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4 lecciones de los niños a los emprendedores
De los niños se pueden aprender muchas lecciones para todos los ámbitos, incluso los negocios, por lo que los emprendedores deben ser más observadores.
Los niños son de las personas más alegres que podemos conocer y que viven en ese estado por pequeñas cosas, ven el mundo de diferente manera, su nivel de curiosidad es muy alto y siempre tienen grandes sueños, algo que con el paso de los años se puede ir olvidando.
Conforme se va creciendo y se van adquiriendo responsabilidades, podemos olvidar a ese pequeño niño que tenía sueños y una misión en el mundo. Las responsabilidades nos agobian y olvidamos esa alegría que nos llegaba con cualquier detalle y el esmero por querer lo que logramos. De los niños se pueden aprender muchas lecciones para todos los ámbitos, incluso los negocios, por lo que los emprendedores deben ser más observadores.
Como los niños, los emprendedores tienen sueños que desean hacer realidad, pero la diferencia radica en que los adultos se llenan de inseguridades, inestabilidad, no se aventuran a lograrlo, algo que un niño sí haría sin mayor detenimiento.
“Sin darnos cuenta, la llama se apaga y en su lugar aparecen la ansiedad y la preocupación”, explica Bernardo Prum, Managing director de Creze, plataforma que ofrece préstamos en línea para pequeñas y medianas empresas en México.
Por ello, para que los emprendedores logren reconectar con su niño interior y puedan poder potenciar sus negocios, Prum comparte cuatro lecciones que los niños enseñan a diario.
Tienen una alta capacidad de asombro
Los niños están descubriendo el mundo en cada momento, por lo que se asombran ante nuevos descubrimientos por pequeños que sean.
La curiosidad es parte fundamental de su rutina, pues saben que algo nuevo y extraordinario se encuentra a cada paso que dan. Un emprendedor que busque solucionar un problema ingeniosamente, tendría que mantener su capacidad de asombro y descubrimiento bien afilada.
Siempre con decisión y sin miedo
“Quienes sabemos andar en bici recordamos ese momento preciso con nitidez: ahí vamos, con la asistencia de un adulto, pedaleando tranquilos y seguros, cuando nos damos cuenta que ya no hay nadie sosteniendo la bicicleta. Adrenalina, emoción, alegría se conjugan al comprender que sí podemos.
Y de ahí todo se vuelve más apasionante: ir más rápido, ir más lejos, subir pendientes más inclinadas. Con ello, también vienen las caídas, los raspones y los golpes. Pero qué más da. Te vuelves a subir y lo vuelves a intentar”, comenta Prum.
Esas ganas sin miedo y sin titubeos, a sabiendas que se puede volver a intentar después de un fracaso, son esenciales para un emprendedor.
Se toman su tiempo, van paso a paso
Con el paso del tiempo y la acumulación de éxitos, un emprendedor puede olvidar fácilmente algo que es más que intuitivo para un niño: Roma no se construyó en un día, o lo que es lo mismo, todo toma su tiempo.
Se aprende paso a paso, poco a poco. Esto no deja de ser una verdad para nadie: la paciencia y la consistencia para aprender son parte de cualquier proceso.