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El futuro corona a Alemania

La final se definió en tiempos extra, en donde los germanos dieron muestra de su calidad física y su fortaleza mental, para convertirse en la primera selección europea en coronarse en América.

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Las piernas apenas podían responder, las miradas eran nerviosas, buscaban que en cualquier momento apareciera la pizarra electrónica que indicara que el duelo estaba a punto de agonizar, que todo se resolvería en la tanda de penales, esa instancia por la que apostó Argentina durante toda la final en Río de Janeiro.

Pero cuando el cuarto silbante indicó que serían dos minutos más los que se jugarían era demasiado tarde para los seleccionados albicelestes, mientras que a Alemania esos instantes le estorbaban para festejar su tetracampeonato.

El equipo de Joachim Löw se impuso 1-0 a Argentina en tiempos extra, de la mano de uno de sus futbolistas de refresco, quien con una soberbia definición y a pase de otro elemento que saltó desde la banca, se echaron juntos a los hombros a su equipo, que intentaba seguir siendo competitivo, situación que sólo Bastian Schweinsteiger, Mats Hummels y Manuel Neuer lograban concretar de parte de los 11 titulares.

La acción que definió el título del mundo para los teutones, primera corona para una selección europea en territorio americano, se dio al minuto 112, cuando cada pique implicaba un esfuerzo casi sobrehumano para la mayoría de los hombres que estaban sobre la cancha.

Lo anterior fue aprovechado por André Schürrle, atacante que ingresó a la cancha pasada la media hora de la final y que a esas alturas del compromiso se atrevió a cambiar de ritmo, dejando atrás por piernas al zaguero que lo marcaba, para finalmente levantar la mirada y mandar una pelota milimétrica al área.

Ahí, dentro del área, apareció Mario Götze, juvenil delantero de 22 años que apenas llevaba 22 minutos en la cancha y que apenas había tocado alguna pelota.

El media punta de Bayern Múnich supo desmarcarse, bajar con el pecho la pelota enviada desde el sector izquierdo, haciendo una recepción dirigida que le permitió prender con la zurda, y sin dejar caer el balón al césped, ese esférico que terminó por cruzar a Sergio Romero, guardameta argentino.

Apenas vio cómo chocaba la pelota con las redes, Götze, quien definió como un futbolista experimentado, dejó para otro momento su rostro duro, de gente grande, para sonreír, como un niño, como el que casi es a sus apenas 22 años y ya cinco como profesional, con sus ojos azules más brillantes que nunca, con los brazos extendidos, mismos que sacudía de manera descontrolada, mientras sonreía, consciente de que se acababa de convertir en el héroe de su equipo.

La soberbia definición de Mario valió el cuarto título en la historia para Alemania, pero también fue el reflejo de la vertiginosa carrera que ha llevado el media punta de Bayern Múnich.

Ayer, Götze dejó claro el porqué su equipo pagó una recisión de 37 millones de euros al Borussia Dortmund y le ofreció un jugoso salario de 7 millones anuales en el 2013, con todo y que sigue siendo un jovencito.

El héroe teutón había ingresado a la cancha relajado para tomar el lugar de un histórico como Miroslav Klose, como si el choque de ayer fuera un partido de pretemporada.

El relevo que mandó a la cancha Löw fue paciente, a pesar de que el cansancio impedía que se jugara un partido que le permitiera tener más contacto con la pelota del que había tenido.

Su calma le dio recompensas a ocho minutos de que se concluyera la prórroga. Y es que Mario supo esperar el momento justo para marcarle el pase a su compañero, para controlar la pelota de una manera en que hizo ver como sencilla una maniobra que sólo superdotados pueden ejecutar y más aún en una final de copa del mundo.

Él, con apenas 36 apariciones internacionales, con sus ojos azules llenos de concentración, pensó y definió de manera precisa, para entregarle a sus compañeros, a su país, su cuarto título mundial.

Por eso, cuando el partido concluyó, todos buscaron al hombre que parece niño, que sonreía, ahora sí, de manera nerviosa, que era abrazado, sacudido y felicitado por todo el plantel, que sin importar el apellido que tuvieran impreso en su playera, nombres como Klose, Müller, Lahm, supieron reconocer a un jovencito irreverente, talentoso, que ahora sin duda elevará a mucho más de 37 millones de euros la recisión de su contrato, y forzará a Bayern Múnich a mejorarle los 7 millones anuales que gana, si no quieren verlo pronto en algún club grande de España, Inglaterra o Italia.

Mientras cualquier oferta o ajuste a su contrato pueda llegar, Götze se fue al vestuario sonriente, con el mismo brillo en sus ojos, pero, sobre todo, con la dicha de haber saboreado el oro del trofeo que ya había besado instantes atrás, en gran medida gracias a esa soberbia definición.

carlos.herrera@eleconomista.mx

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