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Este no es el más feliz de mis días
Cuando Pyambu Tuul se presentó a participar en el maratón de Barcelona 1992, nadie dio cuenta de él hasta que no concluyó la prueba. Tuul, había llegado a la justa veraniega en la delegación de Mongolia, un país que hasta aquella edición solamente había conseguido 22 medallas olímpicas en su historia.
Cuando Pyambu Tuul se presentó a participar en el maratón de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, nadie dio cuenta de él hasta que no concluyó la prueba. Tuul, había llegado a la justa veraniega en la delegación de Mongolia, un país que hasta aquella edición solamente había conseguido 22 medallas olímpicas en su historia.
Y no. Tuul no era una esperanza de medalla para su país pese a que se había entrenado por mucho tiempo para la competencia. Lo demostró cuando en la prueba de los 42.195 kilómetros, cruzó la meta en el estadio Olímpico de Montjuic en el lugar 87, en medio de aplausos de algunos asistentes que permanecieron en el recinto. Fue el último de todos los competidores que terminaron la prueba.
Sin embargo, el corredor mongol quien había invertido dos horas que el ganador de la prueba en completar el recorrido (4:00:44 horas) estaba orgulloso. Mi tiempo no fue lento, mi carrera podría ser un récord de maratón para la historia olímpica de Mongolia , aseguró a la prensa.
Feliz estaba Tuul y si bien haber concluido la carrera y ser ovacionado por algunos pocos asistentes que se quedaron a ver su llegada al estadio, su felicidad no la había determinado la prueba. No, este no es el más feliz de mis días , expresó ante el asombro de los reporteros que habían visto su hazaña.
Seis meses antes de Juegos Olímpicos, Pyambu no podría haber reconocido el camino por el que tenía que andar en el maratón simplemente porque entonces era completamente ciego. Cuando entrenaba, siempre lo hacía de la mano de un amigo para saber por dónde tenía que ir , aseguró.
Pero la historia cambió cuando a su pueblo llegó un grupo de doctores un año antes de la justa veraniega en un trabajo humanitario. Uno de los doctores revisó los ojos de quien no había mirado el mundo desde que era niño.
Me dijo yo puedo arreglarlo con una sencilla operación. Me operó y después de 20 años pude ver otra vez. Por eso, hoy no es el día más grandioso de mi vida, sino aquel en el que abrí mis ojos y vi a mi esposa y a mis hijas y son hermosas , aclaró el corredor, quien pasó a la historia olímpica no sólo por ser el hombre más lento aquel día, sino también por haber salido de la oscuridad para ver los matices de colores que pintaban a Barcelona aquel día.