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Triunfos a toda costa en La México
Una vez terminado el paseíllo, se rindió un minuto de aplausos a la memoria de Juan Silveti Reynoso y Fabián Ruiz, fallecidos recientemente.
¡A La México hay que venir por todo! Dijo maltrecho y golpeado Fabián Barba una vez que pasaportó al segundo toro de su lote.
“Mi deseo de sobresalir en esta bella profesión es la entrega en todo momento, no estoy herido y sí, me siento contento por el triunfo”, comentó poco antes de recibir la oreja que prácticamente arrancó a Mesonero de Rancho Seco tras recibir a portagaiola en los medios y puesto de rodillas, en muestra de que no se dejaría ganar las palmas, con lances de largas cambiadas, variedad en el capote y un quite por chicuelinas combinadas con tafalleras que le jalearon con fuerza.
Inició su faena de muleta por alto y con un forzado de pecho, el burel le avisó que no le pondría las cosas fáciles e incluso lo desarmó, pero a base de valor e insistencia lo fue metiendo en el engaño hasta conseguir adornos coronados con la dosantina y un cambiado de mano que le corearon mucho.
Alargó la faena y le sonaron un aviso antes de tirarse a matar y sin hacer caso al bocinazo, se entregó en la suerte suprema y fue volteado de fea manera, el toro hizo hilo con él en la arena y lo volvió a elevar por los aires.
Se temía la cornada y los pañuelos blanquearon los tendidos, el toro dobló y el juez, tras hacerse un tiempo del rogar concedió el apéndice que Barba paseó por el anillo con una gran sonrisa, aunque con notable dolor quizá provocado por la golpiza sufrida.
Con el abre plaza, Barba tuvo una labor firme y poderosa ante un astado deslucido al que tardó para matar. Le aplaudieron al término de su labor.
El tercer espada en el cartel, Gerardo Adame, se fue por delante con el primero de su lote de nombre Redentor, al que laceó variado y replicó un quite de barba con gaoneras y una revolera de remate; ya en su faena de muleta y a base de insistir, hilvanó tandas por ambos lados con pases templados y poderosos, adornos y el desdén, para tirarse a matar dejando una estocada entera y recibir un apéndice.
Ante el cierra plaza, el hidrocálido porfió con tesón y voluntad a un burel deslucido que se salía de la suerte y al que logró extraer pases por el lado derecho para dar muerte de entera trasera y tendida más dos golpes de descabello y escuchar palmas a su actuación.
Por su parte el zacatecano Antonio Romero lidió al segundo de la tarde, un toro peligroso y complicado, que volteaba contrario, se paraba a mitad del viaje y le buscaba los costillares, logró pases aislados y le aplaudieron al término de su labor. Con el quinto del festejo, un astado que se dejó, no logró ahormar las embestidas, ni hacerse del interés de su enemigo por lo que se retiró en silencio.
Una vez terminado el paseíllo, se rindió un minuto de aplausos a la memoria de Juan Silveti Reynoso y Fabián Ruiz, fallecidos recientemente.