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Cómo mantener a los ex convictos fuera de la cárcel
Enseñé chino a los presos de máxima seguridad. Se me mostró el poder de la educación.
Hace tres años, después de enseñar chino a estudiantes universitarios y empresarios, me hice cargo de un nuevo grupo de estudiantes: presos.
Me convertí en profesora de idiomas en una prisión de máxima seguridad para hombres en el estado de Nueva York, a través de un programa que permite a los reclusos obtener créditos universitarios de forma gratuita, mientras cumplían su condena.
Nunca había pisado una prisión y no tenía idea de cómo serían mis estudiantes. La seguridad de la cárcel me prohibió el uso de diapositivas de PowerPoint o Internet en mi salón.
Para los maestros en la Bard Prison Initiative (BPI), nuestros recursos son muy limitados.
Y, sin embargo, los estudiantes de la BPI han ganado cerca de 350 grados universitarios y son mucho menos propensos a volver a la cárcel que la mayoría de los condenados.
Mientras que más de la mitad de los prisioneros estadounidenses son arrestados de nuevo dentro de los tres años siguientes a su puesta en libertad, menos de 4% de los estudiantes de la BPI han regresado a la prisión desde que el programa comenzó en 1999.
Algunos argumentan que proveer de educación gratuita a los presos es injusto, ya que muchas personas que respetan la ley luchan para pagar la universidad.
Estos argumentos llevaron al Congreso a eliminar los fondos federales para la educación universitaria en las cárceles en 1994 (una decisión que algunos legisladores y el gobierno de Obama tratan de revertir). Mi experiencia enseñando chino a través de la BPI, que es financiada por donaciones privadas, muestra cómo funcionan estos programas de rehabilitación.
Cuando educamos a los internos, se les inspira a mejorar sus vidas y hace que la sociedad sea más segura para todos. Bard empezó a ofrecer clases de mandarín en el Centro Penitenciario del Este después de que un grupo de presos lo pidió. Reconociendo que China desempeña un papel cada vez más importante en políticas económicas y globales, los estudiantes querían saber más sobre el país y su idioma.
Ellos querían leer los clásicos chinos originales, aprender filosofía tradicional china y desafiarse a sí mismos a entender un idioma difícil. Los 26 estudiantes habían alcanzado el dominio intermedio-bajo cuando comencé a enseñar dos clases de mandarín. En ese nivel, los profesores generalmente instruyen a los estudiantes a mejorar su dominio viendo videos de televisión o en línea de China, pasando tiempo en el barrio chino o conversando con amigos de tal país.
Por supuesto, ninguno de esos recursos está disponible para los estudiantes de la BPI. Pero Bard College requiere que las clases de las prisiones mantengan el ritmo que sus cursos universitarios regulares. Me preguntaba si mis estudiantes continuarían, entonces les pedí que escribieran ensayos, y me llamó la atención las ideas bien pensadas que producían en chino.
Permití que mis alumnos escribieran sobre cualquier asunto que los inspirara. Para muchos, ese tema era su familia.
En un salón de clases, al escribir en un idioma extranjero, encontraron un espacio seguro para reflexionar sobre sí mismos y su futuro. Muchos escribieron acerca de sus relaciones con sus hijos y el deseo de darles una vida mejor. Uno de estos ensayos me conmovió hasta las lágrimas, y todavía lo guardo:
Tengo muchas identidades: hijo, hermano, amigo y similares. Pero la más importante es la de papá.
Mi hija tiene sólo ocho años. No sé cómo ella es tan bonita. Aunque tiene los dientes un poco torcidos, su sonrisa es grande y adorable.
Cada vez que viene a verme, ella corre a darme abrazos y muchos besos, haciendo que mi corazón sea feliz. El tiempo que pasamos juntos es muy especial, ya que es muy poco.
Tratamos de hacer tantas actividades como sea posible: dibujar, leer, jugar. Mi favorita es hacer matemáticas. Ella es una estudiante de segundo grado ahora. Su profesor no le ha enseñado a hacer restas. Le enseñé, lo que me hizo muy feliz, porque ella es muy inteligente y aprende muy rápido.
Nuestro tiempo es feliz y especial, pero también es triste, porque ambos sabemos que pronto habrá terminado. No puedo verla hasta un par de meses después. Pero tan pronto como pienso en su sonrisa, sonrío. Estoy esperando. Ella vendrá de nuevo pronto.
Con oraciones simples y conmovedoras, este estudiante mostró el profundo amor entre su hija y él mismo. La clase de idiomas le había dado a su corazón una nueva voz para hablar.
La educación anima a los internos a conectar con sus familias, mostrando su determinación de mejorar sus vidas. La opinión positiva de sus familias luego alienta a los presos a permanecer en el camino correcto.
Este círculo virtuoso genera resultados positivos después de que los prisioneros son liberados. Los estudios demuestran que los reclusos que mantienen un estrecho contacto con sus familias son más propensos a tener éxito después de completar sus condenas y menores probabilidades de ser encarcelados de nuevo.
A menudo, la motivación viene de sus hijos, lo que demuestra que el efecto de los programas de educación en prisión se puede filtrar a través de las generaciones. Como un estudiante dijo: Lo que realmente me motiva son mis niños. Empiezo a preguntarme lo que estoy haciendo por ellos. ¿Qué clase de ejemplo voy a ser para ellos? [Mi hijo] incluso me dijo que soy famoso [por tener un título de licenciatura]. Esa es una sensación que nada en el mundo podrá quitarme .
El estudio de una cultura extranjera también le dio a mis estudiantes una manera de explorar el mundo fuera de los muros de la prisión.
"Cuando educamos a los internos, se les inspira a mejorar sus vidas y hace que la sociedad sea más segura para todos . Yun Qin, profesora de chino del programa BPI.
Integré las discusiones sobre la cultura china, la sociedad y la gente en nuestras clases de idiomas. Un día, comencé la clase enseñando las palabras chinas para mujeres y hombres quedados (sheng un, que se refiere a las personas casi en sus 30 o mayores que no están casadas).
Eso llevó a la discusión sobre cómo China y Estados Unidos ven el matrimonio y la legitimidad de dar a niños o adultos la responsabilidad de cuidar de sus padres ancianos. Estas discusiones culturales hacen que los estudiantes tomen conciencia de las diferentes visiones del mundo y les proporciona un lugar para reflexionar sobre sus propias vidas y su futuro.
La educación ofrece a los estudiantes de la BPI una nueva identidad. En lugar de ser prisioneros son estudiantes , personas destinadas a mejorar la sociedad. También les da un espacio único dentro de las paredes de la prisión, donde reinan el respeto, la confianza, el conocimiento y la inteligencia. Como estudiantes en ese ambiente, pueden redefinir sus vidas. Se inspiran a ser mejores personas.
Como dijo un estudiante de la BPI: En ese momento de mi vida, pensé en que la manera como me desempeñara en el programa era como me iba a medir a mí mismo como ser humano .
La excepcionalmente baja tasa de reincidencia de la BPI puede estar influida en parte por su selectividad. Los solicitantes tienen que pasar un examen escrito y una entrevista personal para ser admitidos, y en última instancia, sólo de 15 a 20% de los solicitantes son aceptados.
Un informe federal del 2013 afirmó que, en promedio, los reclusos que participaron en los programas de educación correccional tienen 43% menos probabilidades de volver a la cárcel que los internos que no lo hicieron .
Traté a mis alumnos de la BPI de la misma manera que traté a otros estudiantes. Los instructores del programa no preguntan a los alumnos qué crímenes han cometido o la duración de sus condenas.
Les preguntamos qué quieren aprender y lo que planean lograr. La experiencia me dio una educación también. Absorbidos por la calificación de exámenes y la creación de clases, los profesores pueden perder de vista sus objetivos. Pero cuando ves a los hombres confinados tras las rejas, de repente inspirados en la vida fuera de ellas, te das cuenta del verdadero impacto de tu trabajo.
Con el potencial de reducir la tasa de reincidencia en prisión de 50 a 4%, no se puede dejar de reconocer el poder de la educación.
mfh