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Ostiones en canastas flotantes y raicilla de agave para teñir la economía mexicana de verde y azul
“Si realmente crees que el medio ambiente es menos importante que la economía, intenta aguantar la respiración mientras cuentas tu dinero”.
La frase es de Guy R. McPherson, profesor emérito de recursos naturales y ecología de la Universidad de Arizona y representante del movimiento hard green. La escribió en su influyente blog Nature Bats Last en 2009. Catorce años después sigue vigente y da sentido a dos conceptos en boga: la economía verde y la economía azul.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2030 están transformando la agenda internacional. La protección del medio ambiente se ha vuelto una prioridad y por ello surgen estrategias como la economía verde y la economía azul sostenible.
Los orígenes
La protección de los recursos naturales no era un tema prioritario en los años 70 y los años 80 del siglo pasado. En ese período se privilegiaba el crecimiento económico sobre la conservación ambiental. Es en 1987 cuando surge el concepto de desarrollo sostenible –esto es, satisfacer las necesidades actuales sin comprometer los recursos para las siguientes generaciones– con la publicación del Informe Brundtland.
Elaborado por una comisión de expertos a petición de la ONU, el documento buscaba fijar las bases para la cooperación en temas de desarrollo y utilización de los recursos naturales. El Informe Brundtland cambió la manera de abordar la relación entre crecimiento económico y naturaleza. Cuidar y proteger el medio ambiente se transformó en un tema de debate internacional.
Casi un cuarto de siglo después, en el año 2000, se propusieron los objetivos de desarrollo del milenio, paso previo a los ODS 2030. Desde entonces han surgido diversas herramientas y estrategias, como la economía verde y la economía azul, con las que se busca alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible.
Economías verde y azul: el concepto, los objetivos
Con la economía verde se busca que el proceso económico integre y proteja los aspectos sociales y ambientales a largo plazo.
La economía azul se enfoca en la sostenibilidad de las actividades económicas relacionadas con los mares y océanos. Reconoce la importancia de los ecosistemas marinos y aborda el impacto ambiental, económico y social de su explotación.
En conjunto, la economía verde y la economía azul buscan reducir el impacto ambiental de las actividades económicas y hacer una gestión sostenible de la producción.
La economía verde está sujeta a los límites naturales y no a la demanda del mercado. Busca producir sin impactar al medio ambiente y con bajas emisiones de carbono, ser eficiente, racional y equilibrada, e invertir en el capital natural.
La economía azul se enfoca en el mejor manejo de los mares y océanos y la gestión sustentable del ambiente marino. En este sentido The London School of Economics menciona actividades como el transporte marítimo, la pesca y la acuicultura, el turismo costero, la energía renovable, la desalinización del agua o el cableado submarino, entre otros.
En resumen, ambas economías pretenden consolidar un desarrollo económico basado en la conservación del medio ambiente y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos.
En el tema de economía verde, por ejemplo, Marruecos trabaja en el desarrollo de sus energías renovables, Alemania continúa avanzando en la transición hacia una industria verde, China sigue apostando por la movilidad eléctrica, mientras que Europa tiene el objetivo de alcanzar la neutralidad climática para 2050.
El caso de México
En 2017, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático mexicano puso en marcha el programa Crecimiento Verde, dirigido a administraciones públicas, empresas, sector educativo y sociedad. Este programa propone ocho líneas de trabajo que incluyen el análisis del marco ambiental, la valoración del capital natural, la sustentabilidad urbana y la cuantificación del costo de la contaminación y agotamiento de los recursos. Además, Crecimiento Verde prevé el desarrollo de indicadores, la modelización económica, los mecanismos de financiamiento y los impactos de la política regulatoria.
En cuanto a la economía azul, en 2020 se presentó el programa “Hacia la Economía Azul Sustentable en México”, en colaboración con la ONU.
En él se aborda el tema del cambio climático y se especifican una serie de proyectos en el golfo de México encaminados al logro de los ODS 14, relativos a la vida submarina y que buscan la utilización sostenible y la conservación de los océanos, los mares y los recursos marinos.
Ostiones en canastas y raicilla de agave
Un ejemplo de las acciones encaminadas a la economía azul en México es el proyecto piloto de cultivo de ostión en canastas flotantes en la laguna de Mecoacán, en el municipio de Paraíso del estado de Tabasco. Este utiliza la tecnología para realizar un crecimiento del ostión más eficiente y sostenible.
Otro caso es la acuicultura rural, por la que se busca mejorar la vida de las comunidades en regiones marginadas.
En cuanto a la economía verde, un ejemplo es el paisaje biocultural de la sierra occidental de Jalisco. Este exitoso modelo ha atraído la cooperación internacional y ha dado lugar a nuevas políticas públicas para consolidar los sistemas productivos y de servicios sostenibles asociados a la identidad del territorio. Destaca el impulso económico a la producción de raicilla, pariente del mezcal y el tequila, elaborado con agaves autóctonos.
Por otro lado, la REDD+ México busca la reducción de emisiones por deforestación y degradación forestal, el manejo sostenible de los bosques, y la conservación y el aumento de las existencias de carbono en los bosques mexicanos.
El logro de los ODS 2030 se ha vuelto primordial en la agenda internacional y puede servir como eje para el desarrollo de los países. De ahí que las economías verde y azul se hayan convertido en estrategias clave para la protección del medio ambiente, la mejora de la calidad de vida de la población y el desarrollo económico sostenible.
Beatriz Adriana Venegas Sahagún, Profesora Investigadora en Gestión Ambiental y Sustentabilidad, Universidad de Guadalajara
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.