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La oligarquía prebendaria de la India sale a la luz del día
Un informe de Hindenburg Research, con sede en Nueva York, ha intensificado el escrutinio de las prácticas contables del Grupo Adani de la India, propiedad del multimillonario Gautam Adani. Pero el verdadero problema es mucho más grande: la relación simbiótica entre las élites empresariales y políticas bajo el primer ministro Narendra Modi.
BERKELEY – Las recientes acusaciones de fraude contable y manipulación bursátil lanzadas por Hindenburg Research (una firma neoyorquina especializada en venta al descubierto) contra el multimillonario indio Gautam Adani sorprendieron a muchos en el mundo financiero. Lo sucedido es un necesario llamado de atención para quienes vaticinan un ascenso de la estrella india en el firmamento económico mundial conforme se apague la de China.
Las acusaciones han puesto de manifiesto algunos de los problemas sistémicos (a menudo inadvertidos) que aquejan a la economía de la India, en particular la desigualdad extrema y la concentración empresarial. Una pequeña franja de la economía produce bienes con uso intensivo de capital y habilidades para satisfacer las demandas de los ricos, al tiempo que la mayoría de los demás sectores sufre demanda insuficiente y falta de productividad, lo que da lugar a baja inversión agregada y alto desempleo.
La riqueza económica en la India se encuentra concentrada en manos de unos pocos conglomerados. Marcellus Investment Managers calcula que las 20 empresas más rentables de la India generaron el 14% del total de ganancias corporativas en 1990, el 30% en 2010 y el 70% en 2019. Todo indica que la tendencia ascendente se debió al poder de mercado y no a innovaciones o grandes mejoras de la productividad; y algunos comentaristas consideran que la desigualdad corporativa es un factor de la desconexión entre el mercado accionario indio y la economía real.
Se podrá decir que las empresas más rentables no son siempre las mismas; en las dos décadas que siguieron a la liberalización económica iniciada en 1991, hubo un importante grado de rotación estructural. Hay que señalar que aumentó la capitalización en el nivel regional (sobre todo en los estados del sur y del oeste) así como la competencia entre nuevos grupos empresariales. Esto coincidió con el ascenso de poderosos partidos políticos regionales, que tuvieron un papel cada vez más asertivo en sucesivos gobiernos de coalición.
Pero tras el regreso en 2014 a un sistema dominante unipartidista, encabezado por el primer ministro Narendra Modi, la fusión entre los negocios y la política llevó a lo que el periodista Harish Damodaran describió como un “capitalismo de conglomerados”. En la mayoría de los sectores, hay apenas dos (o como mucho tres) jugadores que controlan una cuota de mercado combinada superior al 50%, en un contexto de proteccionismo que inhibe la competencia extranjera.
Es un caso clásico de capitalismo prebendario, en el que un grupo selecto de grandes empresas tiene acceso exclusivo a favores y exenciones regulatorias especiales. Ha ocurrido en ocasiones que se cambiaran las reglas a mitad de juego para ayudar a empresarios con conexiones políticas. Un ejemplo evidente es el surgimiento del Grupo Adani, que en cuestión de meses se convirtió en el principal operador de aeropuertos privado, pese a no tener ninguna experiencia en el área. El ascenso de Adani se vio favorecido por una flexibilización de regulaciones, a la que se sumaron amenazas encubiertas de agencias de investigación gubernamentales contra rivales empresariales.
Otro ejemplo lo ofrece, en el sector de las telecomunicaciones, Reliance Jio (dirigida por otro magnate, Mukesh Ambani). En respuesta a quejas suscitadas por sus prácticas de fijación de precios predatorias, la autoridad india encargada de regular el sector se apresuró a modificar las reglas anteriores (y aquí no ha pasado nada). En tanto, el Ministerio de Comercio e Industria cambió la reglamentación de las zonas económicas especiales para beneficiar a la central termoeléctrica carbonera del Grupo Adani en Godda (que también recibió una exención de normas ambientales para sus minas). Por muy endeudadas que estén, las empresas favorecidas pueden conseguir con facilidad capital en los mercados nacionales o internacionales, porque sus conexiones políticas les dan acceso a un trato regulatorio especial y una “garantía soberana” implícita.
En general, los capitalistas prebendarios operan en industrias que producen bienes no transables o que están muy reguladas; por eso conseguir favores del gobierno es mucho más importante que tener éxito en los mercados extranjeros (esta es la principal diferencia entre los conglomerados indios y, por poner un ejemplo, los surcoreanos). No es sorprendente que de las grandes corporaciones indias no haya salido ni un solo “campeón” mundial, ya que prefieren limitarse a operar en industrias locales mayoritariamente rentistas.
Y el problema es cada vez peor. Según The Economist, la proporción de grandes fortunas indias derivadas de sectores prebendarios creció del 29% al 43% entre 2016 y 2021. El patrimonio neto de Gautam Adani se multiplicó por casi catorce entre 2014 y el escándalo reciente.
Estos últimos años, la banca pública perdonó deudas enormes, y muchos grandes “morosos intencionales” han cometido en la práctica un robo impune contra esos bancos, aprovechándose del nexo entre los negocios, la política y la industria financiera. El gobierno también debilitó la ley de insolvencia y bancarrota (cuyo carácter transformador fue muy elogiado cuando se aprobó en 2016) para poder seguir otorgando exenciones de las normas en forma selectiva. (Uno de los gobernadores del Banco de la Reserva de la India renunció, aparentemente a modo de protesta.)
Hasta ahora, la cantidad de deudas recuperadas aplicando los procedimientos de la ley mencionada ha sido absurdamente escasa, ya que los empresarios con conexiones políticas se aprovechan con total descaro del sistema. Los morosos apelan a maniobras evasivas para demorar sentencias judiciales mientras siguen robándose activos. En cualquier caso, la normativa contable y regulatoria en el sector corporativo indio es bastante laxa; se dice que casi la mitad de las empresas que cotizan en bolsa tienen problemas contables.
El capitalismo prebendario le resulta muy rentable al gobernante Partido Popular Indio (Bharatiya Janata Party). En 2017 se crearon unos “bonos electorales” que supuestamente debían aumentar la transparencia y la rendición de cuentas; en la práctica, hicieron lo contrario, ya que permitieron un copioso flujo de fondos (sin topes ni obligación de presentar declaraciones) desde unos pocos conglomerados a las arcas del BJP. Aunque los nombres de las empresas donantes no se publican, los bonos los emite el Banco Estatal de la India, de modo que este banco (y con él, el gobierno) sabe quién los compra. En un clima de miedo, una empresa que quiera donar a partidos de la oposición se lo pensará dos veces.
El BJP ya no necesita recaudar dinero de una variedad de donantes pequeños (comerciantes de licores, barones azucareros, magnates inmobiliarios locales o contratistas de la construcción) como hacían antes los partidos regionales. Ahora solo tiene que distribuir favores entre grandes empresas nacionales que lo mantienen bien provisto de dinero.
Algunas de las favorecidas también poseen empresas de medios que en la práctica actúan como voceros y aplaudidores del gobierno, a cambio de un flujo estable de ingresos en la forma de publicidad oficial. Uno de los actos más descarados del Grupo Adani fue la adquisición hostil de NDTV, un canal de noticias independiente indio.
El escándalo de Adani generó una tormenta mediática, enmarcada en una narrativa de David contra Goliat. (Hay que señalar que muchos de los hallazgos ya eran conocidos para los periodistas de investigación indios, que por años han sido blanco de hostigamiento judicial.) Pero es necesario que los inversores y organismos financieros internacionales comprendan que Gautam Adani no es más que un síntoma de un problema generalizado. Es de prever que un importante sector de la economía india seguirá atrapado en un pozo de baja productividad por bastante tiempo como resultado de las acciones de la oligarquía prebendaria.
*El autor es profesor emérito en la Universidad de California en Berkeley, es autor de A World of Insecurity: Democratic Disenchantment in Rich and Poor Countries.