Augusta fue el reino de Bubba... otra vez

Esta vez Bubba Watson fue contundente. No hubo hoyos de desempate ni lluvia ni incertidumbre. Igual que en el 2012, cuando ganó por primera vez el Masters de Augusta, ayer tampoco pudo contener las lágrimas, abrazado a su caddie o en brazos de su esposa y su madre. Bubba lo había hecho de nuevo. Augusta fue, como hace dos años, el reino donde el estadounidense podía volver a ponerse la chaqueta verde. Y lo hizo.

El zurdo de Bagdad, Florida, dio una lección de golf. Las apuestas, los pronósticos y los especialistas no fallaron. Bubba tampoco. A sus 35 años, el hombre que en el 2012 inscribía por primera vez su nombre en la historia del Masters, se adjudicó su segundo título del torneo en tres años al completar una ronda de 69 golpes, un acumulado de 280 impactos, ocho bajo par.

Watson estuvo firme en eso que casi ningún golfista lleva en su bolsa de palos de golf: la confianza y el talento. Dejó en el camino a la promesa juvenil, su compatriota Jordan Spieth, quien a sus 20 años buscaba ser el golfista más joven en la historia en ganar el Masters.

Pero la inexperiencia y los nervios de Spieth, aunado a una casi perfecta actuación de Watson le llevaron a ocupar el segundo puesto y a Bubba a conseguir su primer Major del año y el sexto título de su carrera.

Y es que Bubba, el grandulón de 1.91 metros de estatura y 82 kilogramos de peso, hace mucho que confía en sí mismo, aunque no siempre fue así. Un día su caddie se enfrentó a él y le advirtió que por mucho que batiese records de distancia (en el 2007 tuvo una media de 315.2 metros de distancia con el driver) si no centraba su vida y se dedicaba en serio a su profesión de golfista, lo abandonaría.

Entonces Watson tomó conciencia y fortaleció sus rutinas de trabajo. También trabajó en su mentalidad, donde encontró que la única manera de ganar títulos era confiar en sí mismo. Así lo hizo. Su esfuerzo, sin duda, le redituó ayer con un segundo título en Augusta y poco más de 1.6 millones de dólares como premio económico.

Además se convirtió en el tercer ganador múltiple en los últimos 22 Majors, uniéndose a su compatriota Phil Mickelson y al norilandés Rory McIlroy, ambos con dos victorias en ese lapso.

BUBBA, EL RELIGIOSO Y ALTRUISTA

Cuando en el 2010 Watson sufrió la muerte de su padre a causa del cáncer, el golfista profundizó sus convicciones religiosas, dio un vuelco a su generosidad y decidió entregarse a su familia. Al lado de Angie, su esposa, no dudó en adoptar a un bebé en el 2012: Caleb, el mismo que ayer atravesó el green del hoyo 18 para refugiarse en los brazos del campeón.

Su altruismo va todavía más allá. Su indumentaria rosa tiene una sola razón: Bubba llegó a un acuerdo con la firma de ropa deportiva Travis Matthew para que la empresa donara a la fundación Fresh Star, cierta cantidad de dinero por cada prenda vestida por Watson. A su vez, Fresh Star donaría 50,000 dólares a la fundación City of Hope, que tiene como objetivo la investigación sobre el cáncer, enfermedad de la que murió su padre.

Bubba, además, de algún modo ha cumplido su sueño de ser un rockstar. Hace unos años realizó un video junto con sus colegas Rickie Fowler, Ben Crane y Hunter Mahan, conformando el grupo Golf Boys. Farmers Insurance donaría 1,000 euros por cada 100,000 visitas al material titulado Oh, oh, oh , que se puede ver en Youtube.

Del mismo modo, Watson se da la vida que todo campeón merece. Entre sus lujos están su reloj de 250,000 dólares, que fue especialmente diseñado por el joyero Richard Mille, el cual lució durante todo el torneo del Masters 2012, además del icónico auto naranja marca Dodge Charger 1969, que se hizo famoso en la serie de televisión Dukes of Hazzard, el cual le costó 110,000 dólares.

Bubba, de quien figuras como Rafael Nadal o Justin Bieber dicen ser amigos, el mismo que hace de padre, hijo, esposo fue el que ayer hizo historia en Augusta, un torneo que ya lo encuentra como viejo conocido.