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Zotoluco triunfa y Silvetti se jugó la vida

Pese a las habilidades de los toreros, la de ayer fue una tarde deslucida por los toros.

Un poderoso trasteo, maduro, templado y asentado, de primera figura del toreo, fue el que demostró Eulalio López El Zotoluco con el único toro que se dejó de Julián Hamdan dentro de la segunda corrida de la Temporada Grande.

La gente en la Plaza México coreaba alegre los lances de gran calidad rematados con una media, admiraba la soberbia faena de muleta a Tres Setenta y Tres, toro que acusó debilidad pero que tenía calidad y al que llevó con pases templados por el lado natural, un cambiado quedándose muy quieto e intercalando los lados en tandas soberbiamente aplicadas con la muleta a media altura.

Este poderoso trasteo vio su culminación con un estoconazo de rápidos efectos, mismo que hizo rodar sin puntilla a su enemigo y que le valió la única y solitaria oreja de la tarde.

Luego, y ante las fuertes protestas del público, el juez Gilberto Ruiz Torres tuvo que devolver a su segundo para que saliera un astado de Celia Barbabosa que resultó soso, deslucido, parado y rajado, y en el que fue silenciado al término de su labor.

José Antonio Morante de la Puebla se las entendió con un primer ejemplar débil y manso, donde sobresalieron los lances con el percal y breves instantes del arte que atesora en la muleta, pero con el que abrevió para retirarse en silencio.

En el quinto, otro astado débil, parado y fuertemente protestado, vivió momentos con el capote, suaves derechazos que tuvieron respuesta en los tendidos y otros naturales de perfecta manufactura, pero la faena perdió emoción y terminó por escuchar un aviso.

Por su parte, Diego Silveti contempló impotente el regreso del tercero de la tarde ante las airadas protestas. Lidió uno de Celia Barbabosa, rajado y deslucido para oír breves palmas y consciente del importante compromiso, en el sexto se jugó alegremente la vida, lanceó por mandiles y quitó por gaoneras.

Tanda de naturales, dosantina seguida de un trincherazo, arrucina precedida del desdén y, hombros, muslos y costados, fueron puestos como carnada para que la gente le respondiera con gritos de: ¡Torero, torero! y una ovación de pie.

Desafortunadamente, pinchó y le aplaudieron con fuerza al pasaportar al burel.

Los toros de Julián Hamdan salieron disparejos en presencia, acusaron debilidad y sosería, salvo el de Zotoluco que en términos generales se dejó, mientras los de Celia Barbabosa, de buena presencia, fueron sosos, malos y deslucidos.

rgs

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