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África tiene sueños rotos en el futbol

Los jugadores africanos son una fuerza migratoria en potencia en Europa; algunos consolidan su carrera en el futbol, otros se quedan en el limbo. La Copa Africana de Naciones trae a la luz este tema y el cineasta de la película Diamantes Negros charló con El Economista sobre los datos que le arrojó su investigación.

Por cada Mohamed Salah, Sadio Mané o Riyad Mahrez como figuras del futbol europeo, hay al menos 60 futbolistas africanos que no llegaron a la cúspide del futbol.

África ya es uno de los mayores productores de futbolistas en el mundo. La calidad de los jugadores se refleja en el valor de Salah (150 millones de euros) y Sané (120 millones), entre los 10 más valiosos del futbol internacional.

Según un estudio del Observatorio del Centro de Estudios Internacionales del Deportes, los países africanos son la región que más futbolistas exporta al futbol europeo. Al menos la temporada pasada 1,104 futbolistas africanos llegaron a ligas europeas. Además, hay que sumar a los jugadores que son producto de la migración hacia Europa, y que han adoptado una nueva nacionalidad.

Mientras se desarrolla la Copa Africana de Naciones y los clubes buscan al nuevo Salah, hay al menos 20 africanos que no podrán llegar a jugar futbol, quedarán abandonados por falsos visores, representantes, sufrirán lesiones que los alejarán del futbol, incluso meditarán dejarlo definitivamente, y tratarán de sobrevivir lejos de casa porque regresar sería un fracaso.

“No sólo son un proyecto de familia, son un proyecto de comunidad”, señala Miguel Alcantud, director de la película Diamantes negros (2013).

El cineasta trabajó más de un año en la investigación de los futbolistas africanos que buscan en el futbol cumplir un sueño de infancia, pero también mejorar las condiciones de vida de su comunidad.

Después de documentar las consecuencias del flujo migratorio por motivos de futbol, Miguel encontró que por cada futbolista africano que llega a un equipo europeo, hay 20 chicos africanos que no logran cumplir su sueño.

Según datos de Foot Solidaire (organización no gubernamental que trabajó para FIFA para conocer la magnitud del problema de la migración ilegal de africanos que son atrapados por redes de traficantes, falsos representantes, mafias), por cada jugador africano en ligas europeas, hay al menos 20 africanos que están en Europa por una falsa promesa de futbol.

“Empecé a investigar en internet, en Malí, con familias que tenían miembros que viajaron a Europa y se habían quedado, incluso algunos que intentaron volver y sufrieron la imposibilidad de volver en culturas como la africana, donde todo cuesta tanto y el esfuerzo de la comunidad es tan grande, que la presión que tienes te impide volver”, indica Miguel Alcantud.

En Diamantes negros, los protagonistas no son futbolistas que llegaron a firmar un contrato con un equipo europeo, es decir, no son las historias de Samuel Eto’o, Didier Drogba o Sadio Mané; Amadou y Moussa son dos jóvenes de Malí que acumulan todas las historias que el director conoció viajando por España, Francia, consultando a especialistas y organizaciones que han detectado el problema de los futbolistas africanos.

“La película es una ficción sobre un montón de historias que fui conociendo”, explica el cineasta.

Miguel, durante su estancia en Malí, se enteró del problema de más de 10,000 niños abandonados en Europa, traídos por falsos representantes.

Aunque en el 2008 la FIFA prohibió los fichajes de jugadores menores de 18 años, eso protegió en gran medida a los jugadores jóvenes, pero el flujo de futbolistas africanos hacia Europa ha crecido al grado de que ya no son africanos, sino que se han reconvertido a europeos y adoptado una nacionalidad diferente. Tan sólo en la Eurocopa de Francia 2019, 41 seleccionados eran de origen europeo.

Miguel Alcantud indica que hay familias a las que les piden 2,500 euros para que un representante les consiga una prueba en un club europeo.

“En Malí, las familias viven con 1 dólar al día, y mucha gente de la zona camina o llega a la costa para conseguir cualquier objeto que flote, intentar llegar a Europa jugándose la vida, pagando a mafias que les consigan cruzarle”.

“El hecho de que un europeo, bien vestido, les diga: ‘Voy hacer de tu hijo una estrella’ y encima les cobra por ello cantidades desorbitadas para lo que puede ser para una familia en Malí, les hace vender la casa, las tierras o que todo el pueblo aporte porque si ese niño consigue triunfar, el dinero que devuelve sirve para que toda la comunidad viva”, añade el cineasta.

El drama del sueño de los futbolistas europeos no se queda en las canchas, hay miles de niños abandonados en ciudades europeos, a merced de las mafias y delincuencia.

Si los futbolistas africanos fracasan en las pruebas, se lesionan o no consiguen adaptarse, “piensan que son niños que no tienen siquiera educación básica para poder sobrevivir en Europa, a veces ni el idioma, con lo cual son carne de bolsa de marginalidad, como delincuencia, tráfico de drogas, prostitución, porque realmente no tienen la formación y medios para poder adaptarse”, expresa Miguel.

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