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Iván García se lleva el octavo oro en clavados
Y México es una potencia continental en los saltos ornamentales. Así lo decretaron los clavadistas nacionales e Iván García cerró con la presea dorada en la plataforma de 10 metros.
Guadalajara, Jal. Ocho de ocho. Y México es una potencia continental en los saltos ornamentales. Así lo decretaron los clavadistas nacionales que participaron en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, cuando se quedaron con los últimos dos títulos de la justa que quedaban en estas pruebas.
Así se quedaron con una marca perfecta y por primera ocasión un país logra quedarse con todos los títulos en esta disciplina. Los mexicanos fueron campeones en la plataforma individual, sincronizada, trampolín de tres metros individual y sincronizado, en ambas ramas.
La noche empezó con el oro de la pareja integrada por Paola Espinosa y Laura Sánchez quienes se encargaron de anular a sus rivales las canadienses Jennifer Abel y Emilie Heymans y las estadounidenses Cassidy Krug y Kasidy Cook, quienes se quedaron con la plata y el bronce respectivamente.
Pero aún quedaba más historia por contarse y llegaba el turno del yucateco Rommel Pacheco y el tapatío Iván García, serían dos de los 11 protagonistas que pelearían por cerrar los clavados en Guadalajara 2011, con el oro asido a sus cuellos.
Seis rondas de saltos determinarían al poseedor del preciado metal dorado. Rondas que iniciaron con clavados que fueron de menos a más en el grado de dificultad. Iván y Rommel, aparecieron en la lista con el turno nueve y once respectivamente.
Los gritos que retumbaban en el complejo acuático, callaban cuando Iván García aparecía en la plataforma. El chamaco de 18 años, quien el año pasado ya se había colgado el oro en la plataforma sincronizada junto a Germán Sánchez en los Juegos Centroamericanos de Mayagüez 2010 y había emulado el logro en estos Juegos Panamericanos, erizó la piel de los asistentes en cada participación suya.
Resopla Iván ahí a la distancia. Tarda no uno ni diez, sino 15 segundos en decidir lanzarse. Eriza la piel sobre todo cuando en su cuarto clavado, se aventura a poner en la lista un clavado con un grado de dificultad de 4.1, el más alto de todos los que se tirarán esta noche.
Y se lanza Ivan, en tres vueltas atrás y dos y medio giros, llega al agua. Aparece la calificación: 92.25, su tercer mejor clavado hasta el momento.
Pero vendría Rommel a decirle a Iván y al Complejo Acuático entero, que estaba ahí y si habría de irse sin el oro, al menos lo haría dando batalla.
Se lanza Rommel, con toda la experiencia que le dan sus 25 años, su oro en Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003 y su doble experiencia olímpica, en Atenas 2004 y Beijing 2008.
Recuerda el yucateco al joven de aquellos años, promesa de sucesor de Fernando Platas, cuando en tres vueltas hacia atrás y medio giro, rompe el agua con sus manos y se adentra en la piscina de forma casi perfecta.
Sonrisa en cara sale orgulloso y el público grita cuando en la pantalla un baño de dieces decide remojarlos de alegría. Fue un clavado perfecto que, sin embargo, no le alcanzó para acercarse a Iván, quien iba nueve puntos lejos de Pacheco.
Llegó entonces la ronda final e Iván repitió su ritual. No uno, ni diez, sino 15 segundos en suspenso. Y, por fin allá va, en el aire un clavado de 3.8 grados de dificultad con dos y media vueltas al frente y tres giros.
Apenas llega al agua y estalla el Complejo en júbilo. Perfección del chamaco. Los 108.30 puntos le ponen la etiqueta de inalcanzable. Y vuelve Rommel a intentar alcanzarlo, pero le ganan los nervios, el coraje y la frustración de ver al novato muchacho en toda su plenitud.
Y tira un clavado que apenas le da 72 puntos, su segundo peor de la noche. Y rabioso sale de la alberca, mira la pantalla como sabiendo de nuevo, que se quedó en una promesa. Y minutos después suben al podio, junto al colombiano Sebastián Villa quien desde el principio supo que si a algo podía aspirar era a llevarse el bronce.
Noche de contrastes. Porque mientras México hacía historia en el medallero panamericano, Rommel dejaba guardada la gloria para otra ocasión mejor, porque esta noche, pese a su clavado perfecto, tenía que ver festejar a otro hombre que respondía al nombre de Iván García.