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Solitario apéndice en la México
José Garrido cortó la única oreja en la corrida del domingo, mientras Ignacio Garibay y Diego Sánchez tuvieron dignas actuaciones ante un encierro manso e intratable de Arroyo Zarco que dejó mucho que desear.

El extremeño José Garrido se alzó como el triunfador de la novena corrida de la Temporada Grande en la plaza de toros México luego de llevarse una oreja a su espuerta del toro Barba Roja de Arroyo Zarco, un toro que si bien estuvo en el límite en cuanto a presencia, fue el único que se prestó, y no del todo, para el lucimiento en las suertes.
Fue Garrido quien, a base de templar las verónicas en los lances y de ponerse en los terrenos de su enemigo, para la faena de muleta hilvanó series meritorias pisándole los terrenos, quieto como una estatua y pasándose muy cerca al burel mexiquense; sin embargo, aunque el estoque fue colocado de manera deficiente, bajo y tendido, el público pidió con insistencia el apéndice, concedido finalmente.
En su segundo, un astado complicado que terminó por rajarse, le realizó una faena en la querencia y estuvo muy dispuesto; tras un pinchazo y entera escuchó un aviso al término de su actuación.
Por su parte, Ignacio Garibay porfió con un distraído, manso y complicado burel, aparte del viento molesto, pero aun así se inventó una faena llena de vergüenza y voluntad en la que logró algunas series por el lado derecho, intercaladas con pases de trinchera y del desdén, aunque el pinchazo le privó de algo más que la fuerte ovación una vez que pasaportó a su enemigo.
Con el cuarto de la tarde, otro toro complicado y peligroso, el diestro capitalino le presentó cara, intentó por ambos lados y terminó por torear de aliño para cerrar su actuación con dos pinchazos y entera para ser aplaudido.
En cuanto a Diego Sánchez, quien confirmó su alternativa con el astado número 230 de nombre Brillante y con 477 kilos de peso, tuvo una digna actuación en la que por momentos se le vio sereno y por encima de las condiciones de éste, al final tuvo petición pero quizá la mala colocación de la espada no convenció al juez Jorge Ramos y todo quedó en una fuerte ovación a su labor.
Con el cierra plaza, un astado manso, complicado y peligroso y para mala fortuna del hidrocálido, tras una pachanga de yerros por parte de su cuadrilla, intentó hacer la faena, pero al no tener colaboración, abrevió y le aplaudieron.