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En una final pasional, nada está escrito

Primero Oribe Peralta marcó un gol con clase y colocación, luego Humberto Suazo igualó de penal al minuto 93. La liga se define el domingo en Torreón.

A Santos se le fue medio título en el último segundo. Se le borraron las sonrisas cuando el juego agonizaba. De nada valió el monumental esfuerzo de Oswaldo Sánchez, quien se lanzó e hizo contacto con el balón, que al final le dobló su mano, chocó con las redes y desató la frustración de los de Torreón. Con un penal marcado por Humberto Suazo en el minuto 93, Monterrey igualó 1-1 con el equipo dirigido por Benjamín Galindo y dejó todo en suspenso para el próximo domingo.

El de ayer fue un partido parejo, con opciones en los dos marcos, bien resguardados por los arqueros, que se mandaron atajadas dignas de una final, pero siempre con Santos manejando mejor los ritmos del partido; pero no fue suficiente, no ante un cuadro como el de Rayados.

Justo cuando los visitantes vivían los momentos más complicados de la final, apareció Oribe, el mismo hombre que en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en héroe el domingo para mandarse otro golazo en complicidad de Marc Crosas, silenciar al Tecnológico de Monterrey y hacer soñar a toda la Comarca Lagunera.

Corría el minuto 70 cuando Crosas tomó una pelota en propio terreno, levantó la mirada y la mandó hasta el otro costado de la cancha, sitio en donde apareció Peralta, de espaldas al marco, para bajar el balón con el pecho, dejarlo muerto a sus pies, que hicieron un leve contacto con él para acomodarlo y, finalmente, meterle el empeine con fuerza, decisión, situación que permitió que el esférico se inscrustara en el ángulo superior derecho del arco regiomontano.

Ahí vino la euforia de Benjamín Galindo, las miradas al césped de Víctor Manuel Vucetich y la desolación de futbolistas y afición rayada, que sufrió con las fallas de Humberto Suazo, quien en tres ocasiones disparó desviados grandes servicios de Aldo de Nigris.

Parecía que Santos daría un paso firme hacia la corona, porque Monterrey lució inoperante tras verse en desventaja, porque Oswaldo sacó el colmillo y se comió todo el tiempo que quiso hasta que fue amonestado y porque Benjamín Galindo movió sus piezas, agrupó gente atrás y nulificó a la ofensiva local, que pudo sonreír hasta el 91.

Fue en ese instante cuando Felipe Baloy se desconcentró, llegó tarde a una jugada en la que alcanzó a hacer contacto con la pierna del Chupete y se escuchó el silbatazo de Mauricio Morales, quien indicó penal.

De nada sirvieron los saltos de Oswaldo sobre la línea, porque Suazo disparó con fuerza, superó el lance del arquero, quien hizo contacto con la pelota sin poder evitar el tanto, que fue festejado con euforia por Monterrey y que causó amargura y enojo en todos los santistas que en la agonía del primer capítulo de la final dejaron ir media copa. Ahora todo está en el aire.

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