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Cabañas y el día que el Mariscal volvió a casa

El ídolo evoca al corazón azulcrema, ése que llevó a miles de aficionados al Estadio Azteca. Desde Santa Martha Acatitla, Aragón, el norte o sur de la ciudad de México, dos horas de trayecto o más en transporte público son nada cuando el propósito es rendirle tributo a El Mariscal, a El Toro… a Salvador Cabañas.

El ídolo evoca al corazón azulcrema, ése que llevó a miles de aficionados al Estadio Azteca. Desde Santa Martha Acatitla, Aragón, el norte o sur de la ciudad de México, dos horas de trayecto o más en transporte público son nada cuando el propósito es rendirle tributo a El Mariscal, a El Toro… a Salvador Cabañas.

Uno de los grandes ídolos americanistas de este siglo penetra por las miradas, a través de las playeras de la nostalgia con el número 9, de las prendas con leyendas de apoyo y posteridad, en las arracadas en la oreja, en la avidez por esos goles que una mala noche se llevó.

La fiesta de Salvador fue plena. La afición americanista tiene muy buena memoria, la que renace con las imágenes del paraguayo en las pantallas de su estadio, con sus anotaciones más significativas como águila, con los ojos alerta y el tatuaje en el brazo.

Cabañas tuvo el apoyo de sus excompañeros azulcremas. Vuoso, Montenegro y Rosinei intentaron pasarle la bola en los instantes iniciales. Fue hasta el minuto 5 que la defensa guaraní le permitió recibir la esférica. Apegados a su intenso marcaje, fueron menos flexibles para que Cabañas luciera, no así los de casa. Ya con la camiseta 10 rojiblanca, la zaga de los capitalinos toleró más el contacto con la bola. En los recuerdos quedó su silueta con el pecho erguido, la potencia en los springs con dos troncos que funcionaron como piernas.

Chava participó alrededor de 18 minutos, 8 con América (primer tiempo) y 10 con la Selección de Paraguay (segundo tiempo); tocó el balón 33 veces, primordialmente con el pie derecho (ocho ocasiones en primer tiempo, 18 en el segundo); en seis oportunidades con el pie izquierdo, seis en el periodo inicial y una más en el complemento. Efectuó dos disparos, ambos con el botín derecho, uno por cada lapso del encuentro.

Cero conclusiones

La esencia del partido fue hasta el minuto 55. El resto fue la obligación de un encuentro que terminó sin goles. Trámite para dos realidades: América que continúa sin satisfacer a su afición y Paraguay, el subcampeón del continente, en un proceso de transición, ahora con Francisco Arce al mando. Un duelo que servirá más para la estadística, pero muy poco para conclusiones concretas o de ayuda para los entrenadores de ambas escuadras.

El alma fue Salvador. El triunfo de la sobrevivencia ante una bala en la cabeza es de El Mariscal.

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