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Geopolítica

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Donald Trump, el presidente que no cree en la ciencia

Los meteoros que impactaron en Estados Unidos demuestran que el debate político sobre el tema suele ser demagógico.

¿Cuándo será el momento apropiado para discutir sobre el calentamiento global y las medidas que deben ser implementadas para evitar la destrucción del planeta? ¿No es acaso hoy el momento adecuado para hacerlo? Las respuestas de la administración de Trump y el Partido Republicano son lacónicas y están sesgadas por su ignorancia voluntaria: ¿Qué tal sí nunca? ¿Nunca te parece bien? , nos dirían ambos.

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Al ver la devastación que han provocado los huracanes Harvey e Irma, no tendría que existir una sola administración

estadunidense que en su sano juicio niegue los efectos del cambio climático. Sin embargo, la actual administración parece no estar en sus cabales.

Tenemos en cambio a un presidente y un administrador de la Agencia de Protección Ambiental que se niegan a reconocer lo evidente. En tiempos como éstos, todas las ideas y las oraciones son bienvenidas, aunque su intención no sería honesta si no son acompañados por un profundo análisis científico y un conjunto de acciones sólidas.

Los científicos señalan como altamente probable que las tormentas empeoren en el futuro, por lo que una incógnita que los políticos tendrían que formular es: ¿Qué tanto empeorarán?

Las bromas de Pruitt

De acuerdo con el administrador de la Agencia para la Protección Ambiental, Scott Pruitt, usar tiempo y esfuerzo (de los científicos) para enfocarse en comprender las causas de estas masivas y anómalas tormentas sería muy, muy insensible para la población de Florida . ¿En verdad lo es?

Si buscamos en los archivos, podemos encontrar algunas declaraciones más irresponsables emitidas por los funcionarios de la administración de Trump. Y no son pocas.

¿Por qué Harvey provocó precipitaciones sin precedentes, con proporciones casi bíblicas en Houston y el área circundante? ¿Por qué Irma se mantuvo como una tormenta de categoría 5 durante más tiempo que cualquier otra tormenta en la historia del Atlántico? ¿Por qué, por primera vez en los registros, dos tormentas con categoría 4 tocaron tierra en los Estados Unidos en una misma temporada? ¿Por qué tenemos dos huracanes de categoría mayor (Irma y José) y un tercero, de menor intensidad (Katia), generando estragos?

Quienes niegan la vinculación de estos hechos con el fenómeno del cambio climático, señalan con frecuencia, que con fenómenos aislados no es posible medir una tendencia a través de causa/efecto. Sin embargo, la Organización Meteorológica Mundial difundió la semana pasada un comunicado en el que concluye que es muy probable que el volumen de las precipitaciones asociadas con Harvey esté asociado con el cambio climático generado por el hombre . Por otra parte, en relación con Irma, el organismo internacional señaló que algunos modelos muestran que en un ambiente cálido es más probable que los huracanes ganen mayor intensidad . Existen correlaciones comprobables entre la intensidad de las tormentas con los niveles del mar; temperaturas oceánicas con la posición de las corrientes dominantes. En pocas palabras, el cambio climático ha alterado todos estos parámetros.

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Éste es el momento preciso en el que los científicos de la Agencia para la Protección Ambiental, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, el Servicio Meteorológico Nacional, la NASA y otras agencias deberían sumar fuerzas para analizar el cambio climático. Tendrían que estudiar la evolución de los huracanes que aparecieron durante las dos semanas pasadas para comprender mejor las consecuencias más perniciosas del cambio climático. Tengo confianza de que lo harán, a menos que su trabajo sea obstaculizado por actores políticos.

Debate con científicos, no con políticos

El cambio climático no debería formar parte del debate político entre partidos. Son los científicos quienes tendrían que explicarnos sus investigaciones.

No es posible negar que la humanidad ha utilizado combustibles fósiles desde la Revolución Industrial y, por ello, ha provocado un incremento de 40% en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, o que se han elevado significativamente las temperaturas terrestres y oceánicas, o que el hielo del ártico se está derritiendo, o que el nivel del mar aumenta progresivamente.

El calentamiento global no es objeto de afiliación política, como los gobernadores republicanos Greg Abbott de Texas y Rick Scott de Florida tendrían que saber y reconocer con humildad.

La postura cínica del Partido Republicano, que se opone al consenso científico, inhibe la discusión sobre el cambio climático.

Para los políticos, no habrá rentabilidad ante la ausencia de fenómenos de la naturaleza. Es decir, la discusión tampoco será oportuna cuando no existan tormentas en ciernes. Entonces, ¿se supone que debemos esperar una nueva tragedia y luego guardar silencio por respeto a las víctimas?

Puede ser que el presidente Trump no crea en la evidencia recabada por los científicos. Mientras tanto, él continúa divulgando falacias sobre el sublime y limpio carbón y se mantiene en una posición insensata al querer reactivar la industria del carbón.

Trump no termina de entender que el carbón fue desplazado por el advenimiento del gas natural, abundante y económico, gracias al fracking, y no por los efectos de las regulaciones gubernamentales.

Y tal vez el presidente tampoco entienda el hecho de que el resto del mundo reconoce los beneficios económicos y ambientales de las tecnologías limpias.

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Es probable que en algún momento se produzcan nuevos paradigmas innovadores en materia de energía solar, en la capacidad de almacenamiento de energía y en la fusión nuclear. Me gustaría que estos avances tengan lugar en los Estados­ Unidos, aunque temo que puedan efectuarse en China, Japón y Alemania.

Por lo menos, la administración de Trump debería dirigir los esfuerzos para reconstruir las comunidades costeras de Texas y Florida teniendo en cuenta los efectos del cambio climático.

El incremento en el nivel del mar es un hecho incuestionable, negarlo resulta un insulto para las víctimas de los pasados huracanes.

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