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Geopolítica

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Los cuatro halcones de la Guerra Fría que cambiaron de rumbo

Shultz, Kissinger, Perry y Nunn firmaron varios artículos en los que pedían frenar la escalada armamentista; hoy, Trump desea revertir el escenario.

Foto: AFP

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“Un mundo libre de armas nucleares” fue el encabezado de una columna en The Wall Street Journal que provocó revuelo en el 2007, cuyo contenido editorial proponía el desarme nuclear. El texto fue firmado por los célebres George P. Shultz, Henry A. Kissinger, William J. Perry y Sam Nunn.

“A menos de que se tomen acciones urgentes, los Estados Unidos pronto serán obligados a ingresar a una nueva era nuclear más inestable, psicológicamente desorientada, y económicamente más onerosa que la Guerra Fría”, escribieron los notables.

“¿Puede construirse un consenso mundial que defina una serie de pasos prácticos para que ayuden a conducir a las potencias a una importante reducción de armamento nuclear?”, cuestionaron.

Pliego petitorio de los notables

Shultz, Kissinger, Perry y Nunn mantuvieron durante muchos años su apoyo a este discurso, lo hacían cada uno en su ámbito de influencia.

Los personajes pedían (entre otros puntos) una reducción en el arsenal nuclear, la eliminación de armas nucleares de corto alcance y la promoción de vigorosos esfuerzos internacionales para resolver los conflictos regionales que “promueven el surgimiento de las potencias nucleares”.

El texto al que hago referencia fue el primero de cuatro escritos que publicarían de manera conjunta sobre este tema. Todos fueron revelados entre el 2007 y el 2008.

La razón por la que esta columna fue tan revolucionaria fue que todos los autores fueron actores importantes en materia de seguridad nacional en los Estados Unidos y eventualmente cambiaron su ideología. Unos pensaban que lo mejor era entrar en una escalada constante en el sector nuclear para dominar el terreno de la persuasión, un campo muy importante durante negociaciones.

Como explicó Philip Taubman, autor de La Sociedad: Cinco temerarios guerreros y su misión para prohibir la bomba, estos hombres siguieron caminos distintos para llegar a la misma conclusión.

Shultz, secretario de Estado durante la administración del presidente Ronald Reagan, fue el primero en mostrar interés para contener el desarrollo de armas nucleares.

En 1986 presionó a Reagan para firmar un acuerdo histórico que podría haber detonado el desarme. (Esta iniciativa se desmoronó porque Reagan estaba empecinado con la quimérica idea de construir un escudo nuclear).

Nunn, un demócrata y antiguo presidente de la Comisión de Servicios Armados del Senado, fue uno de los promotores del Programa de Cooperación para Reducir la Amenaza en 1991. Esta medida designó un presupuesto para el resguardo de material y armas nucleares.

En su momento, Nunn consideraba la abolición nuclear como una opción utópica. Pero en el 2006, Nunn ya consideraba el desarme como esencial. Perry, secretario de Defensa bajo la administración del presidente Bill Clinton, buscó limitar el acceso a las armas nucleares, promoviendo un esfuerzo para que Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán se deshicieran de su arsenal nuclear.

Kissinger, otro antiguo secretario de Estado, fue el que menos se involucró en el desarme nuclear. En 1960 promovió el uso del arsenal nuclear como una estrategia persuasiva frente a los rusos. En una entrevista proporcionada por Perry para el libro La Sociedad, de Taubman, explicó la postura de Kissinger­: “A Henry le gusta estar en el centro de los grandes desafíos políticos del momento, y esto lo colocó en esa posición, incluso aunque no estuviera de acuerdo completamente con todas las conclusiones”.

Los argumentos, antes de las peticiones de los notables

Es claro que el argumento que esgrimieron Shultz, Kissinger, Perry y Nunn en el Wall Street Journal no era el original. El movimiento antinuclear en los Estados Unidos se remonta a la década de 1950 e incorporó a organizaciones religiosas, ambientalistas y promotoras de la paz.

Durante décadas, algunos políticos también han fijado su postura al respecto. El general Lee Butler, quien estuvo a cargo del Comando Aéreo Estratégico, pidió la destrucción de las armas nucleares en 1996. Sin embargo, tres años más tarde Paul Nitze externó que no veía “una razón convincente para no deshacernos unilateralmente de nuestro arsenal nuclear. Mantenerlo es costoso y no aporta nada a nuestra seguridad”.

A pesar de esto, el texto del Wall Street Journal logró revitalizar el debate.

De acuerdo con Taubman, estos esfuerzos proporcionaron al presidente Obama suficiente apoyo de ambos partidos para declarar en el 2008: “El compromiso de los Estados Unidos es promover un mundo la paz y la seguridad en un mundo sin armas nucleares”.

Actualmente, el gobierno de Trump ha presupuestado miles de millones de dólares para desarrollar y modernizar el arsenal nuclear.

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