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Geopolítica

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"El nacionalismo es un tipo de parroquianismo"

América Latina es un conjunto de países que viven amurallados con fronteras ficticias; si tuviera instituciones comunes y moneda común, América Latina tendría una voz en el mundo, comenta Mauricio García Villegas, autor del libro El viejo malestar del Nuevo Mundo.

Foto EE: Hugo Salazar

Foto EE: Hugo Salazar

América Latina es un conjunto de países que viven amurallados con fronteras ficticias; si tuviera instituciones comunes y moneda común, América Latina tendría una voz en el mundo, comenta Mauricio García Villegas, autor del libro El viejo malestar del Nuevo Mundo, editorial Ariel. Colombiano y doctor en Ciencia Política por la Universidad Católica de Lovaina, charló con El Economista unas horas antes de que presentara su libro en la Ciudad de México.

Una parte importante de presidentes latinoamericanos no se hablan entre sí. ¿No hay unión en la región?

América Latina es muy parecida. Hemos tenido más tiempo colonial que republicano. Más de tres siglos fuimos una colonia donde esto fue una sola nación. Cuando los jesuitas fueron expulsados a finales del siglo XVIII fueron a Europa y desde allá escribieron textos maravillosos sobre el americanismo, sobre los parecidos que eran estas regiones. Después, cuando llegaron los próceres de la independencia muchos, entre ellos Bolívar, eran americanistas. Creían que esto era el mismo pueblo. En el siglo XIX muchos intelectuales como Andrés Bello, también hablaba del americanismo. Yo estoy convencido que hay que rescatar ese pensamiento. Porque creo que los únicos que nos creemos el cuento de que somos muy distintos somos los latinoamericanos. Si le preguntas a los latinoamericanos que viven fuera del continente, que son millones, todos ellos se ven como iguales. Las diferencias entre países son menos fuertes que, incluso, las diferencias al interior de los países.  

¿La clase política latinoamericana se parece?

Basta que mires la manera como vemos la familia, la manera que vemos el estado, lo público, la obediencia y desobediencia; la concepción de la libertad y de la esclavitud. Todos estos valores son muy parecidos. La corrupción atraviesa a toda América Latina; la clase política es muy parecida en toda América Latina. Las instituciones son muy parecidas. Su falta de legitimidad y la falta de eficacia. La religión y la lengua son una parte de la nacionalidad. Nos hemos amurallado con fronteras ficticias que son las fronteras jurídicas. Y hemos construido un continente de parroquias. Pasar de un país a otro es complicado.

¿Nos divide el híper nacionalismo?

El nacionalismo es un tipo de parroquianismo. No hay nada más parroquial que los políticos. No ven más allá de sus narices nacionales.

En julio de 2021 el presidente López Obrador lanzó la idea de construir una especie de Unión Europea en América Latina.

Es un discurso de dos estándares que le habla a las audiencias nacionales. Pero no toma en cuenta a las audiencias internacionales. No es franco, no es sincero. Hay que sobrepasar el parroquianismo.

América latina es un continente hiper politizado en donde la política invade todo. Invade lo privado, lo público. Y no hay espacio para lo no político. Esto es parte de nuestros dramas. Aquí ha habido pocas guerras internacionales. El nacionalismo fue mucho más fuerte en Europa. Las guerras internacionales ayudan a darle importancia a la unidad continental.

Pese a diversas diferencias la Unión Euopea está unida, América Latina, no. ¿Cómo explicarlo?

En Europa hay distintas culturas, lenguas, distintas religiones. En América Latina nada de eso pasa. Tenemos la misma lengua y la misma tradición religiosa.  En ninguna parte del mundo ocurre eso, sin embargo, aquí vivimos amurallados con fronteras ficticias.  La hiper politización nacionalista es parte del problema. Como no ha habido guerras internacionales no tenemos la conciencia de unirnos para, entre otras cosas, evitar las guerras. Pero tenemos guerras que son peores: las guerras contra el narcotráfico , conflictos civiles de gran envergadura que tenemos que resolver.

Tenemos que resolver la gran debilidad porque son muy débiles: no tenemos una moneda común, no tenemos instituciones comunes. Si las tuviéramos, América Latina tendría una voz en el mundo.

Somos un continente olvidado.

De manera absurda y nada diplomática, López Obrador lanza fuertes críticas hacia España.

Este libro tiene mucho de unidad iberoamericana. AMLO es parte del incitador de la mentira de que España es muy distinta; de que España es nuestra enemiga. Eso me parece una falacia. En el libro defiendo la idea de que nosotros tenemos mucho de España, sobre todo mucho de la España barroca. Creo que somos mucho más españoles del barroco que los españoles actuales.

AMLO condiciona la relación futura con España viajando 500 años atrás.

Nos mete en la disputa interminable histórica entre los que defendían la leyenda negra de España y los que defendían la leyenda dorada. Eran dos caricaturas de lo que había sido la conquista y lo que había sido la colonia. Volver a esa caricatura no tiene sentido.

Mencionas que el mundo se está pareciendo a América Latina.

No porque Europa quiera parecerse a América Latina. Se parece porque se están debilitando las reglas. De esta manera surgen los populismos. Con las redes sociales se idolatra lo emocional.

¿Se parecen entre sí los populistas de América Latina?

Se parecen mucho. Tienen los mismos rasgos. La ideología no importa. La brecha a superar es el contraste entre los populistas, a veces de izquierda y a veces de derecha, y la gente razonable, de izquierda o derecha, pero que está dispuesta a escuchar al otro.

¿Qué lleva a los políticos a convertirse en populistas?

Su comportamiento dogmático y excluyente.

Detrás del grito argentino: que se vayan todos, aparece Milei.

Me parece muy peligroso porque es una de las cosas que está surgiendo muy fomentada por las redes sociales últimamente. Y es que regresamos a la idea de que nada sirve; de que todos son corruptos, todos son inmorales, todos obran de acuerdo a sus intereses privados. Eso no es cierto. Hay una cantidad de políticos que son bien intencionados y que quieren hacer las cosas bien. Es un pésimo negocio la fracasomanía porque, por ejemplo, si la policía funciona mal, entonces la solución es la no-policía. Y si el Gobierno funciona mal, entonces la solución es el no-Gobierno. La solución a la mala policía es la mejor policía, es la reforma a la policía. Ni acabar con las instituciones. Es excluir a los políticos corruptos y nefastos.

Describes a las redes sociales como peligrosas para la democracia.

Las redes sociales están dominadas por los radicales. La gente que es muy moderada en redes sociales se cansa. Deja de participar. Como los políticas cada vez siguen a las redes sociales, y los votantes siguen a los políticos, entonces lo que es muy probable es que la gente vote según el espectro de las redes sociales, que son dominadas por radicales y no por lo que pase en la realidad.

fausto.pretelin@eleconomista.mx

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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