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Fallas y drama en La México
Juan Pablo Sánchez resultó el mejor librado en la aciaga décimo primera corrida de la Temporada Grande en la que el jerezano Ginés Marín resultó golpeado y se salvó de una cornada, pero su apoderado Jorge Cutiño sí resultó herido.

La tarde transcurrió entre la férrea voluntad de los toreros, el poco juego y debilidad del encierro de Fernando de la Mora y el percance sufrido por el torero español Ginés Marín, quien se salvó de milagro de un grave percance.
Abrió plaza Juan Pablo Sánchez, quien mostró madurez a la hora de enfrentar ambos toros de su lote pues estructuró faenas de cuidado en las que llevó a sus enemigos en los belfos de su muleta con temple, mando y despaciosidad, pero la espada le sigue cobrando no encontrar el tranquillo y con ello perdió oportunidad de tocar pelo. Su balance, tras las dos buenas faenas logradas, fue de un aviso y división de opiniones en su primero, y lo sacaron a saludar en el tercio tras oír un bocinazo desde el palco de la autoridad una vez que despacho al cuarto.
Por su parte, Arturo Saldívar recibió con una larga de rodillas cerrado en tablas al segundo de la tarde, lo toreó por el lado derecho y por naturales en series cortas y sin reponer terreno frente al burladero de matadores, pero el pinchazo antes de la estocada un poco caída sólo le alcanzó para ser ovacionado.
Ante el quinto, un burel de Xajay que tuvo calidad pero se apagó pronto, se llevó un susto al recibir de rodillas y tuvo que brincar a la protección del callejón; una vez pasado el sobresalto, invitó a saludar en el tercio a su banderillero Diego Martínez luego de que éste logró colocar los palos con mucha exposición; ya con la muleta, el diestro jalisciense hilvanó series que le jalearon por el lado derecho y al ver que el toro ya no acudía al engaño, abrevió con gran estocada para escuchar palmas al término de su labor.
En cuanto al jerezano Ginés Marín, quien aguantó estoico las fuertes protestas al tercero por su poca presencia, se mostró voluntarioso y con deseos de agradar ante un astado sin trasmisión al que pasaportó de estocada entera y levemente caída, para saludar en el tercio.
El sexto de la tarde fue enérgicamente protestado por lo que fue sustituido por un ejemplar de Montecristo que resultó con genio y sentido, se defendía y regateaba las embestidas, astado que luego de un descuido en la suerte suprema, lo prendió de fea manera, hizo hilo con él en la arena y le pegó tremenda paliza. Ya dentro de la confusión, el burel sacó literalmente de la tronera a su poderado Jorge Cutiño, al que le pegó una cornada en el glúteo. Para colmo de males, el toro se le hizo de hueso al torero español, quien se eternizó con la espada corta y escuchó los tres avisos.