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La felicidad no es para siempre

Hace ya varios años que los argelinos no festejaban un gol de su selección y por ello, ayer, durante unos minutos, gozaron eufóricos de la ventaja... aunque sólo fue por un momento.

Botón Mundial Brasil 2014

Cuando Djamel Zidane anotó el gol al minuto 59, hace 28 años, la noticia se conoció en cada rincón de Argelia hasta un día después.

Aquella vez no hubo un festejo multitudinario porque la gente no se reunía como ahora en las plazas, restaurantes o se enteraban ya sin la dosis de en vivo que provoca la euforia de una anotación. Por aquel entonces, el futbol era más familiar; además, en 1986, justo en la Copa del Mundo, este país africano tenía 23 millones de habitantes y no los 38 de ahora. Eso reduce sustancialmente el impacto.

Ese 3 de junio, en Zapopan, Zidane corrió desaforado para festejar un tanto que significaba un empate ante Irlanda del Norte. Para un país que recibía únicamente malas noticias desde hacía un año, cuando se conoció que el precio del petróleo caía y con ello sus ingresos, además de que la explosión demográfica significó mayor desempeño, un tanto en el deporte más popular en aquella región era una sonrisa, aunque fuera momentánea.

Ahora Argelia -que ha sido señalada por internacionalistas como candidata para una extensión de la Primavera Árabe por el desacuerdo del pueblo con su gobierno- vive su cuarta participación en copas del mundo y no gana desde 1982. Por eso ayer en Argel, capital del país, los aficionados, los vestidos con la playera de su selección, los enmascarados, los de las camisas de mezclilla, miraban con felicidad, gritando con las manos por todo lo alto luego de que Sofiane Feghouli, al minuto 25, disparaba suave un tiro penal y marcaba.

Habían transcurrido casi 30 años desde que su nación no marcaba un tanto. Para eso ya han pasado al menos 10 generaciones de televisiones hasta llegar a la HD y seis copas del mundo.

La estampa que usted mira es el éxtasis total que podrá quedarse así para siempre, por la eternidad, porque la imagen no cambiará. Pero la pregunta es ¿qué habrá hecho el chico de la máscara, el de la camisa a cuadros con gorra, el de la playera oficial 50 minutos después?... porque después Bélgica anotaría un par de goles. Un festejo que rompió una sequía. Pero atención, que nada es para siempre.

ivan.perez@eleconomista.mx

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