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El ritual de la lucha cuerpo a cuerpo

Es verdad que los indígenas rarámuris casi nunca sonríen, por eso cuando lo hacen, los resecos pliegues de sus labios se rompen.

Guadalajara, Jal. Es verdad que los indígenas rarámuris casi nunca sonríen, por eso cuando lo hacen, los resecos pliegues de sus labios se rompen.

Luli los remoja en saliva mientras habla y vuelve a sonreír. Se van a preparar , dice como susurrando, mientras fija la mirada en la oleada de amarillos y verdes que ondean de las faldas de sus amigas, también rarámuris, que esbozan una genuina risita mientras inician el ritual de la lucha tarahumara en el centro de un improvisado cuadrilátero con piso de aserrín.

Nos gusta, porque sentimos orgullo cuando le ganamos al otro , asegura Luli, una niña de 13 años que practica este deporte, uno de los más antiguos de la Sierra Tarahumara en Chihuahua.

Dicen que los niños y especialmente las niñas son los más entusiasmados con esta disciplina, tanto que empiezan a practicarla prácticamente desde que pueden sostenerse en pie empiezan desde los tres años y de ahí hasta que son grandes , asegura Miguel Corona, profesor indígena que asistió al Encuentro Nacional de Deportes Autóctonos y Tradicionales.

Listas para el combate

Mientras platican en el aserrín, ya las niñas se han amarrado a la cintura un cinturón de estambre de unos cinco centímetros de ancho, que necesita ser lo suficientemente resistente para no romperse, pues es de ese cinturón donde las contrincantes tienen que agarrarse para lograr su objetivo: derribar a su rival.

No se puede meter zancadilla o dar patadas, sólo se pueden utilizar las manos para tumbar a la otra, que tiene que quedar con la espalda plana en el suelo, si no, no cuenta y se vuelve a empezar , explica Corona.

Como en casi todas las modalidades de lucha libre, gana quien venza en dos de las tres caídas, sin tener un límite de tiempo, por lo cual estas peleas pueden durar horas o hasta un día entero, si el cuerpo aguanta porque a veces terminamos con ámpulas o con sangre en la cintura, pues nadie se quiere rendir , dice Luli.

La emoción de la lucha es tal, que nadie aleja la mirada del par de niñas, que se debaten entre el sudor y la indecisión de en qué momento deben atacar para vencer o dejarse ganar. Después de 15 minutos, por fin llega la primera caída en una espalda que retumba hueco y fuerte contran el aserrín -que amaina un poco el dolor-, mientras el árbitro decreta a la ganadora.

Aún con los dedos rojos e hinchados, ambas luchadoras vuelven a entrelazarse, sonrientes, como casi nunca se les puede ver y se enfrascan otra vez en la lucha por salvaguardar el orgullo.

Es un juego en el que no hay empates. Hay veces que jugamos con niñas de otras comunidades, que nos retan y cuando ven que no pueden, quieren que se diga que es empate, pero aquí no es así: o ganamos o perdemos, pero nunca empatamos , asegura Luli, la única niña rarámuri que acepta hablar del tema.

Y es que aunque Luli nació al igual que sus padres en la Sierra de Chihuahua, ahora viven en el poblado de Guachochi, pero su vida se desarrolla en la sierra.

Allá voy a la escuela y tengo a mis amigos, allá juego, pero vivo en la ciudad , cuenta orgullosa.

practican deportes occidentales

Del mismo modo, reconoce que no ha podido ser ajena a la cultura occidental y aunque ella y sus amigos practican deportes occidentales, todos buscan preservar la magia de los deportes autóctonos.

Al menos dos veces por semana jugamos volibol o basquetbol, pero no queremos perder los juegos de nuestra etnia, porque sabemos que es importante conservarlos y seguirlos practicando , admite mientras mueve nerviosamente sus dedos.

En el espacio que asemeja el cuadrilátero o la llamada zona de combate, una nube de aserrín se eleva en el aire que se impregna del olor mezclado entre sudor y sangre, son las huellas de la batalla .

En tanto, los dedos deformados ya por la hinchazón se preparan para sostener entre ellos, de nueva cuenta el cinturón de la contraria que comienza a desgastarse, mientras una decena de resecas e inesperadas sonrisas infantiles alrededor de ellas, vuelven a aparecer. Es la hora de demostrar quién es quién.

Algunas variantes

Además del duelo individual, la lucha tarahumara puede ser practicada en parejas de hombres y mujeres y también mixtas. El objetivo principal es levantar y derribar al adversario de espaldas al suelo, aunque también es válido hacerlo hacia un lado.

Regularmente, gana el más fuerte o el más hábil, aunque es una disciplina eminentemente de fuerza, la técnica en el agarre es vital para llevarse el triunfo.

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