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El fracaso no es malo, pero hay que aprender a fracasar
El emprendimiento es una montaña rusa y habrá fracasos, pero no todos son bueno para la innovación. El objetivo es cometer los menos posibles, incluso hay que saber diferenciar el fracaso de los errores.
Cuatro de cada 10 emprendedores en México han tenido una empresa que fracasó, de hecho, el 54% ha fundado más de una empresa, de acuerdo con la Asociación de Emprendedores de México. Esto lleva a los negocios a pensar que si fallan lo tienen que hacer rápido y temprano, para tener éxito lo antes posible.
Si bien, el espíritu emprendedor demanda intentar distintos caminos, la mayoría de los cuales no funcionarán, se requiere una actitud positiva de resiliencia hacia los contratiempos.
No es lo que aprendimos desde la escuela hasta el trabajo. Fracasar nos hace sentir mal, nos confunde y sus consecuencias nos dan miedo. Quedar mal parados nos puede costar mucho. Odiamos fracasar y punto”, comenta Emilio Oteiza, consultor de innovación.
Añade que innovar demanda cambiar la mentalidad y aceptar el fracaso como un jarabe feo aunque necesario. Pero, no es suficiente usar el fracaso, primero hay que entenderlo y es que el consejo de “abraza el fracaso”, sin más detalle, es una pésima idea.
Fracaso y error no es lo mismo
Emilio, en su columna para El Observador, recuerda el caso de unos emprendedores que implementaron una aplicación móvil asegurando que era valiosa para los consumidores, aunque sólo tuvieron algunas conversaciones con clientes y no un estudio de mercado. Además, no siguieron algunos lineamientos de las tiendas, causando costosos retrasos.
Después de un tiempo, los emprendedores reconocieron que habían aprendido mucho de esa experiencia, y que habían seguido el dicho de “fracasar rápido”.
Sin embargo, Emilio puntualiza en que no todo el fracaso es bueno para la innovación. Por ejemplo, en este caso los emprendedores requerían constatar que la idea era buena y realizar prototipo barato, en lugar de crear la aplicación, pues “el costo del fracaso fue demasiado grande”.
Además, no seguir los lineamientos de la tienda no es un fracaso, sino un error.
“Aprendemos del fracaso, pero no del error. Los errores, lo único que enseñan, es que somos humanos”.
¿Cómo es el fracaso bueno?
En su último libro, la investigadora y profesora Amy Edmondson señala cinco características de un buen fracaso, o “fracaso inteligente”.
1- El buen fracaso no tiene mapa. Estoy intentando hacer algo nuevo para lo cual no tengo un camino conocido. Si hay una manera conocida de hacerlo, y tengo acceso a ella no estoy fracasando, estoy intentando “reinventar la rueda”. En este caso, lo que me falta es investigar mejor.
Tenemos que ser conscientes cuándo estamos en territorio nuevo y cuándo no. En innovación, por definición navegamos aguas desconocidas. Así que aquí nos conviene cambiar el chip mental y tomar una actitud exploradora.
2- El buen fracaso sucede avanzando hacia un objetivo valioso. Estoy tratando de servir mejor a mis clientes o de desarrollarme como profesional. Resbalo persiguiendo algo que lo vale.
3- El buen fracaso hace los deberes. Antes de hacer el siguiente intento, me informo. Que avancemos experimentando no nos da licencia para hacer un trabajo descuidado. El fracaso inteligente hace los deberes, y su siguiente experimento es el más jugoso posible.
4- El buen fracaso es lo más pequeñito posible. No preciso invertir en toda una línea de producción para ver si un producto se venderá o contratar personal y armar una empresa para ver si un servicio solucionará un problema real, y tampoco es necesario desarrollar toda una app para ver si el usuario la entenderá.
5- El fracaso es bueno si aprendimos de él. El fracaso muchas veces se esconde, pero al compartir los errores se puede acceder a lecciones.