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Educación, clave para ahorrar y evitar la automedicación

Quién iba a imaginar que la información sobre medicamentos y sus ingredientes activos estaría a unos cuantos clicks de distancia.

Quién iba a imaginar que la información sobre medicamentos y sus ingredientes activos estaría a unos cuantos clicks de distancia.

Porque antes, cuando no era posible encontrar la medicina prescrita se tenía que recurrir al encargado de la farmacia, un quimicofarmacobiólogo (QFB), y solicitar que buscara en un libro grueso el medicamento que sería útil.

Luego, llamar al médico y consultarle si era posible sustituir el fármaco, con el producto disponible en la botica más cercana.

Ahora, en Internet, en diversas páginas es posible encontrar más de 6.3 millones de sitios electrónicos relacionados con medicamentos, así como 3.8 millones de farmacias o establecimientos relacionados con la venta de productos farmacéuticos.

Pero la duda es si tener tan a la mano la información es mejor, qué tan capaces somos de utilizar con responsabilidad y acierto los informes sobre los medicamentos, su utilidad, sus bondades y sobre todo sus consecuencias.

Gustavo Hernández, director de Comunicación y Asuntos Científicos la Asociación Mexicana de Industrias de Investigación Farmacéutica (AMIIF) considera que en Internet hay más información, pero no más educación.

Y lo que se requiere, dice, son pacientes ocupados, informados, con capacidad de discernimiento, que saben que sólo los médicos son capaces de prescribir el fármaco que combatirá con eficacia cada padecimiento.

Porque a su juicio no son los medicamentos de libre venta los que causan el problema de la automedicación.

Refiere que ciertos medicamentos se deben vender sin receta, no hay un sistema de salud que aguante un mercado sin medicamentos de libre venta.

Considera que son los vendedores, tanto en farmacias, como en medios masivos, los que inducen a la autoprescripción, así como las personas que están dispuestas a practicarla.

Esas personas, dice, realizan apuestas con su salud y las consecuencias pueden ser impredecibles.

De manera que la información se debe utilizar como una herramienta de comparación.

En cuanto al precio, refiere que los medicamentos patentados no pueden ser comercializados a un precio superior al de los países de referencia, donde se desarrolló la fórmula, y es por eso que la Secretaría de Economía es la dependencia encargada de vigilar la correcta asignación del precio de esos insumos.

Respecto de la competencia, el experto refiere que la patente no confiere un monopolio y que hasta en los fármacos para combatir el virus AH1N1 la expectativa es que más laboratorios competirán en la producción.

Explica que para enfermedades tan comunes, como la hipertensión, existen en el mercado más de 100 opciones de tratamiento, por lo que el paciente puede elegir marca y precio a su conveniencia.

Higiene y prevención

Respecto de los temores por la propagación del virus AH1N1, el especialista recuerda que las enfermedades que han asolado a la humanidad se han combatido fundamentalmente con medidas de higiene.

Así que la educación se posiciona de nuevo como elemento esencial, pues las personas aplican las medidas preventivas, como el lavado de manos, cuando reciben y procesan correctamente la información.

Lamenta que el sistema de salud en México esté enfocado en la recuperación y no en la prevención.

Se confirma entonces que no basta la información, lo que se requiere es educación para que en cada familia se adopten hábitos de cuidado de la salud.

¡Era el virus AH1N1, no sólo gripe!

Jorge López decidió que su malestar: catarro, tos, temperatura y dolor de cabeza, así como el cuerpo cortado , era una gripe común, no la amenaza del virus AH1N1, y en virtud de ello adquirió diversos medicamentos en una farmacia.

Compró tratamiento para bajar la temperatura, un antitusivo y unas gotas para descongestionar las vías respiratorias.

Cuando las molestias aumentaron fue al médico, quien le confirmó que era la nueva gripe.

Con la receta en mano, tuvo que comprar Tamiflu, cuyo precio oscila entre 320 y 560 pesos.

Si Jorge hubiera acudido desde el principio al médico, se habría ahorrado, por lo menos, 200 pesos que gastó en medicamentos de patente que no le sirvieron para contrarrestar el mal, además de haber puesto en riesgo su vida.

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