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Dificultad de 4.1 y el ascenso al podio

Lla ruta que siguieron los clavadistas desde la plataforma para cosechar la plata.

Londres. Amanece frío Londres. Habrá de ocurrir un momento cálido al este de la ciudad, en el Aquatic Centre, sede de la final varonil de plataforma de los Juegos Olímpicos 2012, donde converge la gente, en su mayoría ingleses, que han venido a apoyar al ícono de Gran Bretaña de este deporte en los últimos años: el superstar Thomas Daley.

Pocos imaginan que será ésta, además de la de Bradley Wiggins en ciclismo, de sus más grandes decepciones en lo que va de su fiesta olímpica. Convergen aquí, incluso, aquellos que no tienen a clavadistas en la lista de salida. Por allá, unos chinos se pelean su bandera, que para la hora de la competencia ya será un trapo arrugado y la agitarán con fuerza.

A las tres en punto, hora local, inician las competencias de la plataforma sincronizada varonil. Serán seis clavados de ocho equipos, México entre ellos, después de los estadounidenses Nicholas Mccrory y David Boudia.

Y splash. Vale la onomatopeya para describir el desastre con el que inicia la dupla tricolor la competencia: 51.60 y 50.40 han sumado respectivamente en sus primeros dos clavados. Puntean en la clasificación, los chinos (vaya sorpresa) que son perseguidos por los británicos, a placer de sus compatriotas y los estadounidenses, que firmes se colocan como terceros.

No se preocupan los mexicanos. No nos fijamos en lo que hacían los otros , aseguraría posteriormente a la prensa el debutante en Juegos Olímpicos, Iván García.

No saben los clavadistas que muchos esperan con ansias que suba otra vez un mexicano al podio por la disciplina de plataforma varonil, pues fue en Seúl 1988, con Jesús Mena, la última vez que un clavadista llegó a las medallas en Juegos Olímpicos y que, de lograrlo, los saltos ornamentales serán el segundo deporte que más preseas le haya dado a nuestro país, sólo detrás del boxeo, que tiene 12.

Viene pues el tercer clavado, en el que mejoran con un 87.69, aún lejos de las preseas. Es justo en esa ronda cuando la pareja local, Tom Daley-Peter Waterfield, consiguen un 91.08 para agenciarse el primer puesto en mitad de la competencia.

Pero en los clavados, como en cualquier deporte, todo puede pasar. Los mexicanos han puesto en su lista de saltos un grado de dificultad que sorprende a todos: 4.1. El clavado que todos esperan. Y al agua, con sus cuatro y media vueltas inversas, dejan congelada a la enorme mantarraya que da forma al inmueble.

Sus 95.94 puntos incluso superan en esa ronda la marca que consiguieron los chinos Cao Yuan y Zhang Yanquan (93.06) y les alcanza a los nuestros para ascender del quinto al segundo puesto. Parece ser una inminente cita con la historia. Vienen pues los británicos, entre ensordecedores gritos que se apagan cuando, lástima, falla Waterfield en su entrada y adiós, no se levantan en las dos rondas restantes.

Es sólo cuestión de tiempo. Los nuestros logran mantener su buen paso en los saltos cinco y seis. Es verdad que los chinos, indiscutibles reyes de los clavados, ya tienen el oro en sus manos. Y México, después de 24 años, consigue plata en la plataforma varonil.

¡Vaya logro! Sensación que enchina la piel. Ayer García y Sánchez, prácticamente sin saberlo, se inscribieron en la historia, al colgarse la medalla número 11 de clavados para nuestro país en unos Juegos Olímpicos, en donde han subido al podio en tres de las últimas cuatro ediciones, Sydney 2000, Beijing 2008 y Londres 2012.

cristina.sanchez@eleconomista.mx.

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