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ColorEres, la nueva experiencia de Sensorama para los suscriptores de Club El Economista

Con colores, aromas, sabores y recuerdos, los suscriptores de Club El Economista que se dieron cita, emprendieron un viaje hacia su interior.

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¿Como sueñan los ciegos? Fue la pregunta que se hizo el fundador de Sensorama Héctor Fernández, por lo que comenzó un proceso de exploración de los sentidos con los ojos totalmente vendados, con lo cual descubrió que los otros sentidos se comienzan a agudizar a falta de vista, así como la existencia de un sentido de percepción interior, y así, nace el concepto de la experiencia ColorEres, la cual fue vivida por los suscriptores de Club El Economista

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Esta experiencia de inmersión sensorial tiene como objetivo el explorar la cromática y sus efectos en el estado de una persona, profundizando en elementos interiores como los chakras y otros sentidos que hacen recordar experiencias y recuerdos de todo tipo por medio de colores, olores y sabores. 

Los suscriptores tuvieron la oportunidad de experimentar un viaje a través de distintos colores, cada color está conectado con los siete puntos energéticos, también llamados chakras, para dejarse fluir y poder conectar con los colores para identificar que representa cada color, que transición, sabor, aroma, recuerdos, sensaciones, y a donde lleva cada textura. 

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“SI quieres ver tu alma cierra los ojos, cerrar los ojos permite observar este mundo interno, que sucede cuando me permito ver hacia adentro, hay imaginación, hay recuerdos, entonces si hay sensaciones, me van a conectar hacia un recuerdo, una emoción y así lo que tengo dentro de mi imaginación”, dijo Edgar Medina, artista sensorial. 

Para iniciar con el viaje, a cada suscriptor asistente se le proporcionó unos goggles y unos audiófonos, que, al colocárselos, eran capaces de proyectar distintos colores dependiendo de la puerta que se abriera durante el recorrido interior. A los asistentes les coloco una manzana durante el color rojo para sentir su textura y aroma en las manos, así, se les dio un pedazo en la boca. 

En el color verde, se proporcionó un limón, que, con las uñas, podían dibujar líneas para permitir que su aroma saliera, al igual que con el color naranja y la fruta homónima, que desprendía un olor a cítrico que atraía paz interior. 

En el color amarillo, cada suscriptor sostuvo con sus manos una vela, cuyo calor podía sentirse en todo el cuerpo y conectar con el inmenso amarillo que se percibía después de abrir los ojos. Por su parte, en el color violeta, una fresca brisa y aroma se hicieron presentes, así como el tacto con los pétalos de una flor del mismo color, que podía conectarte con un paisaje natural. 

Finalmente, en la última puerta, un sendero se abría con varios tonos de azul, que, al cerrar los ojos, rayos de azul fosforescente se dibujaban en el plano obscuro de los parpados cerrados, y con ello, se transportaba a la cúspide del cuerpo y los siete sentidos sensoriales. 

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Para Miguel Molina, uno de los suscriptores más recientes de Club El Economista, la experiencia fue muy rica al estimular los sentidos y los escenarios a los que esta los transporta. 

Por su parte, Gabriel Estrada, suscriptor de Club El Economista desde hace 8 años, describió la experiencia como sorprendente, ya que no se esperaba vivir esa sensación y recomendó a los demás suscriptores a darse la oportunidad de vivirla. 

Si quieres vivir experiencias como esta, suscríbete a Club El Economista y se parte de ellas. 

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