acceso a las oportunidades laborales, o a mejores oportunidades, son muchas. El trabajo del hogar y de cuidados, que se distribuye de manera desproporcionada, es una de ellas.

Pero también los sesgos y discriminaciones de género que comienzan con aparentemente pequeños detalles o con acciones simbólicas. En este rubro está el lenguaje. En este contexto, el trabajo de las investigadoras Claudia Piras, Agustina Suaya, Ana María Diaz y Luz Magdalena Salas ofrece evidencia para que las empresas y personas reclutadoras comprueben los beneficios que implica la modificación de la forma en la que redactan su vacantes de empleo.

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