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Amantes del sushi en China se enfrentan a controversia política
Yao, dueño de un restaurante en Pekín, se enfrenta a un dilema ante el vertido inminente de aguas de Fukushima al mar en Japón: seguir sirviendo atún japonés con el riesgo de perder clientes, o buscar nuevos proveedores.
Pekín. Yao, dueño de un restaurante en Pekín, se enfrenta a un dilema ante el vertido inminente de aguas de Fukushima al mar en Japón: seguir sirviendo atún japonés con el riesgo de perder clientes, o buscar nuevos proveedores.
Los amantes chinos del sushi y el sashimi se muestran preocupados tras la decisión de Tokio de verter en el océano Pacífico, a partir del jueves, el agua acumulada en las instalaciones de la central nuclear accidentada de Fukushima.
Doce años después de la peor catástrofe nuclear desde el accidente de Chernóbil, el plan del gobierno japonés ha recibido la luz verde del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), pero Pekín ha expresado su oposición y desde julio prohíbe la importación de productos alimentarios de 10 departamentos japoneses, incluido el de Fukushima.
En Hong Kong, Jasy Choi, que vende platos de comida japonesa para llevar, explica que la prohibición decretada por las autoridades locales perturbará su negocio.
"En torno al 80% de los productos de mar que usamos vienen de Japón", explica este chef.
Tokio indicó que el nivel de radiactividad de los vertidos de centrales chinas es muy superior al previsto en Fukushima, y los analistas consideran que la posición de Pekín está seguramente relacionada con las tensas relaciones sino-japonesas.
Japón prevé verter en tres décadas más de 1.3 millones de m³ de agua de la central de Fukushima procedente de las aguas pluviales y subterráneas, y de las inyecciones necesarias para refrigerar los núcleos de los reactores que entraron en fusión tras el tsunami de marzo de 2011 que devastó la costa noreste del país.