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“Promesas pueden ser peores que la realidad”
El expresidente uruguayo reflexiona sobre el margen de maniobra del futuro gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil.
El expresidente de Uruguay, José Mujica, viajó a Estados Unidos para participar en la presentación de dos películas sobre su vida. Desde la otra orilla ideológica, Mujica, presidente de Uruguay del 2010 al 2015, analizó en una entrevista con BBC Brasil a Bolsonaro y el ascenso de la derecha en América Latina.
—¿Cómo evalúa la expansión de la derecha en América Latina? ¿La izquierda falló? ¿Cómo?
El mundo desarrollado comenzó hace unos 200 años, se hicieron muchísimos sacrificios, pagados por el pueblo, los únicos que trabajaban 12 o 14 horas al día, y así se capitalizaron. Llegamos tarde, corremos atrás, pero no todo está perdido. No creo que la extrema derecha pueda hacer más que concentrar aún más la riqueza.
Brasil acaba de tener una elección presidencial que encaja en esta ola de derecha.
Tal vez las promesas sean peores que la realidad. No sé cómo (el futuro gobierno) podrá resolver contradicciones como ésta: colocar a un ministro de Economía superfavorable a un mercado abierto, superliberal, que va a tener que lidiar con la burguesía de São Paulo, la más proteccionista que existe en América Latina. ¿Cómo se resuelve una contradicción de esas? No sé. Una cosa son las palabras, otras son los hechos.
—¿Cómo evalúa la actual situación de inmigración en Estados Unidos, especialmente ante las olas de caravanas de migrantes de Centroamérica?
Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, las condiciones que se impusieron a los perdedores fueron tan severas que el joven (economista británico John Maynard) Keynes dijo “esto es horrible, ¡nos llevará a un desastre!”. Así fue. Pero después de la Segunda Guerra Mundial quedó bien claro (para Estados Unidos) que la única solución posible era el Plan Marshall. Era necesario levantar Europa. ¿Por qué? Porque tenían miedo, estaban asustados, porque allí al lado vivía el oso soviético.
Para resolver la cuestión de la inmigración, Estados Unidos tiene que ayudar a levantar Centroamérica. Ésta es la gran respuesta. Lo opuesto de esto es gastar una fortuna en la frontera diciendo “no”, cuando en realidad ellos necesitan decir “sí”.
—Ahora que usted ya no es presidente, ¿cómo ve a Uruguay que bajo su Presidencia se convirtió en un ejemplo para América Latina?
El actual presidente (Tabaré Vázquez) es un viejo amigo mío, está haciendo lo que puede. No tenemos una varita mágica o un antídoto universal, somos parte de este mundo. Lo que las repúblicas modernas deben estar haciendo es gritar contra los remanentes del feudalismo y de las monarquías divinas, diciendo que somos todos iguales.
No se debe luchar por la mayoría del voto si usted no comparte las aspiraciones y frustraciones de la mayoría. En otras palabras, para ser bien claro, creo que los gobernantes deben vivir como personas comunes. Deben abandonar los restos del feudalismo, las alfombras rojas, las fanfarrias, la corte de los aduladores. Tenemos que volver a las fuentes del republicanismo. Pero es muy difícil.
—Usted se ha convertido en una figura casi mítica tanto en América Latina y en Europa. ¿Tiene algún temor de que, con el tiempo, sus palabras sean distorsionadas o incomprendidas?
Eso ciertamente va a suceder. Como decía el poeta Luis de Góngora: “Hacer poesía es decir una cosa por otra”. Para satisfacer las necesidades periodísticas, para tener un buen titular, las personas toman palabras fuera de contexto. Esto es inevitable. Pero yo duermo bien por la noche.
Vivo en la misma casa hace 34 años, más o menos. Soy un hombre humilde, como la mayoría de la gente de mi país y así es como quiero morir.