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El Empresario

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Hija de Sánchez, historia de una migración

¿Podríamos decir que Rosio Sánchez cambió la vida de los daneses? Es posible. Hay tacos y tortillas de por medio.

Rosio Sánchez creció con la cocina de sus padres: comida familiar migrante. Su madre, de Guanajuato y su padre, de San Luis Potosí, ella, de Chicago desde la cuna; si hubo algo que nunca faltó en su plato fue diversidad cultural y mestizaje, mismos que ahora representan los ingredientes principales de su propuesta gastronómica en Copenhague, Dinamarca.

Alguna vez, en un simposio de la comunidad global MAD, Rosio señaló la brecha que existe entre la búsqueda de la perfección y la inspiración bajo la visión de los demás, y el deseo contradictorio de cocinar lo que es importante para ella como persona.

Es cierto que un hogar puede construirse a partir de los objetos recuperados de diferentes países habitados y los recuerdos, pero regresar a tus raíces es incomparable, no lo digo yo, pues nunca he estado fuera de mi país por más de dos meses, pero concuerdo con Sánchez y puedo imaginarlo.

“Siempre que estoy en México me siento bien pero físicamente estoy en Copenhague; por pasar tanto tiempo intentando igualar mi cocina a la de otros, enterré las preguntas de lo que yo realmente quería comunicar”, dijo Rosio.

El término fusión ya quedó atrás, no pretendamos mezclar culturas para generar una nueva. Más allá de lo atractivo que puede ser tropicalizar culturas, se trata de darle sentido a su existencia en otros países, de dar a conocer el origen y respetar las raíces e historias familiares.

Hija de Sánchez, nació de la idea de representar la cara más honesta y auténtica de la comida mexicana, de obtener la mejor calidad de ingredientes desde México hasta Copenhague para reflejar la esencia del mexicano y su soltura con el entorno.

Ya son más de 10 años que Rosio Sánchez respira aires daneses. En el 2015 abrió su primera taquería itinerante: Hija de Sánchez, después de trabajar con el chef célebre René Redzepi, de Noma, restaurante que habla por sí sólo. No hubo una, sino dos taquerías que no tardaron en ser glorificadas por sus tortillas elaboradas con maíz criollo de Oaxaca para sostener, con gracia, pastor, barbacoa, camarones y otras delicias.

Podría intuir que el taco es ‘el todo’ de Hija de Sánchez, pero no me atrevo a quitarle protagonismo a los moles que sirven en ocasiones especiales o las paletas heladas de pastel de tres leches que aluden a los pasteles de cumpleaños que Rosio recibía año con año. Me parece que el mensaje que transmite Hija de Sánchez es el tesoro que comparte México y Copenhague: un esfuerzo honesto para conectar a la gente a través de la comida.

“Para obtener productos orgánicos y sostenibles que benefician a las comunidades mexicanas y mayas, trabajamos con organizaciones en México, de las cuales, la mitad son sin fines de lucro. Compramos lo que las comunidades pueden ahorrar después de que se hayan ocupado de sus necesidades alimentarias”, precisó Rosio.

Ya, en los últimos años por fin ha quedado claro que México no sólo es guacamole, burritos y chili con carne.

Cocineros de todo el mundo han dado a conocer los orígenes e historias de los sabores de distintas culturas, desde Hija de Sánchez, Rosio ha logrado crear y recrear platos que rinden homenaje a la cocina mexicana, mismos que logran converger y trascender armoniosamente entre ambos lados, permitiendo que dos naciones brinden con un tepache los frutos del mestizaje.

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