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Tarde cuesta arriba en La México

La voluntad y deseos de los alternantes del décimo festejo en la plaza México, se estrellaron con las condiciones del clima y de los novillos de Fernando Lomelí, de los cuales, dos regresaron vivos a los corrales luego que sus lidiadores escucharan los tres avisos.

“Por voluntad no pararon los chavales”. Foto: Cortesía Plaza México.

“Por voluntad no pararon los chavales”. Foto: Cortesía Plaza México.

Cada uno en su estilo lo intentó todo, lo mismo con una labor tremendista que con toreo serio y de poder, pero el viento molesto, que estuvo soplando toda la tarde, y la aspereza, raza y peligro de los ejemplares de Fernando Lomelí, provocaron que los chavales salieran con las manos vacías del Coso Grande.

Abrió plaza Maxime Solera, novillero francés quien mostró una técnica depurada y valor al extraer algunas series por el lado derecho y varios naturales aislados, dos pinchazos y estocada contraria para matar y se salió a saludar en el tercio entre división de opiniones luego de escuchar un aviso.

Con su segundo, el torero galo consiguió pases de mucho mérito con base en el aguante ante un burel que se colaba de forma peligrosa y al que pasaportó de un pinchazo y entera para escuchar un bocinazo desde las alturas.

El segundo espada José María Mendoza, enfrentó un complicado burel al que lanceó a la verónica y llevó ante la cabalgadura para luego iniciar su faena de muleta con doblones y derechazos que le corearon, naturales intermitentes y toreo de aliño cuando su enemigo tendía a refugiarse en tablas, lo mató de dos pinchazos y estocada tendida para recibir un recado y breves palmas una vez que termino su labor.

En su segundo, el joven capitalino inició con lances a la verónica y chicuelinas y al momento de realizar su quite por saltilleras fue prendido y pareció quedar muy lastimado por lo que fue llevado a la enfermería, se resistió, lo revisaron y decidió continuar en el ruedo cambiándose el tercio.

El joven discípulo de Sergio Flores abrió con doblones, tandas por el lado derecho y el de pecho, naturales, molinete, un par de dosantinas y más toreo en redondo para cerrar con algunos adornos y desplantes, sin embargo, no pudo colocar la espada en varios intentos para escuchar los tres avisos y ver frustrado, cómo su enemigo regresaba vivo a los corrales mientras él se fue a la enfermería de la que ya no regresó.

Por su parte el jalisciense Ramón Jiménez, derrochó valor y voluntad. Recibió con una larga cambiada y de rodillas al primer novillo de su lote, lanceó a la verónica y cubrió el segundo tercio con sobradas facultades y exponiendo en demasía, el par inicial fue al cuarteo y a punto estuvo de ser herido luego de resbalar delante de la cara de su enemigo que por fortuna sólo lo atropelló en su persecución, continuó con un galleo y sesgo para terminar con dos intentos de banderillas cortas que no pudo concretar pero puso éste al cuarteo y cuando se percató que el ayuda que le había hecho el quite había caído y quedado a merced del astado, corrió en su auxilio a hacerle el quite a cuerpo limpio llevándose una fuerte ovación.

Inició su labor muleteril con un estatuario y siguió con pases por ambos lados, fue nuevamente prendido sin consecuencias que lamentar y no logró coronar su labor con la espada, le devolvieron vivo a su enemigo luego de sonar los tres recados desde el palco de la autoridad.

Se fue a recibir a portagaiola a su segundo enemigo, cubrió de nueva cuenta el tercio de banderillas y trató de agradar en su faena de muleta, sin embargo, mató de un pinchazo hondo y escuchó breves palmas tras un aviso al término de su quehacer.

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