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Primero, la Iglesia: Benedicto XVI
En su última aparición antes de comenzar su jubilación tras los muros del Vaticano, el Papa Benedicto XVI expuso ayer miércoles ante una afectuosa multitud -el tipo de público que lo esquivó durante sus ocho años de gobierno-: Amar a la Iglesia también significa tener el coraje para tomar decisiones difíciles y dolorosas".
Ciudad del Vaticano. En su última aparición antes de comenzar su jubilación tras los muros del Vaticano, el Papa Benedicto XVI expuso ayer miércoles ante una afectuosa multitud -el tipo de público que lo esquivó durante sus ocho años de gobierno-: Amar a la Iglesia también significa tener el coraje para tomar decisiones difíciles y dolorosas, siempre anteponiendo el bien de la Iglesia que el de uno mismo .
Más de 100,000 personas llenaron la Plaza de San Pedro en un día fresco y soleado para escuchar al Pontífice saliente, quien vestía una sotana blanca, un solideo y una chaqueta amplia.
Cerca de 70 de los cardenales de la Iglesia, quienes ahora están encargados de seleccionar sucesor de Benedicto XVI, se sentaron a su derecha en las escaleras frente a la Basílica de San Pedro. A su izquierda, estaban sentados los embajadores de numerosos países. Banderas de países de todo fueron agitadas entre la inmensa multitud debajo.
Todos escucharon a Benedicto, de 85 años, visiblemente frágil pero de buen humor, al recordar que tras su elección como Papa, el 19 de abril del 2005, pensó: Señor, ¿qué es lo que quieres de mí? .
Pero -añadió- tenía fe en que Dios lo guiaría.
Ha sido un recorrido en la Iglesia que tuvo momentos de alegría y de luz , pero también momentos más oscuros, en los que las aguas eran bravas y el viento estaba en contra (...) y el Señor parecía dormir. Pero siempre he sabido que el Señor está en esa nave y que el barco de la Iglesia no es mío. No es nuestro. Es suyo y el Señor no permitirá que se hunda , indicó.
Benedicto trató, pero no pudo revertir la erosión de la Iglesia en el mundo occidental durante su mandato. Durante su periodo, vio una explosión en todo el mundo sobre la crisis de abuso sexual que se había enconado durante el mandato de su predecesor, Juan Pablo II, y un flujo aparentemente incesante de escándalos provenientes del gobierno de la Iglesia, que luchó por controlar. La disfunción no cesó en los meses, semanas y días previos a la despedida del Papa, con un escándalo sobre la filtración de cartas del Papa, rumores y nuevas acusaciones de abuso en contra de uno de los cardenales en edad de votar.
Pero en su última aparición pública, el Papa indicó al mar de fieles que se derramaron fuera de la plaza y en la amplia avenida que conduce a la basílica -El Vaticano, citando a las autoridades, estimó la asistencia en 150,000 personas-: En una época en la que muchos hablan de nuestra decadencia, vemos hoy que la Iglesia está viva .