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Club El Economista disfrutó de vinos, arte y cultura en Tannin Art Bar

Un destino obligado para aquellos que buscan algo más que una copa, aquí el arte y el vino se encuentran en perfecta armonía.

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Tannin Art Bar, dirigido por Diego Mutzenbecher, ha logrado fusionar dos universos que, a primera vista, parecen distantes: el arte y la enología. Este novedoso proyecto ha capturado la atención de amantes del vino, del arte y de aquellos que buscan experiencias diferentes.

Diego, un emprendedor con experiencia en la importación de vinos, decidió dar el siguiente paso en su carrera al abrir su primer restaurante-bar. Sin embargo, Tannin no es simplemente otro lugar para disfrutar de una copa.

Fue resultado de la inspiración de sus viajes y de espacios como la Fábrica de Arte Cubano, Mutzenbecher se propuso crear un concepto donde el vino y el arte se complementaran de manera orgánica.

“Siempre tuve la inquietud de abrir un bar, y la galería surgió de forma circunstancial. Cuando encontré este espacio, supe que era perfecto para fusionar ambos conceptos: el arte y el vino”.

​¿Por qué visitar Tannin Art Bar?

Uno de sus aspectos más destacados es su amplia oferta de vinos; con más de 160 etiquetas de todo el mundo, el bar ofrece una selección cuidadosamente curada que abarca desde los grandes clásicos de España, Francia e Italia, hasta propuestas más exóticas provenientes de Nueva Zelanda, Serbia y Grecia.

Foto EE: Hugo Salazar.

Foto EE: Hugo Salazar.HSS

Además, cuentan con experiencias semanales como las que vivió Club El Economista en donde tuvieron la oportunidad de probar variedades autóctonas de Italia, específicamente de Sicilia.

Foto EE: Hugo Salazar

Foto EE: Hugo SalazarHSS

Esta experiencia fue hosteada por Patricia Mejía, export manager de Firriato, una de las bodegas más importantes de Italia, junto con el sommelier Vicente Mendoza quienes les dieron la bienvenida y pusieron en contexto geográficamente a los asistentes para entender por completo la variedad de los vinos de Sicilia.

Foto EE: Hugo Salazar

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La cata inició con el vino espumoso blanco Gaudensius Blanc de Noir, con uva 100% Nerello Mascalese, luego le siguió otro vino blanco, Chiaramonte 100% Ingolia el cual, presenta una agradable acidez, persistente y equilibrado.

El tercero fue Le Sabbie Dell’ Etna, un vino tinto que se acompañó con una ensalada en la que destacaban las hierbas, el tocino crocante y el queso francés bulchis, la cual, desprendía una explosión de sabores que impresionó a más de uno de los comensales quienes no dudaron en reconocer el excelente trabajo del chef.

Foto EE: Hugo Salazar

Foto EE: Hugo SalazarHSS

Para acompañar el vino tinto Firriato Ribeca Perricone, su maridaje se acompañó con fetuccini con queso francés raclette y pechuga al tomillo con mantequilla y limón.

Foto EE: Hugo Salazar

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Fue el vino dulce blanco el que cerró con broche de oro, Firriato Le’cru Passito, acompañada con una mermelada de higos, canela, ajonjolí, fue servido sobre unas galletas, con quesos franceses, del menos al más fuerte: queso brie, queso comté, y bluchis

Foto EE: Hugo Salazar

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En este maridaje de 5 tiempos, los suscriptores recorrieron Sicilia de lado a lado y aprendieron que algunos de los vinos que deleitaron se elaboran con uvas producidas en suelos volcánicos, bajo unas condiciones, diferentes a las que regularmente se conoce. 

Otra de las particularidades que disfrutaron de Tannin fue la galería de arte, la cual cambia cada dos meses y renueva sus exposiciones de artistas emergentes.

Actualmente, la galería ubicada en Versalles 113, se prepara para inaugurar su próxima muestra, “Sacrificio”, una exhibición breve que coincide con la temporada de Día de Muertos.

El éxito de Tannin Art Bar radica en su capacidad de atraer a una amplia variedad de públicos, desde aquellos que apenas comienzan a interesarse en el vino hasta sommeliers experimentados, todos encuentran algo qué disfrutar en este espacio.

“Lo que más me gusta de este lugar es que no necesitas saber de vino para disfrutarlo”, señaló Luz Martínez Brito, suscriptora reciente de El Economista, quien confesó que pensaba que no le gustaba el vino, sin embargo, esa misma noche cambió todo ya que incluso se llevó una botella para disfrutar en su casa.

Foto EE: Hugo Salazar

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Por su parte, Adriana del Moral, suscriptora de El Economista 4 años, mencionó: “Me gustó mucho la sorpresa de los sabores y del maridaje con los alimentos, sobre todo probar nuevas uvas que no estaban en el repertorio conocido”.

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