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El récord olímpico de Moussambani

Es el Sydney International Aquatic Centre. Ahí se desarrollan las pruebas acuáticas de los Juegos Olímpicos del año 2000, los primeros del nuevo siglo. En la alberca hay tres competidores, los tres han llegado a Sydney por una invitación del Comité Olímpico Internacional a países en vías de desarrollo.

Es el Sydney International Aquatic Centre. Ahí se desarrollan las pruebas acuáticas de los Juegos Olímpicos del año 2000, los primeros del nuevo siglo. En la alberca hay tres competidores, los tres han llegado a Sydney por una invitación del Comité Olímpico Internacional a países en vías de desarrollo.

Por el altavoz se escuchan los nombres de los nadadores: Karim Bare de Nigeria, Farkhod Oripovy de Tayikistan y Eric Moussambani, un ciudadano de Guinea Ecuatorial que ocho meses antes de llevarse a cabo los Juegos, había aprendido a nadar en una alberca de apenas 20 metros.

Ahí está Eric, con un traje de baño poco usual para los nadadores profesionales. Mira la extensión de la alberca, asombrado. Tendrá que nadar 100 metros libres, prueba para la que está inscrito y en la que compite en el heat eliminatorio.

Es su debut en una competencia internacional. De hecho, apenas hace ocho meses, en enero, Moussambani había aprendido a nadar. Ahí se prepara Eric, junto a sus dos contrincantes en la plataforma de salida. Listos… splash! Bare y Oripovy salen anticipadamente y son descalificados.

Por protocolo, Eric tendrá que nadar solo. Y ahí va el fortachón moreno, con un estilo poco ortodoxo para nadar, con las piernas pataleando como un niño berrinchudo y la cabeza casi toda fuera del agua. Durante casi dos minutos, Moussambani luce agitado y medio ahogado.

Tras cincuenta metros, como obligatoriamente lo indica el reglamento, toca la pared y gira dentro del agua más bien como lo haría un delfín. Y ahí vienen los últimos 50 metros, los cuales podrían asemejar para Eric, la dimensión del Océano Pacífico.

Y ahí va, a medio aire, apenas puede coordinar el brazo y la pierna para avanzar. Y mientras más trabajo le cuesta, más lo anima la gente que al principio se burlaba, pero que ahora ansiosa quiere verlo llegar. Ya había rebasado por mucho el tiempo del ganador de la prueba Pieter van den Hoogenbard, quien había parado el reloj en 40.30 segundos. Tras un minuto 52 segundos y 72 centésimas, por fin, Eric tocó la meta.

Una fiesta de aplausos se desató pero Moussambani de eso apenas puede darse cuenta. Los primeros 50 metros han estado bien, pero en los últimos 50, sentí que me moría , asegura tras reponerse del esfuerzo.

Y así, con esa hazaña, quien a partir de ese momento recibiera el apodo de la Anguila y que en Londres será el entrenador nacional de natación de Guinea Ecuatorial, pasa a la historia como el nadador más lento del mundo.

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