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Pyeongchang, ¿juegos de la paz?

Especialistas en Economía y en la región asiática analizan para El Economista el impacto de la participación de Corea del Norte en la justa invernal y sus implicaciones en las relaciones con corea del sur

El saldo de la participación de Corea del Norte en los Juegos Olímpicos de Invierno se traduce en pequeños pasos... con un desfile en conjunto durante la inauguración del evento, un equipo de hockey femenil unificado y en una invitación de Norcorea hacia Seúl para continuar con la marea de convivencia fuera del área deportiva.

Durante este año, el líder Kim Jong-un parece irreconocible. Cambió el discurso de las amenazas a la bienvenida al diálogo con Corea del Sur, enviando como representante de Pyongyang a su hermana menor, de 30 años, Kim Yo-jong, en un contexto idóneo de proyección internacional.

Estados Unidos, aliado de Seúl en la confrontación de las amenazas nucleares de Norcorea, mira de reojo los movimientos de ambas Coreas, que se han unificado por unas horas bajo una bandera blanca con la imagen de la península durante la ceremonia de apertura y en el equipo de hockey femenil de 35 jugadoras, entre ellas, 12 norcoreanas. Algo nuevo e insólito de trabajo en conjunto entre ambas Coreas.

“La apertura de Corea del Sur hacia Norcorea no se relaciona con las cuestiones geopolíticas de los Estados Unidos, es algo sólo sobre las dos Coreas y la manera en que puedan mejorar su relación. Corea del Norte expone un pequeño segmento al mundo que no puede lastimarse en nada. La interacción entre la gente ordinaria durante los Olímpicos es algo potencialmente saludable, algo que calmará las tensiones. Son pequeños pasos pero necesarios”, explica a El Economista Robert Baade, profesor de Economía, Negocios y Finanzas de Lake Forest College en Illinois. El académico fue invitado por el Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo y el Instituto de Corea en Ciencias del Deporte a hablar sobre  “El valor del movimiento olímpico y paralímpico de Seúl 1988 a Pyeongchang 2018”, evento parte de las actividades en torno a la justa invernal.

La bienvenida a la hermana del líder norcoreano por parte del presidente Moon Jae-in dio las imágenes inimaginables en su visita al Palacio Azul de la Presidencia surcoreana, donde compartieron una comida y tres horas de conversación.

En otra escena, en la ceremonia de inauguración, la representante del Norte fue el reflector por su proximidad con el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, quien no se prestó a un saludo.

El discurso del líder norcoreano ha sido volátil, en enero amenazaba diciendo que “todo Estados Unidos está al alcance de nuestras armas nucleares y hay un botón nuclear siempre en mi escritorio. Esta es la realidad”. Mientras que a cinco días de haberse iniciado los Juegos en PyeongChang, a través de la agencia oficial norcoreana KCNA, expresó: “Es importante mejorar el cálido clima de reconciliación y de diálogo”.

¿Puede la justa olímpica aliviar las heridas entre ambos países?

—Es algo positivo que ambas Coreas aparezcan bajo una misma bandera en los Olímpicos, pero en una escala más grande, no creo que esto tenga más impacto. En mi opinión sería mejor continuar con cuestiones económicas, sería más benéfico para cambiar la relación que sólo un evento olímpico de dos semanas”, responde a este diario Allen Sanders, profesor de Economía en la Universidad de Chicago.

El deporte y la diplomacia se han vuelto las armas que el Norte y Sur ocupan en los llamados “Juegos de la Paz”. No es la primera vez que ambos países desfilan juntos en un evento olímpico, ni la primera ocasión con la expectativa de que un evento internacional deportivo se convierta en el parteaguas de la reconciliación en la península coreana.

Sin embargo, el acercamiento crea la ilusión de que ahora las armas están lejos y “son instrumentos fatales que solamente deben ser utilizadas cuando no hay alternativa”, en reflexión del filósofo chino Sun Tzu, autor del libro El arte de la guerra.

Por primera vez en ocho años, Corea del Norte participó en los Olímpicos de invierno, sede en la que Kim Yo-jong estrechó la mano del presidente surcoreano Moon Jae-in y le hizo una invitación de su hermano para participar en una cumbre en Pyongyang. Lo anterior, en un contexto que contrasta al de hace 30 años en los Olímpicos de verano en Seúl 1988, en un momento de tensión durante la Guerra Fría.

¿Está siendo Corea del Sur muy flexible con Corea del Norte?

—Algunas veces el deporte puede ser un vehículo de paz, pero falta mucho que hacer y es un paso en la dirección correcta. Es importante entender que es un paso pequeño, pero llamarlos los “Juegos de la Paz” y que como consecuencia, las heridas serán curadas, no es razonable, se necesita saber de manera sobria lo que está pasando”, agrega el profesor Baade.

Si el camino deportivo da pie a un diálogo más amplio, entonces el siguiente paso serían los Juegos Olímpicos en Tokio 2020.

¿Podrían ambas Coreas prestarse entonces a colaborar mandando un equipo a Japón?

La historia ya mostró que en el Mundial de Futbol Corea-Japón 2002 se dio una acción conjunta.

La pregunta queda abierta en la línea del deporte. Sin embargo, lo que mantenga a una península pacífica es bueno para el mundo entero.

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