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Los gladiadores siempre ganan

El futbol heroico de los uruguayos aplastó a la vanidad italiana.

Botón Mundial Brasil 2014

Por más que pase el tiempo, Uruguay no dejará de pensar que el futbol es un acto heroico, épico, guerrero, una batalla que gana el que aprieta más la mandíbula.

Enfrentarse a los sudamericanos significa que hay que llevar armadura y saber que eso será casi una cita a muerte. Italia lo sabía y se excedió cuando Marchisio pisoteó a Egidio Arévalo; Luis Suárez lo sabía y por eso mordió a Chiellini en el hombro. La diferencia es que en el primer caso el árbitro mexicano Marco Rodríguez se percató y lo expulsó y con el killer del Liverpool no ocurrió lo mismo pero si las cámaras de televisión que lo exhibió en todo el mundo.

Hasta ahora únicamente Costa Rica les había rebasado en entusiasmo; luego ante Inglaterra apareció Suárez y ayer Godín, un defensa que representa fielmente a todos sus antecesores en la defensa central. Este país, de poco más de 3 millones de personas, es la fábrica perfecta para crear guerreros en la cancha y más si son los centrales.

Óscar Washington Tabárez, el encargado de gestionar a Uruguay, ya lo advertía en la víspera del partido. Los jugadores de mi país nunca han dejado de vivir y gozar del futbol como hinchas . Es una pequeña nación y el futbol le ha ayudado a brillar. Siempre lo han hecho así, peleando y mordiendo (literal o metafóricamente).

Seguro que los uruguayos hubieran sido unos grandes guerreros medievales, los mejores quizá. Ayer el mejor fue Godín, que todo el año había dejado claro que era capaz de dejar la piel en cada centro, en cada barrida y ahora se elevó para eliminar a Italia, la más vanidosa defensa del mundo. Se levantó y cabeceó para vencer a Buffon. Luego apareció la mordida de Suárez, la tercera al menos documentada.

La Italia más aliada al balón fracasó. Cesare Prandelli decidió, desde que tomó a la azurra, que dejaría ser tan calculadora, tan fría y le imprimió un sello con el balón más pegado a los pies. Para aquel momento todos le apoyaron, porque en Sudáfrica el sistema de catenaccio se había desgastado, se iban eliminados en la primera ronda y nadie miraba mal que esa estrategia había que dejarla a un lado. Pero ahora en Brasil tampoco esa forma estética resultó.

El saldo de la batalla tuvo damnificados en Italia. Cesare Prandelli dimitió y esa revolución que pretendió llegó a su fin ante unos gladiadores que pelean cada balón como la vida. Allá en las gradas también es lo mismo, descamisados, caras pintadas, bufandas, mantas, hay que llevar todo para ganar la guerra; han tumbado a un histórico y lo han llevado –a mordidas si es necesario- a una crisis más.

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